La detención de José Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera, exjefe político de la organización terrorista ETA, abre las portadas de la prensa impresa de Madrid. Los titulares van desde tono frío de El País al más épico de La Razón, y no esconden la impresión de que se trata de una crónica de sucesos más que de un momento decisivo. Se ve en la foto. Ese abuelo con aspecto de vagabundo, una figura desvanecida, difusa e incierta, no encaja con el terrorista implacable que participó en el asesinato de Carrero Blanco, el vicepresidente de Franco, en 1973, y fue el jefe de ETA durante los años más sanguinarios de su historia.

Esta figura devastada, cubierta con gorra y cargada con una mochila, dio luz verde, entre otros, a los atentados con coche-bomba contra Hipercor (Barcelona, junio de 1987, 21 asesinados) y contra el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza (diciembre de 1987, once asesinados, entre ellos cinco niños). También es el mismo, que, diez años después, se movía en las tripas de ETA para acabar con la actividad terrorista de la banda. Los suyos lo arrinconaron. La última acción que se le conoce es la lectura en castellano del comunicado de disolución de ETA. Enfermo de cáncer, vivía escondido en los bosques de los Alpes fronterizos entre Francia, Suiza e Italia. Hasta ayer.

¿Cómo se hace para concentrar esta vida terrible en una portada? Es casi imposible.

EP

ME

ABC

LR

Los diarios de Barcelona han dado mayor relieve a los tráficos del caso Iceta. El Punt Avui edita los hechos planos, como Ara, que regala una magnífica foto de Iceta (de Toni Albir), de esas que te explican desde fuera qué le pasa a alguien por dentro. La Vanguardia reafirma su posibilismo de acero inoxidable trompeteando en su titular principal que no ha sido nada, como quien dice que en peores nos hemos visto. El Periódico aprovecha para contraprogramar a la derecha mediática e insistir: el fiasco de Iceta demuestra que Sánchez y los independentistas, nada de nada. Un día más en la oficina.

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