El historiador y periodista Joan Esculies (Manresa, 1976), autor de la biografía más reciente de Josep Tarradellas, sigue explorando el universo tarradellià con la publicación ahora de un libro que se centra en quien fuera el principal colaborador del president en el exilio durante la dictadura de Franco. La obra Josep Fornas, el solucionador (Pòrtic), Premi Carles Rahola d'Assaig 2022, se introduce en la trayectoria de una pieza clave para el sostén de Tarradellas en el exilio. En esta entrevista con ElNacional.cat, Esculies reflexiona en torno a las vicisitudes de Tarradellas para mantener el liderazgo político desde la distancia. Figura controvertida, Tarradellas ha pasado a la historia para pactar con Madrid la restauración del autogobierno en Catalunya, una restauración sobre la cual también tienen responsabilidad todos los partidos políticos que hoy, afirma el historiador, intentan hacer ver justo lo contrario. "La responsabilidad de esta restauración del autogobierno es de las tres partes: partidos, Madrid y Tarradellas. Las cosas positivas se tienen que sumar como pasivo de cada uno y las negativas, también", defiende.

¿Por qué fijar la personalidad de Tarradellas resulta difícil? ¿No era un personaje claro en sus objetivos?
Su personalidad era difícil de fijar porque él modificó su pasado a conveniencia, sobre todo cuando volvió, con la intención de dibujarse próximo a la figura de Francesc Macià, que consideraba que representaba la unidad de los catalanes. También porque su pasado lo tergiversaron personas desde el rumor y el desconocimiento. Por otra parte, porque de su pasado se coge lo que conviene, según la orientación política de cada uno, porque es una persona que ha vivido prácticamente un siglo y desde los años treinta en sitios de responsabilidad política.

¿Y fue lo bastante transparente en sus objetivos políticos o había algún misterio que provocara todos los recelos?
Su objetivo fundamental era muy transparente: devolver la institución del autogobierno, la Generalitat, una vez acabara la dictadura de Franco. Al respecto no había discusión posible.

Su exilio fue largo y con dificultades. ¿Eso no ponía en peligro su rol si en algún momento desfallecía?
Desde el momento que cruzó la frontera, en febrero de 1939, su principal motor para mantenerse era la voluntad de regresar a Catalunya con las instituciones del autogobierno, la Generalitat de Catalunya y el Parlament. En eso se centró toda su vida y toda la etapa en el exilio. Una vez fue el president el año 1954 lo que hizo fue simplificar al máximo el rol institucional en su figura, ayudado básicamente por un secretario. Tarradellas no quiso formar un gobierno en el exilio porque consideraba que un Govern que no gobernara sería como un gobierno de opereta, no serviría para nada y, por lo tanto, era innecesario hacerlo.

Lo concentraba todo en su persona...
Tarradellas no quería crear una institución complementaria en el exterior. Él era la Generalitat y lo que quería era devolverla a los catalanes en el momento en que la dictadura de Franco se acabara. Lo único que hizo fue proponer una asamblea nacional provisional, como una especie de órgano consultivo como había hecho Charles de Gaulle al acabar la Segunda Guerra Mundial en Francia. Este era su ejemplo.

JOAN ESCULIES / Foto: Montse Giralt
Joan Esculies / Foto: Montse Giralt

¿Cómo fue la relación exilio-interior? ¿En la documentación de Tarradellas se pueden comprobar las dificultades en mantener un liderazgo político desde el exilio?
La dificultad para mantener la legitimidad de la Generalitat en el exilio era muy alta porque Tarradellas tenía que luchar contra gente del interior que no lo querían a él al frente de la Generalitat, como por ejemplo el PSUC, Montserrat, Òmnium Cultural, sectores de Unió Democràtica. Se enfrentó por diferentes motivos. También se tenía que enfrentar con gente del exilio, que tampoco lo quería al frente de esta Generalitat. Eso lo hacía a través de la correspondencia, múltiples cartas e informes, que es lo que un poco hoy se pretende hacer con los tuits y a través de los medios de comunicación. Él, además, sabía que el futuro de Catalunya pasaría por los catalanes del interior y no les quería sustituir, lo que quería era tutelarlos, en todo caso, hacer valer su posición y volver teniendo una posición de gobierno; en la medida de lo posible, influir y gobernar, que es lo que acabó haciendo.

¿Qué facilitó su retorno?
Después de tantos años en el exilio, lo que propició su retorno fueron las elecciones de junio de 1977. No salió escogido el Pacte Democràtic de Jordi Pujol. La primera fuerza fueron los socialistas y después los comunistas. Al gobierno de Suárez no le fue bien y buscaron una alternativa para poder pactar y esta alternativa fue Josep Tarradellas. Pero sin su experiencia y su trayectoria, no habría jugado las cartas como las jugó.

¿Entonces Tarradellas fue usado por Madrid como muro?
Tarradellas es llamado por el gobierno Suárez para pactar este retorno del autogobierno, pero durante el verano del año 77 es una negociación a tres bandas: partidos políticos, Madrid y Tarradellas. La responsabilidad de esta restauración del autogobierno es de las tres partes. Las cosas positivas se tienen que sumar como pasivo de cada uno y las negativas, también.

¿Así pues, los partidos también han utilizado a Tarradellas para sacudirse cualquier responsabilidad del pacto de Tarradellas durante la Transición?
Sí. Los partidos a menudo, cuando miran esta etapa, lo que hacen es hacer ver que ellos no tuvieron nada que ver con este retorno del autogobierno y su restauración, cuando fueron arte y parte en las negociaciones de aquel verano, que se celebraron a tres bandas en Sant Cebrià, Perpinyà y París.

Se confunde autogobierno con autonomía, y Tarradellas era partidario del máximo autogobierno, de asumir las competencias para gobernar, sin límites

En época del 155 el Gobierno cambió el nombre del aeropuerto de El Prat por el de Josep Tarradellas, un gesto que no fue demasiado bien recibido por el independentismo. ¿Con todo lo que ha supuesto el procés, resulta obsoleto reivindicar más autogobierno como el que defendía Tarradellas?
Se confunde autogobierno con autonomía, y Tarradellas era partidario del máximo autogobierno, de asumir las máximas competencias para gobernar, sin límites. Autogobierno es llegar a tener el máximo de cotas de poder posible, de competencias posibles en manos de la Generalitat. Lo que hizo el gobierno de Pedro Sánchez fue dar el nombre del aeropuerto a Tarradellas porque el de Madrid se llamaba Suárez y era como una forma de rememorar esta fase de la Transición y que de alguna manera quedaran conectados en este imaginario. En todo caso, eso no creo que tenga ningún tipo de repercusión en el independentismo.

Joan Esculies con la biografía de Tarradellas en las manos / Foto: Montse Giralt
Joan Esculies con la biografía de Tarradellas en las manos / Foto: Montse Giralt

¿Ve similitudes entre los exilios de Tarradellas y Puigdemont?
La inspiración del president Puigdemont es Francesc Macià y la etapa del exilio en que él intentó que Catalunya tuviera una institución de autogobierno y, sobre todo, que se declaraba netamente separatista, como se llamaba al independentismo en la época. Tarradellas quería mantener en el exilio la legitimidad de una institución que ya existía y que los militares rebeldes eliminaron derogando el Estatut de 1932. Tarradellas no quería crear nada ex novo, ni liberar a nadie, sólo con que Catalunya se autogobernara como había hecho.

La situación de Tarradellas es completamente diferente a la de Puigdemont. Ahora, en España no hay ninguna dictadura, hay un estado que tiene que mejorar mucho, sobre todo el estado de derecho y las formas judiciales

¿Y qué le puede servir al president Puigdemont de la figura de Tarradellas como inspiración?
Tarradellas estuvo 38 años en el exilio y no desfalleció en su propósito político, no sé si Puigdemont se puede inspirar en eso. En todo caso, la situación es completamente diferente. Durante el exilio de Tarradellas lo que había en España era una dictadura, la de Franco, y cuando Macià estaba en el exilio estaba la dictadura de Primo de Rivera. En la actualidad, el president Puigdemont está en Bélgica y en España no hay ninguna dictadura, lo que hay es un estado que tiene que mejorar mucho, sobre todo su estado de derecho y sus formas judiciales. La situación en la cual se encontraba Tarradellas nosotros no podríamos hacer esta entrevista en Barcelona básicamente porque el régimen del momento no nos la dejaría publicar, no nos dejaría hablar alegremente del president Tarradellas, ni del president Tarradellas se podría hablar en una televisión pública porque no existiría, ni en Twitter, porque simplemente estaría perseguido.

Las últimas semanas han entrado a robar en el Arxiu Tarradellas en Poblet. El episodio podría alimentar teorías conspirativas. ¿Usted que conoce bien el archivo, cree que hay información comprometida para alguien?
Yo diría que la gente que entró eran gente que trabajan la zona, como se dice coloquialmente, y que lo que buscaban era lo mismo que buscan robando en las casas de la zona. Ha habido robos en la Conca de Barberà en los últimos meses. Si alguien dijo a los ladrones que en la caja fuerte del archivo había algún tesoro, les engañó directamente, porque no ha habido ni ningún tesoro, ni papeles comprometidos en ninguno de los sentidos. Esto sí que tendría que servir para que las instituciones pongan herramientas adecuadas para proteger el fondo archivístico y que no se pueda estropear entrando alegremente.

Joan Esculies en la librería Ola|Onda de Gracia, en Barcelona / Foto: Montse Giralt
Joan Esculies en la librería Ona de Gràcia, en Barcelona / Foto: Montse Giralt

Actualmente, en la política catalana hay discursos diversos, uno de ellos el que trata de prestigiar la idea del autogobierno desde la institución autonómica, por el contrario, el discurso que dice que la autonomía es un obstáculo para la independencia. ¿Cómo se pueden conciliar las dos visiones?
Hay movimientos de liberación nacional que parten de una fase en que no hay una institución propia, como por ejemplo el caso de Irlanda, cuando empieza su lucha contra el imperio británico simplemente lo que hay es la posibilidad de ser diputados en Westminster, esta lucha pasa por una fase de creación de un parlamento revolucionario. A partir de aquí se consigue una autonomía y después la independencia. El caso de Catalunya no tiene equivalente, porque ya se parte de una Generalitat creada en los años treinta partiendo de la imagen de la Generalitat medieval, que se recuperó el 77, pero que tampoco era la misma que la de 39. Pero esta recuperada lo que ha permitido es crear un imaginario catalanista, fomentarlo, difundir la cultura catalana, la lengua. Intentar ahora cargarse la estructura institucional de la Generalitat y el Parlament en pro de un movimiento nacional no tiene ni pies ni cabeza, no tiene sentido, también porque hay una parte de la población que no está de acuerdo.