Las portadas de Madrid aprovechan para titular el discurso del Rey con una frase de 28 palabras, donde dice que los principios éticos obligan a todo el mundo y pasan por encima de consideraciones personales y familiares, etcétera. Son 28 palabras entre las 1.700 del real mensaje, el 1,65% del total. Ciertamente, valorar un mensaje institucional al peso no es criterio periodístico ni de ningún otro tipo. Saber la proporción de la frase, sin embargo, sirve para descubrir la estratagema de los reales redactores: echar ese hueso de la ética en medio de la faramalla retórica habitual, sabiendo que los diarios dinásticos ya se encargarán de ponerle cabeza y fabricar el relato adecuado para disfrazar de prudencia, sentido de estado y tal una expresión tan cautelosa, oblicua y decepcionante. Es lo que pasa hoy en la prensa impresa de Madrid. Añádele las reverencias de los cuatro partidos dinásticos y listo. Prueba superada para Felipe VI. Sólo El País pone el dedo en la llaga.

Dirás: qué triste que los diarios hagan el ridículo así. Pues es que son libres para eso y más aun. Se dan buena mano, como socios leales del establishment. Este año, sin embargo, es probable que el trapicheo pase menos desapercibido. La situación —los escándalos de Juan Carlos I y las legítimas expectativas de la ciudadanía— y la misma lógica de la frase en el discurso pedían un cierre que el Rey no hace. Por ejemplo: "en consecuencia, he pedido a mi antecesor, Juan Carlos I, que vuelva a España inmediatamente y se ponga a disposición del parlamento y de los jueces". O bien: "así pues, he prohibido a mi antecesor que regrese a España hasta que no se aclare su implicación, bla, bla, bla". O cualquier otro. A ver, si en medio de los rutinarios y aburridos aleluyas del discurso dices de repente que los principios éticos no se puede saltárselos nadie y todo el mundo sabe de quién hablas, parece coherente acabar la frase con alguna conclusión si no quieres que la alusión a la ética parezca uno más de los numerosos brindis al sol que contiene el mensaje.

Si no hubiera sido por esta frase, el mensaje de este año de la pandemia habría sido perfectamente intercambiable por el de otro año. Ni te darías cuenta. La desdicha de Felipe VI es que, después del 3-O, sus intervenciones generan una expectación altísima. La suerte es que puede tocar cada Navidad las mismas melodías, en la confianza de que los diarios echarán horas a fabricar una narrativa diferente del año anterior, adaptada al momento, y así vestir la mona de significado, volumen y perspectiva. Entre una cosa y otra, el discurso real, en realidad, lo pronuncian los diarios que lo interpretan. Este año, sin embargo, Felipe VI se ha quedado corto y a los diarios se les ve el plumero.

(Si quieres comparar con otro mensaje real, aquí tienes el de la reina Isabel II de abril pasado, también sobre la pandemia, aquel de "volverán los días buenos: veremos a nuestros amigos otra vez; nos reencontraremos con nuestras familias; nos volveremos a ver". ¿Por qué crees que se rueda The Crown y no La Corona?).

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