Hace días, si no meses, que Yolanda Díaz acapara gran parte de los focos mediáticos. No sólo ha conseguido culminar su gran proyecto de legislatura, la reforma laboral, aunque fuera por los pelos y gracias al error de un diputado del PP por Cáceres. La vicepresidenta segunda del Gobierno también trata de construir su propia plataforma política --y para algunos personal-- que supere las siglas de Podemos. Un espacio que cobije todo lo que hay a la izquierda del PSOE y que aspire incluso al sorpasso. De ahí los cambios sustanciales en su discurso, no sólo sobre la legislación laboral, sino también en cuestiones tan políticas como el referéndum sobre la monarquía o el de autodeterminación. En la sala de máquinas donde la dirigente gallega está cociendo todo esto, siempre le acompaña un catalán. Es el histórico de ICV Josep Vendrell (Camarasa, Lleida, 1968), que es su director de gabinete. Siempre un paso atrás, pero siempre a su lado.

Díaz lo fichó en abril del 2021, cuando Pablo Iglesias lo dejó y la designó como sucesora. Le escogió no porque fuera un conocedor de la administración, que también, o porque lo enviaran los comunes. La razón es mucho más simple: son amigos. Lo son desde su etapa compartida en el Congreso de los Diputados como parlamentarios rasos, entre el 2016 y 2019. Los comunes catalanes y los gallegos tenían los despachos puerta a puerta en las dependencias de la cámara baja y trabaron una buena relación personal. También provenían de tradiciones políticas vecinas: una del PCE y el otro del PSUC.

Vendrell es un hombre más bien discreto, más de estar en la sombra que en la luz, aunque ha ostentado cargos con visibilidad pública, primero bajo el paraguas de ICV y después de los comunes. Su trayectoria empezó con los gobiernos tripartitos catalanes, siempre al lado de Joan Saura. Entre el 2003 y 2006 fue jefe de gabinete de la conselleria de Relaciones Institucionales y Participación y entre el 2006 y el 2010 secretario de Relaciones Institucionales y Participación. Un año después de la pérdida del poder, en favor de Artur Mas, acabó de diputado en el Parlament de rebote, en sustitución de Laia Ortiz, que se marchaba al Congreso. En la cámara catalana estuvo del 2011 al 2016, cuando también hizo las maletas para ir a las Cortes españolas, de número 3 de Xavier Domènech, donde estuvo hasta 2019. Antes de que lo repescara su amiga Yolanda Díaz, ejercía de nuevo en el Parlament, como coordinador del grupo parlamentario.

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Como histórico de Iniciativa, Vendrell vivió las tensiones de su partido con Ada Colau. En aquel momento era el secretario general de la formación y los ecosocialistas veían con recelo el hecho de borrar sus siglas dentro de una gran confluencia de izquierdas liderada por la activista antidesahucios. No en balde, ya durante la campaña de las municipales de Barcelona, la entonces candidata los relegó a una segunda fila, con mucho menos protagonismo. También vivió las tensiones en el interior de los comunes por el referéndum del 1-O. Vendrell firmó un manifiesto a favor de participar, junto a Jaume Bosch o Sara Vilà. Pese a señalar que carecía de garantías para ser vinculante, también sostenían que "la actitud reaccionaria y represiva del PP merece una respuesta contundente".

Ahora, sin embargo, aquellos recelos y batallas son pantalla pasada, visto el éxito electoral de la nueva marca, impensable con las anteriores siglas. El mismo paso han dado otros dirigentes ecosocialistas que sobrevivieron de la purga, como David Cid, que ha confluido plenamente. Ahora todos reman en la misma dirección y Vendrell es persona de la máxima confianza. El mismo Vendrell también cuenta con Colau para el proyecto de "Frente Amplio" que está montando Yolanda Díaz. Ya hubo una primera escenificación el pasado otoño en València, donde la alcaldesa acompañó a la vicepresidenta.

Yolanda Díaz fichó a Vendrell porque él es alguien que conoce por dentro la administración y ella alguien que quiere vender gestión, desde el salario mínimo hasta la reforma laboral. De ahí la bandera que ha ondeado del diálogo con los sindicatos y sobre todo la patronal. Pero también para dotar su vicepresidencia con un marcado carácter político, no meramente técnico. De ahí que sea vicepresidenta pero se reúna con dirigentes extranjeros e incluso haga una visita oficial al Vaticano, para reunirse con el Papa Francisco.

Los frutos ya se están notando de esta visibilización: ya hace meses que supera en nota a Pedro Sánchez en el CIS. Solo falta que se decida a oficializar su candidatura (los tiempos son importantes en política).