Borja Sémper se ha sumergido en su semana horribilis. El diputado y portavoz de la ejecutiva del PP se ha estrenado como parlamentario en el Congreso de los Diputados haciendo aflorar una pugna en la derecha y la extrema derecha española por el uso de las lenguas cooficiales, de las que se ha aprobado su universalización gracias a la reforma del reglamento. El malestar generado porque Sémper utilizó puntualmente el euskera en su primera intervención en contra de las directrices del partido ha despertado otra vez las almas más duras -envalentonadas por el acto contra la amnistía de este domingo-, ha puesto en cuestión el apoyo de Vox de cara a la investidura de Alberto Núñez Feijóo y ha dejado al líder del PP en fuera de juego.

El milagro del PSOE con el catalán, el vasco y el gallego ha sido considerable. De vetarlas en repetidas ocasiones a velar su promoción desde la cámara baja y a todos los efectos legales y parlamentarios. El giro de guion, forzado por la necesidad parlamentaria en relación al independentismo, también ha resultado convertirse en un artefacto de Pedro Sánchez para desgastar el bloque de la derecha, que tiene por delante una semana de alto voltaje político. La gestión que ha hecho el Partido Popular tampoco ha ayudado mucho, cayendo en contradicciones, haciendo enfadar a los cuadros de la formación y enfadando a los socios de Vox.

La contundencia con que Sémper rechazó utilizar cualquier lengua cooficial en el Congreso -"no haremos el canelo ni cosas extrañas", dijo el lunes- marcó el punto de partida de unos días de poco lucimiento. Porque el martes, en la primera sesión en que se permitía el uso ilimitado, Cuca Gamarra intentó frenarla con el objetivo que se utilizara el castellano, "conforme al reglamento". Las caras fueron de incredulidad en su bancada cuando el diputado vasco defendió la oposición a la reforma en euskera, utilizando citas breves y autotraducidas, en una fórmula que ya se permitía anteriormente. Algunos de sus compañeros se rasgaban las vestiduras en privado: "Ha sido un insólito y gravísimo error. La estupefacción entre los diputados es total. En todos los sectores. Veteranos y jóvenes. Duros y blandos. Es incomprensible". Era un discurso pensado para EH Bildu y el PNV y acabó siendo fuego amigo.

La historia posterior es la habitual. Sémper justificándose públicamente ante los críticos del por qué se había inclinado por el vasco y alegando que había sido una "buena idea" por demostrar que "las lenguas cooficiales son patrimonio de todos los españoles". Génova se ha apresurado a restar importancia a la polémica, pero el ruido ya era una evidencia y la rectificación quedó completamente certificada cuando, en el debate de las enmiendas a la totalidad, Sémper ignoró el vasco y se expresó exclusivamente en castellano.

El pinganillo como "símbolo de extranjería"

Ante la incomodidad que provoca la cuestión, el PP pasará olímpicamente de los pinganillos que el Congreso ha dispuesto para todos los diputados para hacer la traducción simultánea. Si no entienden alguna intervención, aseguran fuentes del PP, girarán la cabeza y observarán las pantallas colocadas al pleno donde se ve la traducción en subtítulos. Desde el PP interpretan las orejas como otra victoria del independentismo ante Pedro Sánchez y, además, afirman que son herramientas simbólicas que sirven para diferenciar entre españoles. Una de las que no aplaudió el discurso de Sémper fue Cayetana Álvarez de Toledo, que considera que el uso del pinganillo es un "símbolo potentísimo de extranjería" y asegura que "los españoles no somos extranjeros". En un tuit en la red X dejaba claro que Sánchez ha convertido España en una "fábrica de extranjería".

El revuelo con catalán, el euskera y el vasco ha dejado a Alberto Núñez Feijóo en una situación delicada porque, como hablante del gallego, defiende que el castellano sea la lengua de uso en la cámara baja. De hecho la oposición le ha recriminado que no fuera él quien saliera a defender la posición del partido en gallego. Con las lenguas el PP tiene un doble perfil, entre la cordialidad y el menosprecio, y Feijóo ha pasado página del lío lingüístico escudándose en una cuestión formal para pasar de puntillas. En un tono de enfado, el líder del PP mantiene que la presidenta de las Cortes, Francina Armengol, actuó al margen de la ley al permitir el uso de las lenguas antes de que se aprobara la reforma del reglamento y se publicara en el Boletín Oficial del Estado. De hecho no descarta acudir al Tribunal Constitucional. "No es propio de un parlamento democrático", aseguró Feijóo este jueves después de que se repitiera la mayoría absoluta.

Como expresarse en catalán no está expresamente prohibido, el criterio lo han establecido los presidentes y presidentes del Congreso que, hasta la llegada de Armengol, han optado por blindar el castellano como lengua de uso común. Para dar la vuelta a la tortilla, Armengol se ha aferrado al artículo 32.2 del reglamento, que dice que "corresponde al presidente cumplir y hacer cumplir el reglamento, interpretándolo en los casos de duda". La expresidenta de las Islas Baleares, que tiene el aval de los servicios jurídicos, ha reinterpretado a la norma a la inversa hasta que el pleno ha refrendado la reforma del reglamento por la vía de urgencia y en lectura única.

La maniobra de desgaste de Vox

Al escuchar la primera intervención en gallego al Congreso -por parte del socialista José Ramón Besteiro-, los 33 diputados de Vox abandonaron el pleno como protesta y dejaron las orejeras en el escaño de Pedro Sánchez, que no estaba en el pleno. Volvieron a sus sillas para poco rato porque, al ver que Sémper también hablaba en vasco, se levantaron de nuevo y lo dejaron plantado en la tribuna de oradores. Más allá del numerito, el gesto no es inocuo teniendo en cuenta que la semana que viene el PP tiene comprometidos los votos de los ultras para la investidura insuficiente de Feijóo, que abraza la soledad parlamentaria.

vox congreso
Los diputados de Vox depositando el pinganillo en el escaño de Pedro Sánchez / Foto: EFE

La reforma plurilingüe evidencia la fragilidad de la relación entre el PP y Vox y, en este caso, la extrema derecha ha corrido a poner presión lo más rápido posible. En este sentido, Santiago Abascal ha anunciado una iniciativa para frenar el uso limitado de las lenguas cooficiales en el Senado, donde Feijóo tiene mayoría absoluta. El texto no tiene esperanza de prosperar porque, justamente, PP cree que el modelo de la cámara de representación territoriales es el adecuado (uso parcial en textos que no tienen rango de ley).

vox congreso
Els diputats de Vox dipositant l'orellera a l'escó de Pedro Sánchez