La visita de Juan Carlos I al Estado, con reunión con su hijo Felipe VI y comida con diferentes miembros de su familia, reina Sofía incluida, aunque con mascarilla por su positivo en covid, sigue llenando los titulares. Probablemente, será así hasta que vuelva al Estado de nuevo con motivo de unas regatas en Galicia y sin ninguna intención de dar explicaciones. Estas explicaciones, sin embargo, también se las tendrá que dar al actual monarca. Juan Carlos I ha burlado las normas internas que estableció Felipe VI con su llegada al trono para intentar ser una institución más transparente y evitar conductas poco ejemplares de su padre, ya que el emérito llegó al aeropuerto de Vigo con un avión privado, financiado por el emir del cual es huésped en Abu Dabi. Y este hecho excede "los usos habituales, sociales o de cortesía" que Felipe puso como límite a la aceptación de regalos por parte de la Familia Real, tal como informa Eldiario.es. Y aunque Juan Carlos no tiene ninguna función representativa, tanto él como Sofía de Grecia, siguen formando parte de ella.

Para el actual jefe de Estado, esta es una norma importante, ya que aparece en el primer artículo de la normativa sobre regalos a favor de los miembros de la Familia Real, que se implementó en diciembre de 2015, un año y medio después de su llegada al trono en junio del 2014 después de la abdicación de su padre, condicionada por los escándalos del emérito. Durante el reinado de Juan Carlos I, este recibió un yate, dos coches Ferrari e incluso casas. Eso contrasta de lleno con la idea de que "los miembros de la Familia Real no aceptarán regalos que superen los usos habituales, sociales o de cortesía, ni aceptarán favores o servicios en condiciones ventajosas que puedan condicionar el desarrollo de sus funciones".

Visita poco discreta y polémica

El viaje de Juan Carlos I ha supuesto un quebradero de cabeza importante para la institución, que esperaba que se comportara de una manera muy diferente de la que finalmente ha adoptado: ha sido el protagonista del fin de semana, se ha dejado ver, se ha negado a dar explicaciones e incluso ha ido a ver un partido del Barça de balonmano en Pontevedra, en el que jugaba su nieto Pablo Urdangarin con la camiseta blaugrana. Ahora, a todo eso, se le tiene que sumar el hecho de que tendrán que aclarar si este vuelo con el jet privado de 34 millones de euros ha sido o no un regalo. Según explica el diario El Independiente, el último real decreto que hace referencia a la transparencia de la Casa Real, publicado hace menos de un mes, estable que se publicará en la página web oficial de la institución "la relación anual de regalos institucionales que hayan sido recibidos por la Familia Real", ya que es responsabilidad suya registrar, custodiar y valorar los regalos que reciben por si resulta oportuno incorporarlos al Patrimonio Nacional o darlos a entidades sin ánimo de lucro.

Todo pone entre la espada y la pared a Felipe VI. El gobierno de Sánchez sabía perfectamente que este vuelo estaba costeado por el emir Mohamed bin Zayed, amigo del emérito, ya que la Zarzuela les ha comunicado todo sobre la visita de Juan Carlos. En este contexto, los vuelos no se han costeado con fondos propios de la institución y, por lo tanto, tienen que ser un regalo y se tienen que declarar como tal, pero un vuelo con un jet privado millonario es difícil de encajar en los "usos habituales, sociales o de cortesía".