Carlos Fonseca (Madrid, 1959) acaba de publicar 23-F: La farsa, una investigación sobre la maquillada instrucción judicial del golpe de estado de 1981. Ha tenido acceso a un sumario en que se ignoraron pistas, se descartaron indicios y se ocultaron pruebas. No expone una nueva teoría sobre el golpe, pero sí que retrata, con hechos, la opacidad del Estado ante el episodio más grave de la actual etapa democrática en España. "A veces tengo la sensación de que este país no tiene memoria", confiesa el periodista en su entrevista con ElNacional.cat. Fonseca recibe el periódico en un bar del acomodado barrio madrileño de Aravaca, situado prácticamente en las afueras de la capital española, un antiguo municipio independiente engullido por la gran ciudad durante la dictadura, en 1951. Lleva una carpeta repleta de documentos. Son fragmentos del sumario del 23-F, que consulta durante la entrevista.

Se ha impuesto como condición ineludible tener acceso a la causa del 23-F para publicar el libro. Al tener acceso ve que la instrucción del caso fue una farsa; de aquí el título del libro...
Es una investigación embridada.

¿Eso le hizo volver más pesimista sobre si nunca se podrá aclarar qué pasó realmente el 23-F?
No, no. Sí que se podrá. Estoy seguro. El problema es que la documentación sobre el golpe no se resume en el sumario, que tuvo unas carencias notables. Hay más información, como cintas grabadas que no se incorporaron en la causa. El sumario, por ejemplo, contiene intervenciones telefónicas de una serie de personas, pero están siempre en sus domicilios. Siempre se ha dicho, oficialmente, que no se intervinieron los teléfonos del Congreso, mientras que quien fue delegado del gobierno en Telefónica aseguró que sí que se pidieron estas intervenciones. Y en el sumario no están incorporadas. Además, las cintas intervenidas arrancan a partir de la 1:15 de la madrugada del 24 de febrero.

Es decir, una vez ya ha comparecido Juan Carlos I en la televisión.
Han pasado siete horas desde el inicio del golpe. ¿De verdad que no se ha hecho ninguna intervención?

Está claro que sí...
Bueno, oficialmente, no. Y estas cintas también arrancan justo después de que Armada se haya reunido con Tejero en el Congreso y este segundo no le haya permitido ofrecerse como presidente del gobierno a los diputados secuestrados.

También ha tenido usted acceso al archivo personal de Alberto Oliart. Una de las anécdotas más impactantes del libro es que el exministro de Defensa confiesa haber ordenado al juez instructor de la causa del 23-F acotar la investigación a una treintena de jefes, oficiales y altos mandos; en lugar de 8.000 militares. ¿Eso sale de este archivo personal?
No, aparece en uno de sus dos libros de memorias. Lo explica como si de una mera anécdota se tratara, cuando es gravísimo. Porque, además, asegura también haber comunicado la decisión a Calvo-Sotelo y al rey. Pero una de las mayores sorpresas fue ver que el archivo de Oliart cedido por su familia a la Fundación Transición Española está expurgado. Faltan documentos en los archivadores que sí que figuran en los índices. Y no ha sido la familia quien los ha expurgado.

Ha tenido acceso a las declaraciones de los diputados ante el juez instructor. Hay contradicciones flagrantes entre en los testimonios. Hay quien condena firmemente el golpe y quien deja constancia de un buen trato recibido por los militares. ¿A qué lo atribuye?
Es tan sorprendente que no le he encontrado ninguna explicación. Ya me sorprende que de los 350 diputados, solo 70 quieren testificar. Y, de estos, hasta 40 contestan casi por cortesía: se remiten al informe elaborado por la Mesa sobre el golpe de estado. Señalan que no tienen nada más que añadir. Entre los que sí que declaran hay los que casi empatizan con los asaltantes, y dicen que estos señores estaban más dispuestos a morir que a matar. Hay quien, incluso, habla de "presunto" golpe de estado.

Carlos Fonseca - Pablo Blázquez
Carlos Fonseca, en un momento de la entrevista / Foto: Pablo Blázquez

¿Y usted no ha podido, con toda su investigación, darle sentido a eso?
No... ¡Es que resulta que el más duro con los asaltantes es un antiguo miembro de las Cortes franquistas! Da la sensación de que han vivido cosas absolutamente diferentes. Yo lo que tampoco he querido hacer es explicar una nueva teoría. Este libro va sobre la investigación policial y judicial del 23-F, que tiene muchos agujeros. Se sustenta, únicamente, en aquello que está documentado. No quiero extraer conclusiones para el lector. Hay cosas obvias, y otras que no tienen explicación, como esta de los diputados.

No quisieron declarar ni Felipe González ni Alfonso Guerra...
Ni tampoco Santiago Carrillo, ni Agustín Rodríguez Sahagún, ni Adolfo Suárez... Y a estas personas, durante el golpe, las llevaron a una habitación aparte. Me resulta sorprendente.

También ha tenido acceso a la transcripción de una comparecencia en el Congreso a puerta cerrada que hace el exministro Oliart después del 23-F. Ha necesitado el permiso de la Mesa, que es ahora de mayoría progresista. ¿Detecta más transparencia en el PSOE que en el PP, o ambos partidos son igual de opacos con el 23-F?
Facilidades, ninguna. La Mesa me autoriza consultar una intervención que no se había publicado nunca en el boletín oficial de las Cortes, mientras que desde 1981 ha habido muchísimas iniciativas que han reclamado la desclasificación de la documentación del 23-F. Y los gobiernos que se han turnado desde entonces han sido del PP y del PSOE. No lo han aceptado nunca porque no hay voluntad política. Hay un relato oficial que es el que se prevé preservar: eso es así y no hay nada más que saber.

¿Por qué?
Porque España es un país que, a veces tengo la sensación, no tiene memoria. Hablamos del hecho más grave de esta nueva etapa democrática, en la que se estuvo a punto de hacer fracasar una democracia embrionaria. Y ya han pasado 43 años. Eso ya es una suposición mía, sin ninguna prueba: no quieren que se conozca aquello que puede modificar el relato oficial.

A veces tengo la sensación de que España no tiene memoria

Felipe González no sale nada bien parado en este libro. ¿Como definiría su papel el 23-F o en aquel periodo de la historia? No testifica ante el juez instructor, aboga por un gobierno de concentración con Calvo-Sotelo, tiene una intervención muy pobre y desinteresada cuando Oliart rinde cuentas sobre el golpe, y también aparece como vicepresidente en la propuesta de gobierno que Armada le hace a Tejero.
Yo no creo, y lo digo tajantemente, que el PSOE estuviera implicado en el golpe.

La pregunta no insinúa eso.
Lo sé, lo sé, pero quiero que quede claro. A ver, Felipe González había presentado una moción de censura contra Suárez en 1980, que lo dejó muy tocado. Consciente de su debilidad, el PSOE participa en la conspiración por derribarlo. En las actas del partido, queda constancia de que planeaban otra moción de censura para 1981, en la que, presuntamente, críticos de UCD también darían apoyo a ella.

Pero Suárez se adelanta a todo eso presentando su dimisión.
Y hay una parte del PSOE que aboga por un gobierno que dé estabilidad a la situación. Pero Calvo Sotelo argumenta que el gobierno de concentración sería una claudicación: hacerlo porque ha habido un golpe de estado, no para que haya una voluntad real. El PSOE se adentra en una dinámica que, como mínimo, es imprudente, dada la situación de inestabilidad. Y Enrique Múgica se mete en un jardín en aquella comida con Armada en la que deja al PSOE en una mala posición; por la posibilidad de que los socialistas hubieran aceptado un gobierno de concentración con un presidente que podría ser un independiente o un militar.

Carlos Fonseca - Pablo Blázquez
Carlos Fonseca conversa con ElNacional.cat / Foto: Pablo Blázquez

¿Quién es el elefante blanco?
Armada no es. Oliart, en su comparecencia en el Congreso después del 23-F, ya ha situado a Armada en la picota cuando los diputados le preguntan si el elefante blanco es él. Y dice que no hay bastantes elementos para determinar a quién se referían con el elefante blanco. Entonces, si no era Armada...

Es el rey...?
No, no. Eso lo dices tú.

¿Pero usted lo piensa?
No, yo no creo que el rey se hubiera presentado en el Congreso. En la vista oral, Armada dice que la noche del 23-F, en una conversación telefónica, da al secretario general de la Casa Real, Sabino Fernández Campo, tres alternativas para solucionar todo aquello. Una es no hacer nada, pero Sabino se niega porque si acaba pasando alguna cosa, tendrán responsabilidades. La otra es ir en nombre del rey, pero Sabino se niega a involucrar al rey en nada. Y la tercera es aquello que finalmente pasa, que Armada vaya a título personal.

Sabino Fernández Campo es quien confiesa a José Bono, entonces presidente del Congreso, que el rey "no esperaba disparos" el 23-F.
Bono afirma en un libro de memorias que en una conversación con Sabino, este le explica una cosa que podrá publicar una vez muera. Le explica que, después del golpe, entró en el despacho del rey y Juan Carlos I le dijo que "no esperaba disparos". ¿Por lo tanto, esperaba alguna cosa? Yo hablé con la viuda de Sabino, y descalificó lo que explica Bono. Dijo que era mentira.

¿Da más credibilidad a la esposa que a Bono?
No, no... Yo sencillamente expongo qué dice cada uno.

¿Sea como sea, lo que Bono coloca en boca de Sabino es que el rey sí que esperaba el golpe de estado, no? Una entrada en el Congreso sin disparos, pero esperaba el golpe...
Yo no interpreto que sea tan tajante. Estoy seguro de que el rey sabía por boca de Armada y de otros militares que había malestar en el ejército, o que empezaba a haber movimientos, o incluso que habría un golpe... pero todo eso son hipótesis, y a mí me gusta moverme con papeles. El caso es que la escenografía del golpe es pésima. Las cámaras registran a un tío entrando a tiros.

En la sentencia no figura el testimonio de Sabino, que dice que el rey autorizó a Armada a ir al Congreso

Hay, además, todo el lío de las dos llamadas de Armada a la Zarzuela el 23-F.
Sabino envía al juez una declaración escrita muy interesante en la que explica que Armada llama a las 19h al rey ofreciendo visitarlo a la Zarzuela para explicarle cuál es la situación. La Casa Real declina la propuesta.

La otra se produce a las 21h.
El rey le pasa el teléfono a Sabino. Habla con Armada, quien lo avisa de que el ejército puede dividirse y se muestra dispuesto a sacrificarse, ir al Congreso y ofrecerse como presidente del gobierno para parar el golpe. Sabino reconoce que lo autoriza, en nombre del rey, a hacerlo; pero que vaya a título personal, sin invocar al rey. Es una declaración muy clara. En cambio, la primera sentencia del Consejo Supremo de Justicia Militar habla de una llamada a las 21h en que, a instancias de Aramburu Topete, Armada obtiene la autorización del general Gabeiras para dirigirse al Congreso e instar a Tejero a desistir, y también que le prohíbe en cualquier caso que se ofrezca como presidente. Pero que, si lo estimaba imprescindible, hiciera la propuesta en cuestión; también a título personal.

¿Y pues?
La persona que puede tener más claras las conversaciones con Armada es quien habla con él, Sabino. Que está delante del rey, y dice que el rey lo autorizó. A partir de aquí nos podemos plantear hipótesis sobre qué habría pasado si Tejero hubiera dejado a Armada entrar en el hemiciclo de la cámara. El caso es que en el apartado de hechos probados de la sentencia no figura el testimonio de Sabino; y dice que es Gabeiras quien autoriza a Armada dirigirse al Congreso.

Afirma usted en el libro que el golpe fracasa porque Armada propone incluir PSOE y PCE en el gobierno de concentración. ¿Es el único motivo por el que fracasa?
Tejero fue el ejecutor de una parte del golpe. Otra se produce en Valencia, y otra se suponía que pasaría en Madrid, esperando que haya una reacción en cadena. Tejero cumple su parte, y él quería una junta militar. No sabemos qué le habían contado a Tejero, pero no debería ser aquello que Armada llevó al Congreso. Además, le obligaban a marcharse al extranjero... Tejero dice que por allí no pasa, que es todo una traición. Y llega a decir ante el tribunal que le gustaría que alguien le explique el 23-F.

Carlos Fonseca 23f - Pablo Blázquez
'23-F: La farsa, el nuevo libro de Carlos Fonseca / Foto: Pablo Blázquez

Fue una parte de todo un engranaje.
La parte más grave del engranaje, sí. Si imaginamos que Tejero permite a Armada entrar en el hemiciclo... podemos pensar que lo más normal es que los diputados hubieran rechazado la propuesta del militar, en tanto que ellos ya estaban escogiendo democráticamente a un presidente. ¿Pero, y si hubieran aceptado? El golpe hubiera triunfado.

Aparece también en su libro el nombre de Gil Sánchez Valiente, protagonista de la famosa leyenda del maletín, que contendría los documentos más delicados del 23-F. ¿Huyó del Congreso con el maletín?
Bueno, él mismo explica que pudo abandonar el Congreso.

Sí, pero él siempre negó la historia del maletín. Mientras que usted, en el libro, introduce a un testigo, el guardia Martín Castaño de León, que asegura ante el juez haber visto durante el 23-F al capitán José Luis Abad (no a Sánchez Valiente) con "un maletín en la mano del que no se separó en ningún momento".
Tú estás pensando mal. Y yo también, sobre el maletín. Pero...

¿Da credibilidad a la existencia de un maletín con información comprometida?
Imaginames que se acuerda un nuevo gobierno y hay que firmar unos primeros decretos... No suena inverosímil. El caso es que Gil Sánchez Valiente siempre desmintió esta leyenda.

La Operación Catalunya no es propia de un país serio

Le pregunto porque la historia del maletín tiene una secuela en Barcelona solo tres meses después: El Rubio, el cerebro del asalto al Banco Central de la Plaza Catalunya, asegura haber sido contratado por el CESID, con el encargo de retirar ese maletín de una caja fuerte.
De hecho, Oliart tiene anotado el nombre de Gil Sánchez Valiente en una de sus agendas cuando habla del banco central. Al principio tuvieron miedo, y pensaban que el objetivo del atraco era reventar una caja. Pero al final resultó que eran atracadores comunes.

El Rubio sostiene que los documentos incriminaban directamente a Juan Carlos I. Usted, sin embargo, interpreta que fue un atraco fallido y basta?
Así lo creo, sí. Utilizaron esta argucia para ganar tiempo y escapar, aunque no lo consiguieron.

Carlos Fonseca - Pablo Blázquez
Carlos Fonseca, en las calles de Aravaca / Foto: Pablo Blázquez

¿Después de haber investigado con profundidad "la farsa" de un juicio como el 23-F, le sorprende la Operación Catalunya?
Estamos perdiendo la capacidad de asombro. No solo es la Operación Catalunya o el espionaje a quien es ahora el presidente de la Generalitat, entre otros. Es también la campaña por acabar con Podemos, la contratación del conductor de Luis Bárcenas, el juez que después de cuatro años de investigación descubre ahora —cuando se tramita la ley de amnistía— que Puigdemont puede haber cometido un delito de terrorismo... No es propio de un país serio.

¿Se ha banalizado el concepto de golpe de estado? Es la acusación que hace la derecha española al independentismo.
Sí, y también al presidente del Gobierno. Por supuesto que se ha banalizado este concepto. Un golpe de estado es el 23-F, no lo que ha pasado en Catalunya ni las políticas de Pedro Sánchez. Vivimos en un momento político en que todo son hipérboles y exageraciones. Y es realmente peligroso para la democracia. Hay ocasiones en que me da miedo. Temo que, por Vox y PP, suframos un nuevo proceso de involución en este país.

El discurso del PP es cada vez más duro...
Me da miedo, porque en la pasada legislatura hablaron de gobierno ilegítimo. Todo eso puede derivar en... Haré referencia a uno de los panfletos que circulaban por el estamento militar entre el golpe de Estado del 23-F y la celebración de la vista: "El golpe podía no ser legal, pero era legítimo". Tengo la sensación de que a veces vivimos en ese mismo planteamiento.