Como el ansia de poder forma parte de la condición humana, los padres fundadores de los Estados Unidos establecieron un equilibrio de contrapoderes en la Constitución para limitar las potestades del presidente, pero con el paso del tiempo observaron que no era suficiente y hace 70 años aprobaron la 22ª enmienda, que prohíbe la continuidad de un presidente más allá de dos mandatos. La limitación de mandatos se observó como algo positivo para el buen funcionamiento de las instituciones y la han aplicado países democráticos, organismos y entidades de todo tipo. Sin embargo, suele ocurrir en algún tipo de dirigentes que se acostumbran tanto al poder que no saben vivir sin él y entonces se empeñan en eternizarse con maniobras patéticas para alargar el mandato o para continuar mandando desde la sombra. Ejemplos no faltan. Vladimir Putin y Nicolás Maduro han encargado la elaboración de leyes a la medida de su ilimitada ambición y a José María Aznar le salió rana la designación del mediocre Rajoy como sucesor, por eso no para de conspirar contra él, aunque sea favoreciendo a los rivales falangistas.

Ahora mismo, Joaquim Gay de Montellà, el presidente de Foment del Treball, que acaba mandato a finales de año, en vez de ir despidiéndose, lleva a cabo una inaudita campaña de autopromoción que cualquiera diría que está haciendo lo imposible para continuar o para dejarlo todo "atado y bien atado". Cuenta con poderosos aliados en Madrid. El diario El Mundo le ha dedicado esta semana una entrevista y una portada como si se tratara de un presidente de Gobierno. Como por estatutos no puede continuar como presidente de Foment, se ha sacado de la manga una fundación que le permita seguir al frente mandando él a través de un presidente títere.

La continuidad de Gay sería muy bien vista por el Gobierno de Mariano Rajoy, al que el todavía presidente de Foment ha prestado importantes servicios, poniendo la patronal catalana a disposición de la ofensiva política y sobre todo económica del Deep State. Cuando el Gobierno conminó las empresas catalanas a cambiar de sede para atemorizar a los catalanes, la actitud de Gay de Montellà fue justificarlo en vez de denunciarlo, no hizo ningún esfuerzo para que no abandonaran el país y atribuyó al Govern de la Generalitat la responsabilidad de frenar la diáspora empresarial. Y después de las elecciones, siguiendo las instrucciones del PP, presionó a Ciudadanos para intentar formar un gobierno unionista en la Generalitat.

Muy significativa resulta su posición respecto la aplicación del artículo 155 con que se destituyó al Govern legítimo de Catalunya. Numerosas empresas y proveedores han alertado de que se ha frenado la toma de decisiones y se ha multiplicado la burocracia con efectos perniciosos para las empresas y para el país. Sin embargo, en sus declaraciones a El Mundo, Gay de Montellà dice que el 155 "está solucionando el día a día adecuadamente". Se pone a favor del 155, y, en cambio, carga contra los sindicatos catalanes por defender la libertad de los presos, cuando todo el mundo sabe que, además de una cuestión de justicia, la libertad de los presos es una condición imprescindible para normalizar la vida política y económica de Catalunya y de España. La patronal catalana es una institución importante y en los tiempos que corren convendría que la dirigiera algún partidario de fomentar no solo el trabajo y también el diálogo, es decir, alguien más dialogante que beligerante.