Mañana es 7 de enero y toca volver al despacho. La situación epidemiológica, que se está agravando cada día más después de "salvar la Navidad", no da ni siquiera unas horas para respirar. Los contagios vuelven a subir y las vacunas ni siquiera se están administrando como tocaría. Mañana mismo, Salvador Illa ha convocado a los medios en rueda de prensa a las diez de la mañana en la delegación del Gobierno en Catalunya. En Barcelona mismo, donde ha pasado el día de Reyes en familia. Antes se reunirá con su equipo Covid del Ministerio. A pesar de la gravedad del momento, y las peticiones casi transversales, el candidato del PSC a las elecciones del 14-F sigue empeñado en compaginarlo con la cartera de Sanidad. Una decisión incomprensible para la gran mayoría, que ni siquiera es compartida por todos sus compañeros en el Consejo de Ministros. Con las elecciones a la vista costará diferenciar lo que es una comparecencia como ministro y una como candidato.

Hasta el momento, el jefe de filas de los socialistas catalanes se ha aferrado al cargo, asegurando que no lo abandonará –en sustitución de Carolina Darias, que también ha estado encima de la crisis– hasta que no arranque oficialmente la campaña electoral, el viernes 29 de enero. También ha asegurado que, hasta entonces, nada de campaña, centrándose exclusivamente en las tareas de ministro. Pero el Illa candidato ya ha incumplido esta premisa. No sólo ha sido de los primeros a viralizar un vídeo de la campaña –de la mano de Pedro Sánchez-, sino que el pasado domingo participó de su primer acto de precampaña acompañado del primer secretario socialista Miquel Iceta. También en Barcelona.

El reclamo de la oposición ha sido unánime para que Salvador Illa renuncie a sus responsabilidades de ministro, una vez proclamado candidato, y deje paso a alguien que se pueda dedicar en cuerpo y alma en un momento tan trascendental. Lo han exigido, evidentemente, la triple derecha del PP, Vox y Ciudadanos. Pero también el conjunto de sus contrincantes electorales, incluidos los candidatos independentistas Pere Aragonès (ERC), Laura Borràs (Junts) y Dolors Sabater (CUP), han cargado contra la duplicidad de funciones de Illa. Incluso Jéssica Albiach, cabeza de lista de los comunes en el Parlament, ha expresado su "preocupación" porque la tercera ola de la pandemia reclama "un ministro que esté las 24 horas" involucrado en la cuestión, y no a tiempo parcial. Sólo el PSC lo ha defendido.

Incluso se han alzado voces dentro del mismo gobierno de coalición, entre sus compañeros de Consejo de Ministros. Es el caso de la titular de Trabajo, Yolanda Díaz, que lo apremiaba en una entrevista: "Sería conveniente actuar con rapidez porque ya estamos en campaña electoral en Catalunya. La pandemia requiere toda la concentración, el ánimo, la inteligencia y la entrega. Yo ya estoy en campaña electoral, todos estamos en campaña". Pero los socialistas no tienen prisa. Prefieren esperar para hacer la pequeña remodelación de gobierno, que incluiría a Miquel Iceta dentro de la ecuación, para poder controlar los posibles daños de esta operación. No está previsto que afecte a las pocas carteras en manos de Unidas Podemos.

En medio de estos juegos propios de la política, la situación de la tercera ola de coronavirus no perdona. Lo demuestran los datos de contagios y defunciones día tras día. No sólo es que la Generalitat endurezca las medidas a partir de este jueves y durante al menos diez días. Otros gobiernos autonómicos, como el de Castilla y León, han puesto encima de la mesa la carta del confinamiento total de su población, un extremo al que el Ministerio de Sanidad se ha vuelto a negar aunque sea delimitado territorialmente. Y todavía tiene que llegar la radiografía completa de las Fiestas de Navidad. Por si fuera poco, el plan de vacunación tampoco se está implementando como se esperaba desde el Estado. Según el informe de este martes, las comunidades sólo habían administrado 139.339 dosis de las 743.925 dosis recibidas, o lo que es lo mismo, el 18,7% de las vacunas que han llegado al Estado español. Pero la ministra Darias, que también conoce la situación de primera mano, tendrá que esperar para quitarse el dorsal y saltar al terreno de juego.

La apuesta por el 14-F cocinada entre Pedro Sánchez y Miquel Iceta se ha basado justamente en eso: la gestión de la pandemia. De aquí las reticencias socialistas. Salvador Illa fue situado en un ministerio que no tenía competencias para que pudiera centrarse en la mesa de diálogo con la Generalitat, después del éxito de las negociaciones de investidura con ERC. Pero irrumpió una pandemia mundial inesperada. Y durante estos meses las encuestas externas y sobre todo internas, a pesar de la gestión con luces y sombras, le han catapultado como uno de los ministros mejor valorados del ejecutivo. Las mismas encuestas que llevaron a Iceta a aceptar el cambio de cromos casi en tiempo de descuento. Se lo dicen hace un año al mismo Illa, un hombre más acostumbrado a los despachos que a los focos y flashes, y casi no se lo cree.