Boadella está enfadado. La casa que tiene en el pueblo de Jafre (Girona), de sólo 396 habitantes y miembro de la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI), ha sufrido varios ataques durante el último año. Si hasta ahora "le habían roto las higueras chumbas", "tirado basura dentro de casa", la última gamberrada ha sido cortar unos cipreses, y "ponérmelos dentro del jardín", afirma.

El dramaturgo está tan harto que ha hecho un gran cartel (véase la foto) donde denuncia: "Aquí crecían tres cipreses. Unos cobardes los cortaron durante la noche. Quieren imponer el pensamiento único", ha posado a su lado y se ha hecho una foto. También ha pedido reunirse con la alcaldesa, Núria Berga, para abordar la situación que ya está denunciada a la policía, pero sin embargo, según explica a Efe, no ha recibido respuesta. 

Sus múltiples ausencias, la última de cinco semanas, ha ayudado a que se ensañen con su finca, en la que tiene una parte de campo sin cerrar. Y siempre que han decidido adentrarse ha coincidido, dice, con sus "declaraciones políticas" críticas con el nacionalismo catalán. 

Croada Boadella

La obsesión de Albert Boadella y su mujer, Dolors Caminal, con el independentismo ha molestado a un pueblo donde el 27S en torno a un 85% de sus votantes votaron Junts pel Sí y la CUP. No sólo se trata de sus palabras contra el independentismo, sino también de su particular cruzada contra Jafre.

Caminal ha tenido un papel importante. Cuando la estelada ondeó en el campanario del pueblo ya fue el colmo. Dirigió un escrito al secretario general de la Conferencia Episcopal Española, pero le dijeron que lo hablara con los obispos catalanes. Y el obispo de Girona, Francesc Pardo, sólo mostró disponibilidad para "mostrar mi visión de los hechos", y el mosén de Jafre le dijo que "el pueblo lo pide". Por eso llegó a enviar una carta directa al Vaticano, como explicaba en un extenso reportaje a ABC.