La independencia de Catalunya podría generar una reacción en cadena en el seno de la Unión Europea (UE). El efecto mariposa. Esta semana, el ministro de Interior de Bélgica, Jan Jambon, declaró que el procés catalán podría ser "un tema explosivo". Es decir, que podría hacer tambalear al Gobierno belga enfrentando su partido, la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), con sus socios del ejecutivo.

La N-VA, que es independentista, se encontraría ante el dilema sobre si reconocer el nuevo Estado catalán. Además, haría saltar las alarmas en la Unión Europea (UE), poco clara sobre cuestiones como el derecho a la autodeterminación de algunos territorios. Pero hoy, la posibilidad de que ambas circunstancias no se produjeran tampoco sería descartable.

El caso belga

Actualmente, el Gobierno está formado por el Movimiento Reformista (MR) de la región francófona, los Cristianos Demócratas y Flamencos (CD&V) y los Liberal Demócratas Flamencos (Open VLD). De entre ellos, la N-VA es la única fuerza que expresamente aboga por la emancipación de su territorio y establecer una confederación dentro de la UE.

Así, para no perder la confianza de su electorado, la N-VA se vería movida a "ser los primeros" en aceptarla, como dijo Jambon. Pero para algunos, la ruptura sería poco factible. Según un politólogo entrevistado en el diario l'Avenir, la cuestión catalana podría no ser un elemento que preocupara el electorado de la N-VA. Más, cuando el partido ha mostrado su voluntad y compromiso de formar un Ejecutivo y una legislatura estable en el país.

¿N-VA, puta y ramoneta?

Actualmente la N-VA es el partido más votado en Bélgica, así como lo fue en 2010 también. Ahora bien, en aquella ocasión fracasó en su intento de formar Gobierno. Las negociaciones con el centroderecha valón por parte el líder del partido, Bart De Wever, no prosperaron y decidió quedarse al margen, en la oposición. Una de sus líneas rojas pasaba por cumplir su programa, que no habría sido posible.

Las reformas se focalizaban en las estructuras de gobierno –implicando la desaparición de la región de Bruselas–, así como una descentralización más acusada del Estado –la sexta de las cinco que ya se habrían producido. Así, la Nueva Alianza se caracteriza por avanzar dentro del marco constitucional en su proceso de Confederación entre valones y flamencos.

Además, la relación no parece tensa entre los actores en juego. Los líderes del partido han afirmado ser conscientes de que la independencia de la región cuenta con un apoyo minoritario. Por su parte, la opinión pública francófona no tiene reticencias al reconocer la necesidad de Flandes para la solvencia en el conjunto del país. El diario Le Soir, anti-independentista, fue explícito en un editorial, donde recomendaba no "despreciar" el pulso de las urnas.

Referéndum

El caso de Catalunya es diferente. Con las negociaciones para la investidura de presidente en España aún abiertas, los actores partidarios de la independencia podrían quedar al margen del ejecutivo, si Pedro Sánchez no consigue el apoyo de Podemos, Esquerra Republicana y Democràcia i Llibertat. Los morados, un partido que ha dado su apoyo a un referéndum, pero que aseguró esta semana que dejaba de ser una línea roja.

En consecuencia, la posibilidad del procés de entrar en la agenda del Estado quedaría limitada, más si el Partido Popular (PP) fuera el responsable del próximo Gobierno, con apoyo de Ciudadanos y Partido Socialista. Este último hizo un gesto de ceder dos asientos en el Senado, a fin de que ERC y DiL hicieran grupo propio, en un gesto de cortesía. Así, el escenario también distaría del escocés, donde el referéndum fue aceptado por el primer ministro, David Cameron.

Europa y el miedo

Bruselas podría tener algún miedo al efecto en cadena, al mismo tiempo consciente de que tarde o temprano tendrá que posicionar sobre el tema, si el procés avanza en Catalunya.

Precisamente, esta semana, Martin Schulz afirmó que "la cuestión catalana se tendría que debatir en el marco de la Constitución". El presidente del Parlamento Europeo hacía referencia a la normativa legal española. Al mismo tiempo, añadió que esta circunstancia "no se trataba ni en la Eurocámara, ni en Bruselas". Nuevamente, la UE optó por su habitual respuesta de dejar los asuntos de los Estados a su voluntad.

Sin embargo, algunos habrían visto una reacción de preservación del estatus quo y discurso de unidad. Ahora bien, lo que muchos rotativos no recogieron fue que Schultz tardó unos segundos en responder, dubitativo. Quizás porque, como hace unos meses anunció El Nacional, entre las esferas de poder comunitario la cuestión catalana es tenida en cuenta y sigue preocupando por sus consecuencias a gran escala.