Desde Catalunya, hay una tendencia recurrente a compararse con el País Vasco. Incluso a reflejarse en él, a eso que se ha bautizado como vasquitis. Pero nada más alejado de la realidad: la política vasca hay que leerla bajo parámetros vascos y sólo vascos. Antes bajo parámetros estatales que catalanes. Ni el contexto, ni los actores, ni las dinámicas políticas son equiparables. El mismo lehendakari, Íñigo Urkullu, quiso distanciar su hipotética tercera reelección de unas probables elecciones catalanas en otoño. El nacionalismo vasco se encuentra en fase 1, cómodo en su hegemonía y su reforzado autogobierno. Hoy por hoy, no se avista ningún golpe de timón.

Hoy Íñigo Urkullu va a buscar la estabilidad con su tercer mandato, el decimocuarto del todopoderoso PNV desde la Transición. Hasta 1,7 millones de vascos —excepto los casos positivos de coronavirus— están llamados a las urnas en unas elecciones que se tendrían que haber celebrado en plena pandemia. Todo hace presagiar que será un nuevo paseo triunfal para los nacionalistas, que podrían revalidar la actual coalición de gobierno con el PSE-EE de Idoia Mendia. Los jeltzales, ellos solos, obtendrían el 40% de los votos, un hecho inédito en estos tiempos de fragmentación política. Solo Feijoó podría presumir más esta noche

Urkullu va a por el tercer mandato vendiendo moderación, gestión y poder de influencia en Madrid

Al menos este es el escenario que dibujan las encuestas. El PNV sería la primera fuerza clara, con una media de 31 escaños, tres por encima que los actuales. Por su parte, los socialistas se mantendrían en 9 o subirían ligeramente. La mayoría absoluta en el Parlamento se encuentra en 38 escaños. El sistema de investidura vasco, según el cual se pueden presentar varios candidatos, facilitaría incluso un gobierno en solitario si no hay una alternativa.

Los sondeos también consolidan al EH Bildu de Maddalen Iriarte como segunda fuerza política, conservando los 18 escaños que tiene hoy e incluso subiendo ligeramente. A pesar de que lejos en resultados, la izquierda independentista sale reforzada después de haber disputado la hegemonía vasca en Madrid, hasta entonces en manos exclusivamente del PNV, hecho que ha generado no pocos conflictos. Pero la perspectiva de un gobierno de coalición nacionalista, como el que hay en Catalunya, no ha estado nunca encima de la mesa. Como tampoco lo está la posibilidad de un tripartito de izquierdas con EH Bildu, PSE-EE y Elkarrekin Podemos. Esta vía sólo ha sido alimentada por la formación de Pablo Iglesias, que podría perder fuerza en el Parlamento vasco.

La pandemia global, al menos desde un punto de vista político, ha soplado a favor del PNV. Ha obligado a retrasar las elecciones, dejando atrás escándalos como el del vertedero de Zaldibar —todavía ni se han encontrado los cuerpos de los dos trabajadores— e incluso tramas como el caso De Miguel, el mayor caso de corrupción juzgado en el País Vasco. Mientras tanto, el lehendakari Íñigo Urkullu ha podido exhibir gestión sanitaria, moderación e incluso influencia en la capital del Estado.

La derecha española, en liquidación

En cambio, para la derecha españolista la cosa no tiene muy buena pinta. En su momento, Génova decidió apartar al exministro Alfonso Alonso, del sector moderado, como candidato e imponer a Carlos Iturgaiz, del ala más dura y de la cuerda de Pablo Casado. Pero los pronósticos son muy desfavorables. Ni siquiera yendo en coalición con Ciudadanos, que no ha obtenido nunca representación política en ninguna institución vasca. En lugar de sumar, restaría, pasando de los nueve actuales a una horquilla de entre tres y seis. Por el camino, la formación de Inés Arrimadas se ha tenido que tragar una de sus líneas rojas, el concierto económico, como ya hizo en Navarra cuando iban de la mano de los foralistas de UPN. La extrema derecha de Vox aspira a muy poco; sólo una encuesta le ha dado un escaño.

Estabilidad en Vitoria y en Madrid

Pedro Sánchez participó de la apertura de la campaña, en San Sebastián, y del cierre, en Vitoria. El presidente español sabe que tiene mucho a ganar en estos comicios, empezando por su propia estabilidad. El refuerzo de la alianza con el PNV en Ajuria Enea también tendría su translación a la política estatal, donde las dos formaciones son estrechas colaboradoras. Como síntoma, cerraron la transferencia de tres nuevas competencias a tan sólo pocas horas del inicio de la campaña electoral.

Derecho a decidir "pactado"

El lehendakari Íñigo Urkullu se comprometió a aprobar un nuevo Estatuto durante la legislatura que deja atrás. El vasco es el único que no se ha reformado desde el año 79. Con discusiones fuertes sobre el derecho a decidir, el proyecto acabó congelado y no se ha podido completar. En su programa electoral, el PNV plantea un "nuevo estatus". El documento habla de un "nuevo concierto político y social para vivir y convivir mejor" basado en una "relación bilateral y de igual a igual" y el derecho a decidir a través de una consulta "pactada".