Si te digo que el primer sistema público de pensiones fue un invento alemán, seguro que no te sorprende. El revolucionario ingenio se implantó en la Prussia de Otto von Bismarck en 1889. Fijaba la edad de jubilación a los 70 años (enseguida se rebajó a los 65), en una época donde la esperanza de vida no llegaba a los 40, donde tan sólo un porcentaje muy bajo de población superaba los 65 y, quien lo conseguía, solía pertenecer a las capas sociales más favorecidas. Se diseñó como un sistema de reparto, es decir, las prestaciones de los pocos pensionistas que había se pagaban con las cotizaciones de los trabajadores activos en aquel momento.

Siguiendo la estela del modelo prusiano, varios países replicaron la idea. En España, la Ley sobre Accidentes de Trabajo -la Ley Dato de 1900- establecía un seguro de accidentes de trabajo que cubría invalidez, orfandad y viudedad. En 1908, se creó el Instituto Nacional de Previsión -embrión de la actual Seguridad Social- y en 1919 se implantó también elretiro obrero, primer sistema de pensiones con carácter obligatorio que, a diferencia del de Bismarck y el nuestro actual, era de capitalización: la cotización servía para pagar la propia pensión, como los planes de pensiones privados. En aquel momento, elretiro se financió en un 75% con aportaciones de las empresas y el restante 25% con cargo al presupuesto estatal. En 1940, se transformó aquel sistema de pensiones en un sistema de reparto y se renombró como subsidio de la vejez.

El sistema subsistió con modificaciones hasta que el 1 de enero de 1967 entra en vigor la Ley de la Seguridad Social, que establece, en esencia, el sistema público de pensiones actual: un sistema "solidario" de reparto financiado con las cotizaciones de los trabajadores y de las empresas para ser destinados al pago de las pensiones (jubilados, viudedades e incapacidades, principalmente).

El año 2000 se crea la "hucha de las pensiones". Lamentablemente, fue una oportunidad perdida para afrontar una verdadera reforma de las pensiones, pues en aquel momento era público y notorio que el sistema haría aguas en breve

En este sistema, el importe de la pensión de jubilación tiene un importe máximo y mínimo, y la prestación se calcula sobre la base de las cotizaciones hechas durante los últimos años de vida laboral del pensionista.

Hasta hoy, este sistema ha disfrutado de bastante buena salud. Siempre iba generando superávits: entre lo que el estado obtenía por cotizaciones y lo que pagaba en concepto de pensiones, el saldo era positivo y siempre venía bien para cuadrar las cuentas. El sistema funcionaba y, además, era una buena fuente de ingresos para el Estado.

Hasta el año 2000 no se crea el fondo de reserva conocido como "hucha de las pensiones", con el fin de acumular estos superávits del sistema para complementar el gasto en pensiones cuando el sistema entrara en déficit. Lamentablemente, fue una oportunidad perdida para afrontar una verdadera reforma del sistema de pensiones, pues en aquel momento era público y notorio que el sistema haría aguas en breve. Los indicadores eran indiscutibles:

  • Los datos demográficos ya apuntaban un alarmante envejecimiento de la población.
  • Múltiples estudios actuariales y de aseguradoras anticipaban el colapso de los sistemas de reparto.
  • Países con situaciones similares a España emprendieron reformas para hacer el sistema sostenible: Chile, Colombia, Perú, Hungría, Polonia, Hong Kong, Australia o Suecia pasaron de un sistema de reparto a otro de capitalización.

Estamos llegando al absurdo que la pensión media mensual suma 130,40 euros por encima del salario medio. Alguien tendría que hablar claro y poner sobre la mesa el problema

Actualmente, tras déficits continuados del sistema, de drenaje constante y progresivo del Fondo de Pensiones, y de alguna reforma tendente a salirse por la tangente, estamos llegando al absurdo que la pensión media mensual suma 130,40 euros por encima del salario medio. Alguien tendría que hablar claro y poner sobre la mesa el problema, porque sin un buen diagnóstico, no hay solución.

El análisis clínico del enfermo es inequívoco:

  • Si en 1889 la esperanza de vida de los prusianos estaba por debajo de los 40 años, en el 2015 la esperanza de vida en España era de 83 años.
  • Actualmente se viven muchos más años a partir de la edad de jubilación que en la época de Bismarck y el porcentaje de población que lo supera es mucho más elevado de lo que hace 130 años.
  • No hay bastantes trabajadores activos para sostener un jubilado ni sus salarios sueño lo bastante altos para asegurar las contribuciones al sistema de pensiones: en 1890, once trabajadores sostenían a dos jubilados mientras que ahora estos dos jubilados son sostenidos por siete trabajadores.
  • Los índices de natalidad no aseguran ni la tasa de reposición de la población.

La línea que ha adoptado el gobierno español es alargar la edad de jubilación a los 67 años y ampliar el cálculo de la pensión en base al salario cotizado en los últimos 25 años, en vez de quince. La consecuencia de esta medida tendrá efectos dentro de unos cuantos años, y tendrá un regusto de estafa de dimensiones monumentales, pero eso ya se escapa de mi foco.

Sin ánimo de hacer entrar a nadie en pánico: nuestro sistema de pensiones hace rato que ha tocado fondo y nadie hace nada para evitar su colapso. Hay que replantearse el sistema tal como ya han hecho otros países, con valentía y visión de estado, con la complicidad de todos los actores sociales para gestionar la frustración que puede generar. Hay que pensar en el sostén del sistema y de las personas.

Mientras eso no se haga, lo más sensato es que aquellas personas que no tienen previsto jubilarse en breve, ahorren para su futuro sin pensar que el estado velará por ellas. El sistema hace aguas y la pensión que les puede llegar será un insulto a su vida de cotizante "solidario".

Anna Rossell es economista.