En la calle Còrsega de Barcelona, en la sede nacional de Convergència embargada y en venta, huele mal. Y no tomo el símil de algún fabricante de eslóganes de la CUP sino del centinela de Hamlet. Lo dijo Marcelo ante el príncipe en aquella escena del inmortal drama de Shakespeare –“algo huele mal en Dinamarca”– justo antes que el fantasma de su padre, el rey, se le apareciera para revelarle que su tío Claudio le había dado muerte con el fin de usurpar su corona y llevarse al tálamo a su mismísima señora madre.

Del “President, posi les urnes” (Carme Forcadell) hemos pasado al “President, faci net” (Marta Rovira) sin que lo uno invalide a lo otro y a la inversa. Y ahí reside la diferencia del momento. La sospecha de presunta financiación ilegal que se cierne sobre el partido de Artur Mas es análoga a la que soporta el PP: “Luis, sé fuerte” (whatsap de Mariano Rajoy a Luis Bárcenas), o el PSOE, condenado a arrastrar la duda in saecula saeculorum como las caenas en un paso de la semana santa sevillana: “No creo que hubiera un gran plan pero sí un gran fraude” (el imputado José Antonio Griñán, expresidente de Andalucía, a propósito de los ERE).

Que la mayoría de los ciudadanos sospechen que el PP y el PSOE han cuadrado sus cuentas con malas artes desde hace años, no evitará que todo siga (a peor) lampedusianamente igual
Y, sin embargo, que la mayoría de los ciudadanos sospechen que el PP y el PSOE han cuadrado sus cuentas con malas artes desde hace años, que algunos de sus dirigentes hayan complementado sus sueldos con fondos de reptiles pulcramente ensobrados por el tesorero del partido, que algunos gobiernos hayan podido institucionalizar la mordida por la vía de los presupuestos ordinarios como medio para garantizarse fidelidades y votos, no evitará que todo siga (a peor) lampedusianamente igual.

Aquí no. Aquí no sólo se está hablando de ese posible triángulo maldito Torredembarra-Teyco-Catdem-CDC al que se refirieron los fiscales Fernando Bermejo y José Grinda tras culminar la noche del miércoles el registro de la sede nacional de CDC en la calle Còrsega iniciado de buena mañana a la voz en grito de “¡Somos la Guardia Civil!” como relató el periodista Quico Sallés en El Nacional. No fue la patada en la puerta de aquel ministro Corcuera pero se le pareció bastante, sino en el estropicio –la integridad del mobiliario fue respetada– en la puesta en escena: a lo CSI pero al estilo spanish con todas las cámaras en la puerta, que para eso estamos en la sociedad de la transparencia (Byung-Chul Han) y de la máxima extimidad.

El procés puede avanzar o no con o sin Mas al frente pero CDC no podrá mantener el timón si no asume que en el viaje a Itaca sus Bárcenas y sus Griñanes deben quedarse en tierra
Pero no, no es lo mismo. La sede de CDC de la calle Còrsega no es la del PP en la madrileña calle Génova o la del PSOE en Ferraz: es la del partido de Artur Mas; es la de la fuerza política sin la cual el tanque no conseguirá hollar el camino sea o no más o menos practicable, sea o no más o menos largo. El tanque es el procés. Ahí reside la gran diferencia. Ese es el telón de fondo que viste de sombras y de sospecha la actuación de los poderes del Estado, en este caso la justicia, contra CDC, la "caza mayor" a la que se refirió Artur Mas. La expresión la acuñó en su día Felipe González en circunstancias de asedio político, judicial y mediático similares. Pero aquí se trata (además) del procés. El procés que este lunes celebrará su puesta de largo en el primer Parlament de la historia de Catalunya con mayoría independentista y una presidenta independentista, Carme Forcadell. La Catalunya que dijo “basta” en la calle empoderándose de su propio destino –como dicen las izquierdas que pasaron de Foucault a Negri y al Comité Invisible–. La Catalunya al mando de sí misma.

El procés puede o no avanzar con o sin Artur Mas al frente –no todos los que votaron a Junts pel Sí lo hicieron por el president, como no todos los que votaron a la CUP lo hicieron en contra– pero CDC, la clave de bóveda de la gran mutación que se ha operado en las clases medias catalanas, no podrá mantener el timón si no asume que en el viaje a Ítaca sus Bárcenas y sus Griñanes deben quedarse en tierra. Y no porque lo digan las gentes de ERC o los más de la CUP lo celebren subidos al tanque como los soldados británicos de la imagen que ilustra este artículo, o incluso porque obligue la sombra de la sospecha agigantada por la actuación de la justicia española a las puertas de que todo empiece; sino porque sin CDC no habrá procés. Luego depende de lo mismo, de las decisiones que tomen Mas y CDC, que el triángulo armado por los fiscales del 3% no devenga en el triángulo de las Bermudas del procés.