El rapero Simo Gnawi ha sido condenado esta semana a un año de prisión por Larga vida al pueblo, una canción muy crítica con el rey Mohamed VI, a quien se alude como la "serpiente que hay que decapitar" y se le llama "comendador de los adictos" en alusión a su título religioso de "comendador de los creyentes" en relación satírica a Marruecos como gran exportador de cannabis y a la élite que se aprovecha de su proximidad a Mohamed VI para "saquear los tesoros del país". Los paralelismos con el caso Valtònyc no son pocos.

La canción es dura. Habla de los padres y madres que lloran a sus hijos ahogados al atravesar el Mediterráneo para buscarse la vida en Europa, del paro, de la represión policial, de los niños que sobreviven con pan y té y "sólo comen lentejas los días buenos". No es muy difícil entender que responsabiliza de ello al mismo Rey. "No estoy aquí para besar tu culo ni para glorificarte. Estoy aquí para traer una bomba", dice uno de los versos.

Larga vida al pueblo, interpretada por los raperos Gnawi, Lzɛer y Aâcha Chaâb con furia y enfado, se ha viralizado. Ya ha pasado de 16,5 millones de visualizaciones en YouTube y los jóvenes la cantan en los estadios de fútbol. "Se ha convertido en un himno de los oprimidos", comenta un admirador en esa red social.

La respuesta del régimen ha sido matar al perro. El ministro de cultura de Marruecos ha suspendido los conciertos de rap. El efecto ha sido el contrario: Gnawi es noticia por todo el mundo y también la represión de los derechos humanos y la corrupción en Marruecos, que aparece como una dictadura monárquica consolidada.

A Gnawi lo arrestaron a principios de noviembre, pocos días después del lanzamiento de la canción. Oficialmente le acusan de insultar a la policía. Su abogado ha explicado al Financial Times que el verdadero motivo de la condena es la canción. A Gnawi le ha pasado como a otros activistas por la democracia, contra la corrupción o a diversos periodistas, condenados no por sus protestas o poner al descubierto las miserias del régimen, sino por "conducta inmoral", un pretexto que hace más fácil explicar públicamente la represión.

"La popularidad de la canción, según varios activistas y analistas, da fe del creciente descontento provocado por la situación política y económica. El monarca es el objetivo directo de la ira que se derrama en las redes sociales. Las protestas piden una transformación democrática como la que ocurre en Argelia, al Iraq o en el Líbano, países donde hay levantamientos populares contra los gobernantes, considerados ineptos y ladrones", dice el diario económico.

Felipe y Mohamed, los dos VI

Mohammed VI, aunque ha cedido una escasa parte del poder al parlamento y en el gobierno surgido de las elecciones, es todavía el líder supremo del país, controla los servicios de seguridad y los organismos religiosos y es uno de los principales hombres de negocios de Marruecos.

La casa real española tiene una larga historia de relaciones con la casa real marroquí. La última visita de Felipe VI a Mohamed VI es del pasado mes de febrero. La monarquía española, que en público nunca ha dicho nada sobre la crítica situación de los derechos humanos en el país magrebí, tiene muy presente que España es el primer socio comercial de Marruecos, con quien factura más de 14.000 millones de euros al año. Unas 800 empresas españolas tienen sede en Marruecos y otras 20.000 mantienen relaciones comerciales con el gobierno u otras firmas de ese país.