Hoy sí que sí, las portadas de todos los diarios de Barcelona abren con los planes del Departament d'Ensenyament para el curso que viene. Es materia sustancial porque si las escuelas no funcionan, la normalidad o la represa solo son palabras vacías. Recuperadas las competencias arrancadas vía estado de alarma, se ve que el Govern quiere gobernar. Al menos ocupa portadas con esa intención, que es más que nada. Ahora hay que esperar que todo funcione y los diarios no le pierdan la pista al asunto.

En las portadas de los diarios de Madrid hay un picadillo de varios asuntos. Llama la atención El Mundo, que insiste con la investigación del llamado "caso Dina", una confusa operación de espionaje político a Podemos que se ha vuelto contra Pablo Iglesias, su víctima.

Un especialista de El Mundo, muy activo en la recepción y procesado de material proveniente de las cloacas policiales, se quejaba ayer del poco eco de su producción sobre el "caso Dina", de lo cual deduce una conspiración del silencio entre los medios, etcétera.

Es una reacción muy razonable. Los que escriben en los diarios quieren que les hagan casito y tienen el afán de ver a los colegas de la competencia por el retrovisor, como a los ciclistas les gusta contemplar la impotencia de sus perseguidores mientras escapan carretera arriba.

Sin embargo, el periodismo no es ciclismo. Si el material que publicas a toda plana hace casi dos semanas no impresiona a los competidores también es razonable acoger alguna duda. Quizás ese material no es tan relevante o, Dios no lo quiera, no se fían de ti, de tu criterio, de tu trayectoria. Al fin y al cabo todo este asunto puede acabar como aquel que quería vincular la manifestación feminista del 8-M con la propagación de la Covid-19. Los medios que lo sigan con entusiasmo pueden perder hasta la camisa. El periodismo es duro —ese especialista lo sabe muy bien— y conviene llegar bien quejado y llorado de casa.

El caso es que El Mundo sigue erre que erre, abriendo portada con ese asunto. Bien, hoy ya no sobre ese asunto, sino sobre enredos y discusiones típicos de los partidos, especialmente cuando están cerca de tocar poder y algunos no lo ven claro. Estos enredos, además, son del todo ajenos a la sustancia de la investigación. ¿Por qué aparecen? Al diario le han facilitado acceso a los chats de los dirigentes del partido. El facilitador es fácil de adivinar, dado que no son tantos los que pueden interferir los teléfonos de la gente. Revelarlo aquí sería un insulto a la inteligencia.

En los chats, qué quieres, se habla el típico lenguaje fuerte, más de cuartel que de academia, donde unos se conjuran para hacer entrar en razón a otros que, si no se comportan, serán castigados, expulsados, marginados, etcétera. Es lo que suele ocurrir allí donde se reúnen más de cinco o seis personas (si son catalanes basta con dos o tres) con algún afán común y hacen planes para salirse con la suya. El diario quiere presentarlo como una conspiración malévola y hace ver que se escandaliza mucho de que una dirigente diga: "La casa hay que ordenarla" entre otras horribles expresiones que hielan la sangre. Ay, uy, qué cosas. Y así todo.

Tiene toda la pinta de ser una fabricación para enfangar a los socios de gobierno de Pedro Sánchez y, de paso, al mismo Pedro Sánchez. Al margen de que quizás sería más noticia que quienes deben protegernos filtren conversaciones privadas que no son delito —discutir como gatos no lo es y el lenguaje fuerte tampoco—, quizás no hay que extrañarse de que otros diarios no se fíen ni un pelo. Si te quieren engañar, allá ellos, pero al menos que no lloren.

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