Decía la portavoz de Podemos, Irene Montero, el primer día de la moción de censura a Mariano Rajoy que él era responsable de encender la mecha del conflicto en Catalunya con la recogida de firmas contra el Estatut. De hecho, es la chispa que ha provocado parte del incendio en el Congreso a lo largo de dos días de debate, donde el referéndum sigue siendo el humo negro que impide a Pablo Iglesias sumar a PSOE e independentistas para derribar a Rajoy. Pero ambos salen reforzados de la sesión: Podemos, como alternativa al PP, y este, como la moderación, frente al "espectáculo" del partido morado, en palabras de Rajoy.

El Gobierno se ha visto obligado a sacar su jefe a la arena del Parlamento para no emular la moción de censura de Cristina Cifuentes en la Comunidad de Madrid. "No nos gustó aquella imagen", decía un ministro de Rajoy sobre que fuera un consejero de Cifuentes quien la defendiera ante Podemos. El ministro descartaba que quisieran darle tanta entidad, pero fuentes de formación morada celebran los minutos de pantalla que ello les ha proporcionado. Creen que han satisfecho –por momentos– uno de sus atávicos objetivos: erigirse como la oposición a los populares.

Otro elemento que ha enaltecido a Iglesias es la ausencia del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, aunque ellos son de facto la oposición. No tiene escaño, pero su nombre ha aparecido varias veces en el cara a cara entre el portavoz José Luis Ábalos e Iglesias. Ábalos ha defendido los presuntos aires de cambio del "nuevo PSOE", quien se ha abstenido porque no quieren al líder del partido lila como presidente. Podemos, al mismo tiempo, les ha ofrecido su mano para pactar, aunque en Ferraz les han recordado, con rencor, que Iglesias no votó a favor en la investidura fallida de Sánchez –y por eso Rajoy sería presidente.

Y fuentes de la Moncloa no quieren reconocer que "la maniobra de agitación", según el presidente, les refuerza, pero este podrá esgrimir el argumento de que sigue contando con la confianza del Congreso. Nadie le ha tumbado, a pesar de los escándalos de las últimas semanas y la corrupción en el PP. Ciudadanos se ha mantenido de su lado, aunque ha tenido que encajar el envite de Iglesias sobre que Rajoy les "despreciaba" con su pacto de gobierno. Rivera se ha vuelto que "bajara del autobús", el Tramabús, y lo ha instado a abrirse a más acuerdos, "como Cs".

En paralelo, sin embargo, la cuestión catalana ha sobrevolado la cámara para avivar el enfrentamiento entre las fuerzas que podrían haber dado apoyo a Iglesias.

El "nuevo PSOE", como el viejo, sigue desaprobando un referéndum, pero apuestan ahora por la reforma plurinacional de la Constitución. Según Ábalos, los catalanes votarían dos veces "en el marco de la ley". Iglesias, quien ha visto cómo los socialistas se acercan a sus tesis desde la elección Sánchez, ha intentado marcar las distancias con el partido rival. Primero, se ha vuelto que hacía falta ser "valiente" y seguir reconociendo que Catalunya es "una nación", como decía Sánchez en campaña. Segundo, ha dicho que los socialistas ahora "criminalizaban" a ERC, aunque hicieron un tripartito con el PSC.

De hecho, la izquierda catalana también ha protagonizado un tenso debate sobre el derecho a decidir. El republicano Joan Tardà instó a En Comú Podem e Iglesias a sumarse al llamamiento del 1 de octubre para devolver el favor de votar en la moción de censura. Tardà avisó de que la "desobediencia" culminaría aquel mismo día, pero Xavier Domènech ha hecho una contra-oferta de último minuto. Domènech decía que ya hay una "mayoría" de izquierdas –con la CUP– suficiente en Catalunya para emprender un proceso constituyente, sin aclarar si eso suponía obviar el referéndum.

Precisamente, la "confusión" con el derecho a decidir y la "falta de concreción" en el programa de Iglesias llevó al PDeCAT a abstenerse. Domènech ha aprovechado para cargar contra los demócratas, en el marco del eje izquierda-derecha que acostumbra a propugnar. Ha dicho que la acción era como "abstenerse de Catalunya" y ha vuelto sobre CiU, afirmando que los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero y Artur Mas pactaron cómo "recortar" el Estatut. El portavoz Carles Campuzano, a su vez, criticó que defiendan la plurinacionalidad junto a políticas de corte centralista en el Estado.

Y así, Rajoy salía victorioso del hemiciclo, como también lo hicieron dos presidentes antes que él –Alfonso Suárez y Felipe González–, en la tercera moción de censura fallida de la democracia. Se ha vanagloriado de que los "radicales y los extremistas con actitudes poco saludables" habrían sido derrotados. A favor de Iglesias, 82 votos (ERC, Podemos, Bildu); en contra, 170 (PP, Cs); Abstención (PNV, PDeCAT, Coalición Canaria). Y curiosamente, una de las pocas veces que el líder plurinacional no supo qué responder al gallego fue cuando este le preguntó si la soberanía era de todos los españoles o no.