Jordi Graupera deja el Ara. El periodista, filósofo y profesor de la Universidad de Nueva York es el primer colaborador del diario barcelonés que abandona la publicación por la decisión de la empresa editora de no publicar los anuncios de la campaña institucional del referéndum del 1 de octubre.

Graupera, que colabora con El Nacional, entre otros medios, ha hecho pública su decisión mediante una carta en su blog. El periodista considera "insuficiente" que el diario pueda acabar publicando los anuncios en formato de noticia y explicando que ha estado "amenazado por el Estado, ya sea públicamente vía la fiscalía (...) o sea privadamente". "La libertad existe por el deseo de los hombres, pero retrocede cuando alguien no defiende el trozo de trinchera que le ha tocado vigilar", afirma Graupera.

La asamblea de trabajadores del diario Ara también ha expresado su desacuerdo con la decisión del rotativo de no publicar la publicidad institucional del referéndum del 1 de octubre.

Acto seguido reproducimos el contenido íntegro de la carta en que Graupera anuncia su decisión:

"Dejo de escribir en el Ara porque la propiedad ha decidido que no se publicarán los anuncios que llaman a votar en el referéndum del 1 de octubre. Después de que algunos accionistas, la redacción y algunos colaboradores hayamos expresado nuestro desacuerdo, parece que la decisión que busca consenso es publicarlos en formato de noticia. Y explicar mejor que el Ara ha sido amenazado por el Estado, ya sea públicamente vía la fiscalía, —que interpreta que puede prohibir a una empresa privada publicar publicidad por razones políticas—, o sea privadamente, —haciendo saber a la propiedad que es una pieza de caza mayor—. Para mí, es insuficiente.

He escrito en las páginas del Ara que la estrategia del Estado consiste en hacer que el referéndum pinche, entorpecerlo, a partir de mercadear con el miedo y con los intereses de la gente y de las clases dirigentes del país, dado que no puede frenarlo de verdad. No sin pagar un precio que hoy los españoles no están dispuestos a pagar. Es una estrategia de manual, aplicada groseramente, para el control social. Extorsiona a las élites, asusta al pueblo.

Soy independentista porque creo que Catalunya merece gobernarse sin miedo ni coacciones, o al menos, sólo con las que no tiene poder para quitarse de encima. Soy partidario del ejercicio del derecho a la autodeterminación porque pienso que expresa la parte más civilizada de nuestro momento histórico en el mundo. Y es nuestro deber, cuando estamos ante una injusticia flagrante que sólo nosotros podemos describir, poner sobre la mesa las soluciones que sólo dependen de nosotros. El tiempo histórico nos acompaña. Nuestro poder de veto es este: no se gobiernan las naciones sin permiso. Pienso que la naturaleza humana brilla más cuando la gente se puede hacer responsable de sus actos, hacer su aportación al momento presente y explicar su historia.

Un país que se conforma con no ser responsable de sus asuntos públicos, que acepta el rol subordinado porque es minoría, es un país que da hijos contrahechos y miedosos, ideal para ser explotado por todos los chantajes morales. La libertad existe por el deseo de los hombres, pero retrocede cuando alguien no defiende el trozo de trinchera que le ha tocado vigilar. Catalunya es nuestro punto de vigía, y la libertad de los pueblos, nuestro trozo.

El diario Ara ha sido mi diario porque ha defendido que hacía falta un referéndum y que es mejor votar sí, a pesar de la hostilidad del estado. Eso tiene consecuencias. No puedes dejar tirado el Parlamento cuando el Parlamento ha hecho lo que tú le decías que tenía que hacer. No puedes ignorar la legalidad de un Parlamento que dices que tiene derecho a convocar un referéndum, en nombre de la amenaza de un estado que te quiere destruir, y que lo hará igualmente si no te pliegas a su visión del mundo. Tenemos en frente una amenaza de un fiscal que se salta los derechos fundamentales por orden del gobierno. Es nuestra obligación resistir.

La autodeterminación de Catalunya nos ha puesto por primera vez ante una decisión política sobre la cual nosotros pagamos todas las consecuencias porque nosotros somos a los únicos autores. Es el fin del infantilismo político que siempre da la culpa a los otros. Esta decisión impacta todos nuestros posicionamientos políticos porque nos obliga a planteárnoslos seriamente: sólo nosotros podremos ser garantes, no otro estado al cual siempre puedes escarnecer porque te es hostil. Te es hostil, mientras paga el precio de defender unos derechos y un lugar en el mundo, que son los tuyos.

Eso para mí quiere decir que el diario Ara tiene que publicar la publicidad institucional que llama a la gente a votar, no a pesar de que sea prohibida por el Estado y no a pesar de que haya sido amenazado. Justamente porque ha sido prohibida y porque nos persiguen. También quiere decir que tengo que dejar el diario porque tengo que poder decir que esta cuestión es fundamental, que expresa justamente la razón por la cual todavía no somos libres, y se lo tengo que poder decir sobre todo a mis amigos, a mis aliados, a los que piensan como yo, que esta es la libertad que queremos y necesitamos. Ya lo sabéis todo esto, lo hemos descubierto juntos. Dejarlo es mi manera de decirle al Ara, el diario que está de acuerdo con eso, que se está equivocando crucialmente y nos hace menos libres. Ni la información ni la opinión tienen credibilidad si no van acompañadas de acciones coherentes. Si crees que la prostitución es una esclavitud, no publiques anuncios de putas, si crees que Catalunya tiene derecho a la autodeterminación, publica anuncios que llaman a votar un referéndum aprobado en el Parlamento.

Dejarlo es mi manera de decirle al Ara, (...) que se está equivocando crucialmente y nos hace menos libres

La solución del Ara, publicar los anuncios como noticia, es insuficiente porque alimenta los mismos problemas que nos han llevado hasta aquí. Hace creer que ya es suficiente con hacer ver que somos libres. Se hace cargo de las necesidades de la propiedad por encima de los lectores y los trabajadores porque España les aprieta. Convierte el conflicto en una cuestión de forma en lugar de ir al fondo. Y se niega a pagar el precio de las ideas que defiende por escrito. Esta es la Catalunya que hemos venido a superar y esta necesidad de superarla hizo aparecer la sociedad donde tenia sentido fundar el Ara.

Si quieres que tu periodista pinche en el momento decisivo ante una información incómoda, si quieres que el columnista se atreva a publicar la idea nueva y necesaria que cabreará a sus amigos, si quieres que el cronista mire el país y lo explique con tanta empatía como crueldad, si quieres que el lector vea claro en los momentos más confusos, necesitas que todo el resto sea sólido y fuerte. Hoy decido irme porque con esta decisión se ha vuelto imposible pinchar desde el Ara. Quizás no lo hubiera hecho nunca, pero ahora sé seguro que no podrá pasar y no quiero volver a oír que alimento el sistema de miedos y coacciones que mantiene a mi país esposado.

Pero en cambio, esta decisión de mi diario me da la oportunidad de poder decir las cosas quizás más claras que nunca. Es también un momento decisivo para mí, porque puedo decir lo que pienso que es verdad y bueno, aunque no me conviene. Es una oportunidad única para abrir esta conversación, y tengo que aprovecharla. Lo que dices y lo que haces raramente están tan cerca, en la política.

Amigos que también se han planteado marchar han decidido no dar el paso para no hacer daño al diario. Otros han decidido irse en silencio. Los entiendo, como también entiendo a la dirección y la propiedad del diario. Cómo no hacerlo, si es lo que hemos visto y hecho toda la vida. Yo creo que le estoy haciendo un bien, incluso si estoy equivocado. No es ningún gran gesto, ya lo sé: al fin y al cabo, hacía dos columnas al mes. No me juego ni una décima parte de lo que se juegan otros. Pero lo que me juego es mío, y es vivir según pienso. Y pienso que si nos plegamos al miedo y a las coacciones, desaparecemos".