Josep Lluís Pérez i Pérez no fue el único miembro del Exèrcit Popular Català (EPOCA) que escapó de la policía española en el posfranquismo y halló refugio en un kibutz situado en el desierto del Néguev, en Israel. Otros, como Josep Maria Renyé, le acompañaron en el viaje. “Cuando el ministro Martín Villa anuló la amnistía, se produjeron redadas y detenciones de miembros del Exèrcit Popular Català, así que me dieron a elegir entre Francia e Israel, y yo elegí el segundo porque tenía conocidos que me habían hablado bien de los kibutz. Fue en el avión cuando me encontré con Pérez Pérez”, explica Josep Maria Renyé i Teulé, uno de los pocos históricos del movimiento independentista catalán que hace gala con orgullo de su condición de sionista. Hoy es un activista independiente, aunque perteneció hasta no hace demasiado a la CUP de Les Borges Blanques.

La organización en la que militó Josep Maria Renyé en su juventud era más conocida como EPOCA. Fue el antecedente directo de Terra Lliure y desde su nacimiento, a finales de los sesenta, hasta su disolución, unos diez años después, ofició de brazo armado del independentismo de izquierdas. Los miembros del Exèrcit se referían a ella de manera coloquial como La Casa. En realidad, fueron unos pocos. Se estima que no hubo más de treinta “liberados”. Disponían de una modesta infraestructura. Según cuenta Àlvar Valls, exmilitant d'EPOCA, en el libro Al cap dels anys, disponían de un millón de pesetas mensuales. Habían obtenido los fondos necesarios cometiendo un atraco en Vall d'Hebron que le costó la vida a dos policías. Al frente de la cúpula estaba el industrial Jaume Martínez Vendrell. En teoría, no actuaban. Solo se abastecían de armas y de dinero por si era necesario disponer de un ejército embrionario en el supuesto de que se creara una autoridad catalana. Tampoco se planearon asesinatos y, sin embargo, los hubo.

Josep María Renye. Facebook
Josep Maria Renyé estuvo en el kibutz Dvir con Josep Lluís Pérez Pérez / Foto: Facebook

Tanto el industrial franquista José María Bultó (muerto el 9 de mayo de 1977) como el exalcalde de Barcelona Joaquín Viola y su esposa Montserrat Tarragona (fallecidos ambos simultáneamente el 25 de enero de 1978) perdieron la vida como consecuencia de la explosión de sendos artefactos que dos comandos de EPOCA amarraron al pecho de sus víctimas. Supuestamente, el primero estalló porque Bultó desoyó las instrucciones e intentó sacárcelo por las bravas. Se cree que el que mató al matrimonio Viola explotó de forma accidental por un error del mecanismo. Nunca más se volvió a usar ese cruel procedimiento de adherir bombas al tórax.

Portada de la Vanguardia després de la mort de Bultó el 10 de maig de 1977
Portada de La Vanguardia després de la mort de Bultó el 10 de maig de 1977

Josep Lluís Pérez, uno de los hombres más buscados por la policía

El Josep Lluís Pérez que se subió a un avión en 1977 con destino a Israel junto a Josep Maria Renyé era justamente uno de los inculpados por el asesinato de Bultó y, por lo tanto, uno de los hombres más buscados de la España posfranquista. Acababa de cumplir 22 años y, por supuesto, desconocía cuando subió al Boeing que iba a pasar el resto de su vida en una granja colectiva situada en el desierto israelí del Néguev. Pérez y Renyé no eran los primeros miembros de La Casa que se escondían en el kibutz Dvir de la justicia española. Antes de salir huyendo y exiliarse en Israel había pasado ya por la Modelo y por la prisión de Soria. Su historia es la de la otra Generación Kibutz, mucho menos numerosa y, sobre todo, mucho menos conocida que la que documenta el realizador Albert Abril en un celebrado documental estrenado en 2019 sobre las peregrinaciones catalanas de los años sesenta a las comunas judías. No pocos hijos de la burguesía cool y de la gauche divine y no tan “divine” pasaron por allí, antes de que “lo israelí” se convirtiera, a los ojos de la izquierda, en el paradigma de “lo maligno”, de acuerdo al mismo dogma político al que se aferró Ada Colau recientemente cuando eliminó a Tel Aviv de la lista barcelonesa de ciudades hermanadas.

“Pérez estaba encarcelado, pero anduvo suelto unos meses hasta que Martín Villa logró que se anulara la amnistía. A él le acusaban de lo de Bultó y a mí, de pertenencia a la organización”, asegura Renyé. “Cuando llegamos al kibutz ya había otro chico más de Berga, pero no consigo recordar su nombre. Otros muchos catalanes no vinculados a La Casa habían pasado antes por allí. Coincidí con ellos durante el estreno de la película de Abril, pero no les conocía”.

Josep Lluís Pérez, treballant al galliner del quibuz
Josep Lluís Pérez, trabajando en el gallinero del kibutz / Foto: cedida

¿De quién y por qué huía Renyé?

¿De quién y por qué huía Renyé? Huía, por supuesto, de la policía española y una orden de arresto, solo que por cargos diferentes que los que pesaban sobre Josep Lluís Pérez i Pérez. “Yo no estaba en la primera sino en la segunda línea de combate. Me ocupaba de un taller de reparaciones de armamento. Hacíamos de todo, lo que nos encargaban, las piezas que necesitaban. Pero no estábamos al tanto de las acciones programadas. Me enteré de lo de Bultó y los Viola por la prensa”. Nunca, en realidad, se esclareció del todo si Pérez i Pérez estaba entre las cinco o seis personas que irrumpieron en la casa del cuñado de Bultó y le pegaron una bomba al cuerpo, porque, a pesar del paso de los años y la prescripción de los delitos, las versiones son contradictorias. “Pérez siempre me dijo que no había estado allí”, nos confiesa Renyé.

Tenía un pánico terrible a regresar a España porque sufrió unas torturas salvajes en la cárcel. Él se quedó toda su vida y yo me volví a Andorra al cabo de un año en contra de mis deseos porque me dijeron que mi padre había sido operado de un tumor. Recuerdo que le propuse regresar conmigo y casi se pone enfermo. No quería dejar aquel kibutz porque se sentía protegido. Te contaré un detalle: tenía unas cejas muy grandes y pobladas y se las depilaba para que no le reconocieran en Israel”. Lo que afirma Josep Maria Renyé coincide plenamente con la descripción que han hecho de Pérez otros judíos catalanes como Miquel Salerich, que también se relacionaron con él en el kibutz Dvir. Ambos viajaron a Israel con una falsa identidad. Pérez se hacía llamar primero Lluch Puig y, tras su conversión al judaísmo, adoptó el nombre hebreo de Yair. En su tumba figuran todos ellos, el que le correspondió por nacimiento y aquellos tras los que se ocultó hasta el mismo día de su muerte.

El retorno a España de Renyé

Josep Maria Renyé no volvió jamás a hablar con Lluch Puig después de abandonar Israel. Durante el año que pasó en el Dvir, le asignaron de ayudante de un encargado chileno del kibutz en una fábrica de plástico. Antes de poner un pie en España, pasó 16 años en Andorra, donde residía su familia. El padre era, de hecho, un conocido director de diario en el Principado. Su hermano, el lleidatá Aleix Renyé, es también periodista, además de actor y de escritor. “Alrededor del año 94 me obligaron a ir a declarar a la Audiencia Nacional acerca de lo de Bultó y los Viola, pero, para entonces, ya habían prescrito los delitos”, prosigue el antiguo miembro de La Casa. “A diferencia de Pérez, yo no me convertí al judaísmo ni pasé por el Tzahal, el ejército israelí. Eso es algo que haces si decides quedarte. Pero tenía amistad con uno del servicio secreto y nos íbamos juntos a pegar tiros por allí. También me daban un arma cuando hacía guardia en el kibutz. Siempre me arrepentí de no haberme quedado”. 

Jospe Lluís Pérez amb el seu amic argenti Gabriel Trzewik el dia del seu 50è aniversari. cedida per Gabriel Trzewik
Josep Lluís Pérez con su amigo argentino Gabriel Trzewik el día de su 50 cumpleaños / Foto: cedida por Gabriel Trzewik

El amigo argentino de Josep Lluís Pérez

Preguntamos por conocidos de Josep Lluís Pérez en el kibutz Dvir y alguien nos habla de un hebreo de origen argentino llamado Gabriel Trzewik. Trzewik, de 62 años, fue —coinciden todos— su mejor amigo en Israel, una de las personas a las que se confió de corazón durante su vida en el exilio. “Él se cambió de nombre y modificó su fecha de nacimiento nada más llegar aquí. Ni siquiera su familia sabía dónde estaba hasta el año 82. Todo lo que se les dijo a sus parientes es que estaba vivo. Vino en el 77 huyendo de la policía española porque aquí se vivía sin dinero una forma de vida socialista. Pero luego le gustó y decidió quedarse”, explica Gabriel Trzewik.

El argentino conoció al catalán en 1981, que es la fecha en la que él aterrizó por primera vez en el kibutz y cuando Pérez se hallaba completando su proceso de conversión al judaísmo. “Algunos años después, tras la apertura de fronteras europeas [la entrada en vigor del acuerdo Schengen], quizá a principios de los noventa, regresó a Catalunya por primera vez con un pasaporte israelí donde figuraba como nombre 'Yair Puig'. Pero no voló directamente a España sino a Francia. Cruzó la frontera por Perpinyà. Para entonces, la familia ya había venido a visitarle alguna vez. Los asuntos por los que le perseguían habían prescrito, pero a pesar de todo, contrató a un abogado para que pusiera por escrito que lo suyo estaba ya cerrado, como así sucedió”. “La nuestra fue una relación muy linda de amistad”, nos dice Trzewik, licenciado en Matemáticas y actualmente empleado en una empresa de aplicaciones informáticas.

Josep Lluís Pérez Pérez amb el seu pare i la seva germana a Barcelona. Cedida per Gabriel Trzewik
Josep Lluís Pérez Pérez con su padre y su hermana en Barcelona / Foto: Cedida per Gabriel Trzewik

Las fichas biográficas de Josep Lluís Pérez dicen que permaneció soltero hasta la muerte. Tanto Renyé como el antiguo miembro de EPOCA y Terra Lliure Carles Sastre tienen dudas sobre ello. Existen dos versiones diferentes. Una es que se casó y otra que mantuvo una relación sentimental con una viuda de guerra, madre de cuatro hijos. Ese no es el único aspecto de la vida de Lluch que permanece en las tinieblas incluso para los judíos con los que mantuvo con los años una relación más próxima. “Él no hizo acá una familia nueva, murió soltero. Tuvo algunas novias, pero no llegó a formalizar la relación lo que, al final, formaba parte de su amargura. Yo creo que no quiso dar el paso porque pensaba que no iban a poder con su mochila", afirma Gabriel Trzewik. "Trabajó muchos años en el gallinero aunque era licenciado en Pedagogía. Luego estudió diseño gráfico en Tel Aviv y se dedicó a ello hasta que murió en 2012. Era un gran lector y llegó a reunir muchos libros. Durante diez años seguidos vimos juntos la serie Cuéntame en la tele. 'Así decía mi abuela', me comentaba. O bien: 'Ese mueble es como el de mi casa'”, relata el argentino.

Viajes a España

Trzewik no conoce exactamente la secuencia de hechos que condujeron a Lluch al Dvir, lo cual es bastante lógico considerando que él llegó después y que Pérez no se prodigaba demasiado hablando de su pasado. Ni siquiera entró nunca en detalles acerca de su implicación en los crímenes que se le imputaban, más allá de que negaba haber tomado parte directa en los hechos. Siempre lo negó, incluso ante sus seres más cercanos. “A Lluch le extrajeron sus confesiones con torturas y eso dejó secuelas en su forma de ser. No quería volver a la prisión por nada del mundo. Es un temor que no desaparece nunca cuando uno ha sido preso político. Yo he vivido la dictadura argentina e incluso a día de hoy hay cosas que me molestan. En uno de sus viajes a España, volvió a sacarse el carné de identidad como José Luis Pérez Pérez y cuando iba a recogerlo le dijeron que pesaba sobre él una orden de captura por infracciones de tránsito. Fue un error porque sus apellidos son comunes allá, pero se dio un susto tremendo. Como se dice en Argentina, sudó tinta china”.

Josep Lluís Pérez poc abans de morir, en el seu darrer viatge a Barcelona desembre del  2011
Josep Lluís Pérez, poco antes de morir, en su último viaje a Barcelona, en diciembre de 2011 / Foto: cedida

Pérez murió en el kibutz Dvir como Yair Puig. Ya a las puertas de su muerte, hizo un último viaje a Barcelona para despedirse de su familia. Su padre le sobrevivió cuatro años. En España no constaba ni siquiera como muerto. “Él dejó escrito que le incineraran. La mitad de sus cenizas se quedaron en el kibutz y el resto se las enviaron a su padre a Barcelona. Él era muy catalanista. Leía en catalán, escuchaba música catalana. Me legó a mí sus discos y sus libros acabaron, de común acuerdo con sus padres, en la biblioteca de la Universidad de Jerusalén. Luchó bastante por su vida: quimioterapia, tratamientos... Pero los últimos meses estuvieron de más. Murió estando yo en la casa porque hacíamos turnos para no dejarlo solo. Lo último que hicimos juntos fue cantar canciones de Serrat”, relata Gabriel Trzewik.

 

Foto principal: Josep Lluís Pérez Pérez, recién llegado al kibutz Dvir, en Israel / Foto: cedida por Gabriel Trzewik