Es una lástima que las portadas de los diarios impresos (al menos las que han llegado aquí) no hayan querido, podido o sabido aprovechar mejor la suspensión de la ópera en el Teatro Real de Madrid, forzada por el público del gallinero al ver que la función no respetaba las medidas de prevención de la covid-19. Es una metáfora maravillosa del momento, más aun porque se representaba Un bailo in maschera, de Verdi, a quien la censura de la época impuso muchas y penosas modificaciones porque su original se inspiraba en el asesinato del rey Gustavo III de Suecia en un baile de disfraces el año 1792.

Lo que ha pasado es argumento para otra ópera. El público más modesto se ha sublevado contra los más potentados, que se pasan por el arco de Douglas las medidas sanitarias que, permítase la licencia, ellos mismos han dictado. Los de platea harían el papel de mandamases acomodados del norte que dictan las restricciones a los del gallinero, gente de los barrios y municipios del sur de Madrid, zonas "densas, con más inmigrantes y pobres", como explica El País.

Esta revuelta esperpéntica —en el sentido original, valleinclanesco—, sería la culminación de todo un día de manifestaciones por las calles de Madrid: miles de ciudadanos afectados por las limitaciones de movilidad y otras restricciones impuestas por el gobierno regional que preside Isabel Díaz Ayuso, incapaz de gobernar la pandemia. La presidenta, desbordada y débil, no queriendo humillarse y pedir al gobierno central que declare el estado de alarma (lo explica La Razón), reclama —giro dramático— que sea el ejército quien se haga cargo de patrullar las calles y vigilar que se cumplen las medidas de aislamiento, etcétera, aunque la policía española ya estaba lista para aplicar el plan de actuaciones que la misma presidenta había declarado.

Parece una ópera pero no lo es. Es lo que pasó ayer en Madrid, horas antes que se activaran las medidas del Plan Ayuso de restricciones en 37 zonas sanitarias de la capital de España, uno de los principales focos de contagio de la covid-19 del continente. Aquí sólo se dramatiza un poco el pasar de los acontecimientos.

Hoy a mediodía tendremos otra entrega de este culebrón. Y no, no hace gracia, como no la hacen los esfuerzos de los diarios de la derecha por esconder a los responsables de la confusión sanitaria de Madrid — gobernada por una coalición del PP y Ciudadanos—, que pagaremos todos gracias a la España radial. En ABC están tan desesperados que incluso han recalentado un hit de hace unos meses. Entonces nadie se fijó mucho. La Razón sale con que en noviembre se inaugurará todo un hospital dedicado a enfermos de la covid-19. Mientras, los problemas de colapso de la atención primaria no se resuelven.

Los diarios de Barcelona van hoy cada uno por su camino. El Periódico recupera el tema con que La Vanguardia abría ayer su portada. Ara presenta una exclusiva que no sorprende mucho —la fiscalía quiere archivar el caso de las comisiones cobradas por el Rey en Arabia Saudí, relacionadas con el AVE de La Meca. No se podía saber.

A El Punt Avui no se le entiende mucho lo que quiere decir, dónde está la novedad. Francamente, si querían titular con el president Quim Torra, tenían a mano el tros de quòniam ("zopenco", "alcornoque"…) que ha regalado a Pedro Sánchez. La Vanguardia titula otra vez por las ganas que tiene el gobierno español de que ERC y Cs le voten los presupuestos al mismo tiempo (¿nos espera otra semana de desmentidos? Da pereza sólo de pensarlo). También sigue siendo el diario que los madrileños echan de menos —no es broma: explica qué pasa en Madrid mejor que la mayoría de diarios de Madrid.

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