Ciudadanos no necesita ganar las elecciones. No compite contra el PP, sino contra el PSOE. Y lo hace en las grandes ciudades porque en implantación territorial sabe que está en desventaja con los socialistas y con el PP. Si logra quedar segundo y el PP queda lejos de la mayoría absoluta, será como si hubiera ganado, porque tendrá mucha más capacidad de presión para gobernar, como ha pasado en la comunidad de Madrid y la de Andalucía. Con la diferencia que ahora Ciudadanos, si queda segundo, está decidido a presidir el Gobierno. Eso situaría a Pedro Sánchez contra la espada y la pared.

Por una parte, el PSOE puede dar apoyo como presidente de Gobierno a Albert Rivera, que ha abrazado en su programa algunas medidas asumibles por los socialistas, como el blindaje de la ley de la dependencia y del derecho en la vivienda, un nuevo pacto por la educación con una especie de MIR para profesores, la eutanasia, los vientres de alquiler, la apuesta por las renovables y la rebaja del IVA cultural.

Por la otra, puede no llegar a ningún acuerdo con Ciudadanos y provocar que Rivera se deje querer por el PP, pudiendo quedar los socialistas ante la opinión pública como responsables de 4 años más de gobierno del PP por falta de sentido de pacto, algo que Ciudadanos se ha esforzado en demostrar.

En caso de quedar tercero por detrás del PSOE, Albert Rivera también tiene la llave del gobierno, aunque ha anunciado que no formará parte de uno que no presida él mismo.

El precio de la abstención en la investidura y la aprobación de los presupuestos puede ser variable. En la mesa están algunas de las medidas estrella entre las cuales hay alguna que comparte con Podemos: la reforma de la ley electoral que ni PP ni PSOE llevan en el programa, porque les perjudicaría en representación, por ejemplo, que podría dar carpetazo definitivo al sistema bipartidista en España.

Diez años de campaña

El presidente de Ciudadanos lleva, de alguna manera, 10 años preparando estas elecciones. Desde 2006 ha intentado encabezar una trinchera antinacionalista en Catalunya, que fue aumentando a costa de los votos del PP y, sobre todo, del PSC. El ascenso de Podemos a principios de 2014 facilitó su salto a la política española, que empezó con la fundación de Movimiento Ciudadano las mismas fechas. Era el momento en el que el presidente del Banco Sabadell, Joan Oliu, reclamaba la creación de un "Podemos de derechas".

Su candidatura, que consolidó oficialmente por medio de unas primarias sin rival como Girauta en Barcelona, representaba la regeneración desde arriba, la neutralización por la vía del posibilismo de la revolución que anunciaba entonces Pablo Iglesias. Su eslogan de campaña, "Con ilusión", se opone al voto enfadado que intenta captar Podemos.

Efecto Rivera

Para obtener buenos resultados en Catalunya, Ciudadanos confía en el efecto Rivera, según el cual las campañas monopolizan la atención en el presidente de la formación. Ya lo hizo en las elecciones municipales de mayo, y también en las catalanas de septiembre: cada cartel de campaña iba acompañado de la imagen de Albert Rivera, e incluso a veces mostraba sólo su fotografía en solitario, como si él fuera el candidato.

En estas elecciones generales este fenómeno será más patente, dado que esta vez sí que se presenta candidato, acaparando toda la atención, incluso a nivel territorial. No es una decisión casual: el partido quiere, por una parte, dar un carácter unitario y alejado de las particularidades territoriales a su carrera electoral, y por otro lado, es consciente del inconveniente de que muchos de los integrantes de las listas no sean lo suficientemente conocidos. En esta ecuación, el lugar del cabeza de lista por Barcelona, Juan Carlos Girauta, está allí donde vaya Rivera. Hará buena parte de su campaña fuera de Catalunya, reivindicando el españolismo catalán en la Comunidad Valenciana, Baleares, Aragón, País Vasco y Madrid, entre otros.

"Sólo podemos ganar"

Al fin y al cabo, si en Catalunya se acercan al porcentaje de voto que obtuvieron en las elecciones catalanas, y eso es lo que pronostican las encuestas, tendrían entre 8 y 10 escaños garantizados, a diferencia de partidos como el PSC, que tiene que luchar por mantenerse. Así lo resumen fuentes de la candidatura El Nacional. "Partimos de cero diputados en el Congreso, sólo podemos ganar". Y lo harán volviendo a poner en práctica aquello que les funcionó en la campaña para el 27S: luchando por diluir el rojo del cinturón rojo y convertirlo en naranja.

Concentrarán su campaña en Barcelona (especialmente en Nou Barris, que fue el único distrito donde los de Albert Rivera ganaron a Junts pel Sí, y donde el domingo harán un acto popular, más cercano que los mítines, con chocolatada), Cornellà, Sabadell, Terrassa, Castelldefels y l'Hospitalet, que han escogido para cerrar la campaña. También darán un papel importante a Tarragona, donde Ciudadanos quedó en segundo lugar en el consistorio de la capital en las municipales y en septiembre se consolidó como segunda fuerza después de Junts pel Sí en toda la demarcación.

Girauta, espíritu libre

Ciudadanos presume de aglutinar heterodoxos dentro de su partido. Eso es relativamente fácil en un partido que se declara "ni de derechas ni de izquierdas" y que intenta apoderarse del espacio de centro que, según afirman, ha abandonado el PP y por donde está desangrando el PSOE en su intento de convergir con Podemos.

Juan Carlos Girauta es un exmilitante socialista que se ha llegado a presentar en las listas del PP antes de la creación de Ciudadanos, en su búsqueda del liberalismo socialdemócrata con el que se siente cómodo en el grupo liberal del Parlamento Europeo (ALDE). Es el perfecto modelo de elector que intentan aglutinar: el votante descontento, harto de la alternancia bipartidista, que se declara "patriota" y lo diferencia de nacionalista español, que quiere cambios sin romper nada.

Girauta, que empezó en el partido sin carné, ve en Ciudadanos una nueva manera de resucitar el catalanismo político que más de una vez ha declarado muerto. Para él, se puede construir una nueva España desde Catalunya si se dejan de lado las singularidades y se articula el proyecto político atendiendo a los rasgos comunes con el resto de españoles, a los que afirma que les preocupa lo mismo.