Los grupos municipales de ERC y de la CUP han pedido explicaciones al alcalde de Tarragona, Josep Fèlix Ballesteros (PSC), sobre la inauguración el viernes pasado de los Juegos Mediterráneos, según informan los dos partidos. Los republicanos ya han solicitado una reunión con el alcalde para saber el número de entradas vendidas, por qué canales se ha hecho la venta, cuántas entradas se han regalado y con qué criterio y cuántas peticiones de entradas se han denegado.

"Exigimos una explicación pública y que pueda ser contrastada por la poca afluencia de público a la inauguración", ha afirmado el portavoz de ERC en Tarragona, Pau Ricomà. ERC también quiere determinar si son ciertas algunas informaciones sobre la posibilidad de que se regalaran entradas a VOX y SCC (Sociedad Civil Catalana).

En este sentido, la CUP también reclama explicaciones ante la "supuesta connivencia entre la organización de los Juegos y la extrema derecha españolista" porque "se habrían podido facilitar entradas para mostrar una grada absolutamente monárquica".

El alcalde de Tarragona, Josep Fèlix Ballesteros, ha negado que hubiera público seleccionado en la inauguración de los Juegos Mediterráneos y justifica que las gradas vacías estaban reservadas para los deportistas. Ballesteros- en una visita al Anillo Mediterráneo al lado del presidente del Parlament, Roger Torrent-, ha asegurado que la venta de entradas no estaba dirigida. "Se dicen muchas tonterías", ha cerrado el alcalde de Tarragona, y ha asegurado que es "imposible" que la venta de entradas estuviera dirigida, porque sólo podían retirarse de seis en seis.

El alcalde ha justificado que el Nou Estadi no estuviera lleno por las reservas hechas a la familia olímpica -3.000 plazas para los atletas, aunque casi todos se fueron después del desfile-, 1.800 para delegaciones y 800 para voluntarios. El Nou Estadi tiene un aforo de 14.000 plazas y el objetivo era vender la mitad de localidades, una meta cumplida porque se vendieron 6.793, según Ballesteros.

El alcalde también ha criticado los silbidos que se escucharon el viernes pasado cuando él nombró al president Quim Torra, y los ha rechazado sin "ningún tipo de paliativo", aunque los ha enmarcado en la "libertad de expresión".