La sentencia del Supremo sobre el 1-O decidirá el destino de los procesados, sí. También valorará, además, el comportamiento del llamado periodismo de Estado, que desde mucho antes del otoño de 2017 ha hecho de su cobertura informativa un apéndice más de la investigación policial, de la instrucción del caso, de las acusaciones —de la fiscalía, de la abogacía del estado, de Vox—, bien aliñado con una hostilidad desmedida contra cualquier expresión soberanista. Mariano Rajoy ya supo verlo en su día y bien que lo agradeció.

En el futuro, el repaso de la producción de los diarios del 155 (y de las radios, televisiones, etcétera) que harán quienes quieran explicar imparcialmente la historia, dejará en evidencia que estos medios han sido parte más del aparato que se ha encargado, y se encarga, de desfigurar los hechos y fabricarlos, de conducir la represión mediática y de extender el miedo y la amenaza. Portadas y titulares hooligans podrán equipararse a los golpes de porra del 1-O. Lo prueban las portadas y titulares de hoy.

Era difícil esperar otra cosa, después de ver como estos diarios han colaborado con tanto afán en la fabricación del relato de las acusaciones —todos beben tácitamente de las mismas fuentes— y en su difusión, sin cuestionarlo ni un pelo, sin distanciarse, acríticamente. Qué remedio: han comprado la narrativa que ellos mismos se han encargado de componer.

Ni siquiera se escapa la portada de El País. Mientras ayer dedicaba un recorte mínimo a la exposición de las defensas, hoy abre haciéndose el escandalizado con el "alegato político" de los acusados. La impresión que da el diario de los progres mayores es que la defensa de los presos políticos cae fuera del canon de la ley y la justicia y que, jurídicamente, han acabado la vista con las manos vacías. En todo eso no hay nada casual. No hay duda de que ese es el efecto buscado.

Más vergüenza dan las portadas de la derecha impresa. La Razón subraya que ninguno de los acusados se ha arrepentido, toda una señal de que ya les ha condenado antes de que dicten sentencia los siete magistrados de la sala segunda del Supremo. ¿O es que alguien se arrepiente de un delito que aun no se ha establecido? Su titular es una ventana abierta a la actitud con que ven el caso: los acusados son culpables y el juicio sólo servía para vestir la mona con la ropa del "imperio de la ley" y del "estado de derecho" o de la ley del imperio y del derecho del estado, qué más les da. Bien sincronizados, La Razón, El Mundo y ABC, hablan de "amenazas", "reincidentes", "desafío" y, claro, de "golpe de estado". El tono de los titulares es del siempre, entre la inflamación patriótica del matón de cuartel y la burocracia agresiva de la agencia tributaria. No se ahorran ninguna humillación.

Son las portadas que habría hecho la fiscalía, la abogacía del Estado, la acusación particular de Vox.

Sólo hay que comparar esos diarios con los de Barcelona, que explican, cada uno con su mirada y su tono —sin ensañamiento—, otra historia de lo que pasó ayer en la última sesión del juicio al 1-O. Incluso El Periódico, al que no hace muchos días era difícil distinguir de la prensa más extremista de Madrid.

Al margen

Los comunes anunciaron ayer hacia las once de la noche que aceptan los votos del PSC para hacer alcaldesa de Barcelona a Ada Colau. Qué espabilados. Además de comunicarlo tarde, aprovecharon que la noticia del día era la última sesión de la vista en el Supremo para difundir su decisión, seguramente para hacerla pasar desapercibida. Algunos dirán que ayer era un día como cualquier otro. Otros que tienen la cola de paja y se afanan por esconderla tanto como pueden. Quien menos se ha dejado engañar por la maniobra —ventajas de su diseño modular— es El Periódico, que juega la decisión de los comunes casi por encima del juicio pero sin hacerle perder la preferencia. Bien jugado.

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