Casi todas las incógnitas, excepto la de las urnas, están resueltas. El último día de campaña sirvió para que todos los jugadores destaparan sus cartas sobre la mesa. Los dos bloques, las dos alternativas, ya están bien definidos. A un lado de la mesa, el bloque de la moción de censura claramente liderado por Pedro Sánchez. En el otro, las derechas extremas y la extrema derecha sin un liderazgo definido. En el centro, Catalunya como chivo expiatorio. Hay mucho en juego y la disyuntiva sigue siendo la misma que al principio: diálogo o involución. El centro de atención se desplaza del Palacio de Pedralbes al Palacio de la Moncloa.

La intención de la derecha es exportar la vía andaluza, al precio que sea. Este viernes, Pablo Casado abría por primera vez la puerta de la Moncloa a Vox. Es un hecho inédito, que ni siquiera se produjo en Andalucía. Si los números dan, Santiago Abascal podría ser vicepresidente o ministro del nuevo ejecutivo. Albert Rivera hace más de un mes que, a la desesperada, se lanza a los brazos del líder del PP para gobernar juntos, al precio que sea. El programa de gobierno está claro: un estado de excepción autonómico en Catalunya.

Pedro Sánchez aspira a ampliar lo máximo posible su grupo parlamentario y depender lo mínimo de compañeros de viaje inestables, como los independentistas. Durante toda la campaña ha repetido que aspira a gobernar en solitario. Pero es consciente de que este escenario es altamente improbable. Es por eso que, también este viernes, abría la puerta a incorporar a Unidas Podemos a un gobierno de coalición. "No hay ningún problema", decía. La posible alianza con Ciudadanos se ha difuminado, después de que Rivera haya insistido en el cordón sanitario. "No entra en mis planes", replicaba el presidente español en el segundo debate de esta semana.

La incógnita que lo marca todo es la de la fuerza que pueda tener Vox. Los millones de indecisos no ayudan a acotar todavía su magnitud. En el PP, después de verse acarreados por el discurso más ultra, no pueden esconder su desazón a las puertas de las elecciones. En Génova admiten son incapaces de hacer pronósticos, no saben cómo se decantará la balanza. En Unidas Podemos ya dan prácticamente por hecho el sorpasso de los ultras. En Ciudadanos cuesta más asumir esta posibilidad.

La campaña ha convertido las elecciones de este domingo en un plebiscito sobre el futuro de Catalunya y, por lo tanto, también del Estado español. El "todo para echar a Sánchez", a cualquier precio, no tiene tanto que ver con el presidente español como con la resolución del conflicto catalán. Casi 37 millones de españoles están convocados a las urnas para escoger: la vía andaluza o la vía catalana.

pedro sanchez efe

Sánchez: sin muchas heridas

El objetivo de Pedro Sánchez era sobrevivir de todos los ataques de las tres derechas, y aprovecharse de su división. Sin ningún sobresalto, con una campaña muy plana y poco chillona, ha salido sin muchas heridas. Le daban respeto los debates televisivos y ha acabado reforzado. Las derechas le han acabado de regalar todo el centro. No tiene ningún rival digno de ser nombrado a su izquierda. Sólo un posible vicepresidente, que no es una amenaza. Las encuestas no le han acabado de ayudar a atizar el voto del miedo. Le sería más cómodo sumar con Ciudadanos, pero de momento se tiene que resignar a la posible inestabilidad de los independentistas catalanes. Eso sí, les ha marcado claramente las líneas rojas: no habrá referéndum. Indultos ya se verá en su momento.

pablo casado oliendo naranja EFE

Casado: sin encontrar el centro

El último día sirve perfectamente para resumir su campaña. En el acto de cierre del WiZink Center se reivindicaba como "el centro ideológico" de la política española. Pero sólo doce horas antes, y de forma inédita, abría las puertas de la Moncloa a Vox. Sus planes pasaban por moderar su discurso y mostrar un tono presidencial a partir del ecuador de la campaña. Lo logró razonablemente en los debates televisivos, especialmente en el primero. Pero después se fue al garete. Hoy está completamente al compás de la extrema derecha y le ha comprado su programa territorial. Tiene el consuelo de haberse impuesto sobre la campaña de Cs, especialmente en la batalla entre Cayetana Álvarez de Toledo e Inés Arrimadas.

Pablo Iglesias abril 2019 EFE

Iglesias: subordinado

El secretario general de Podemos ha asumido sus expectativas frustradas. Pablo Iglesias es consciente de que ha tocado techo electoral. Su máxima aspiración es salvar lo máximo posible los muebles ante el tsunami de voto útil de Pedro Sánchez. Y poder entrar, esta vez sí, a gobernar en coalición con los socialistas para poder seguir empujándoles hacia la izquierda. El referente, el Govern del Botànic en el País Valenciano, que este domingo también se somete a examen. Una vez más, ha sido el único de los líderes españoles que ha defendido un referéndum para Catalunya.

rivera nuvols EFE

Rivera: descolocado

En los círculos políticos de la capital española nadie acaba de entender la campaña de Albert Rivera. Incluso con el apoyo de la maquinaria mediática, que intentó hacerle el boca-boca durante los dos debates televisivos. Todavía menos se acaba de entender sus constantes ofertas sin respuesta a Pablo Casado ni su cordón sanitario a Sánchez, un cordón que podría desaparecer rápidamente con sorpasso de Vox. Todavía está presente el supuesto no a Rajoy. La campaña ha estado basada en la improvisación total. Su último cartucho, Inés Arrimadas, ha pasado prácticamente desapercibida. Un par de veces ha plantado a Rivera en actos donde tenían que coincidir, excusándose debidamente.

Santiago Abascal Barcelona marzo 2019 EFE

Abascal: actor protagonista

Casi en silencio, al margen del resto de candidatos, el líder de la extrema derecha ha llenado allí donde ha ido. Ha dejado imágenes impresionantes en ciudades como Madrid o Valencia. Su fuerza es la gran incógnita por resolver la noche electoral: la magnitud de su voto oculto y de los indecisos que se decantarán. Puede tener la llave de la Moncloa para las derechas y no dudará en utilizarla haciendo pagar el precio a Catalunya. Es un partido extraparlamentario pero, al mismo tiempo, es el gran protagonista. Acaba con la supuesta excepción española de la extrema derecha. Existe y se hará notar.