Corrían finales de los años sesenta. Henry Kissinger no sólo era secretario de Estado de los Estados Unidos y consejero de Seguridad Nacional. También era el principal asesor del presidente Richard Nixon, el gran estratega de la Casa Blanca. Tanto era así que en Washington corría una broma: "Imagina qué pasaría si muriera Kissinger... Que Nixon se convertiría en el presidente de los Estados Unidos". Sobre Kissinger pesaba una gran aureola, mezcla de misterio y admiración. Pero Nixon acabó como acabó: renunciando después del escándalo Watergate; saliendo del Despacho Oval por la puerta trasera.

En el caso español, este Henry Kissinger es el gurú Iván Redondo, jefe de gabinete de Pedro Sánchez. A él se atribuyen las grandes "jugadas maestras" de los socialistas en los últimos dos años, desde la moción de censura que echó a Rajoy hasta el adelanto electoral del 28 de abril. También le asesoró durante cinco meses para hacerle ver que había que volver a las urnas, en una nueva jugada maestra que sólo ve el CIS. Redondo sigue convencido de que es la mejor apuesta. En círculos privados asegura que él ha previsto un nivel de participación que no contemplan las casas de encuestas. Pero en Moncloa no acabaron de calibrar una variable: la respuesta de Catalunya a la dura sentencia del procés. No parece haber exhumación que lo tape.

Después de la disolución de las Cortes y antes de la sentencia, Pedro Sánchez y su gobierno se paseaban por platós de televisión y estudios de radio amenazando, en el plano retórico, con "todos los resortes del Estado". Pero el ambiente dentro de La Moncloa era otro. En privado, los ministros de Sánchez defendían que Catalunya estaba más "pacificada" que meses atrás y que la reacción sería "controlada"; que no pasaría de las manifestaciones pacíficas que el independentismo ha realizado en los últimos años. Pero el 14 de octubre otra realidad les explotó en la cara.

Efectivamente han sido las manifestaciones pacíficas de siempre, pero no sólo eso. También ha habido ocupaciones de infraestructuras estratégicas como el aeropuerto de El Prat y la frontera de La Jonquera, disturbios en las calles de Barcelona que han dejado centenares de heridos por la violencia policial, manifiestos de las universidades catalanas, posicionamiento de las cámaras de comercio catalanas, acampada de universitarios... La reacción, que ha sido bastante transversal, ha desbordado a un Pedro Sánchez que desde un primer momento ha comprado el discurso de la derecha pero que se ha tenido que abstener de aplicar las medidas excepcionales que le pedía el establishment español. Mucha escenificación, como lo de no coger las llamadas al president Quim Torra. Dos horas después de hacerse pública la sentencia ya descartaba indultos –que contarían con el visto bueno de Iceta– para los presos políticos. El equilibrio para mantener los votos tanto en Catalunya como en España no es nada fácil, y en el PSC sufren mucho.

El equilibrio para mantener los votos tanto en Catalunya como en España no es nada fácil, y en el PSC sufren mucho

Cuando el PSOE ha sacado mejores resultados en España es cuando el PSC ha sido más fuerte. Es su Ohio. La primera mayoría absoluta de Felipe González fue acompañada de 25 de los 47 diputados catalanes que consiguió Narcís Serra. La mayoría amplia de José Luis Rodríguez Zapatero en 2008 también contó con 25 escaños de Carme Chacón, justo después de la aprobación del nuevo Estatut. Aquellos números ya son inasumibles, pero aun así hay muchos nervios en el PSC. La actitud de Sánchez les está perjudicando más que beneficiando. Una muestra de esa inquietud es la llamada de Miquel Iceta a Cristina Narbona para que corrigiera un programa que no hablaba ni de "plurinacionalidad" ni de "federalismo". Ahora el documento cita las declaraciones de Granada y Barcelona, aunque no esos conceptos en concreto. Las encuestas no sonríen tanto al PSC como el 28-A.

Menos el CIS, la práctica totalidad de las encuestas dicen lo que dicen. En primer lugar, que Ciudadanos sufre una debacle de la que se alimentan Vox y el PP, pero no el PSOE. En segundo lugar, que los socialistas no mejorarán los resultados actuales y que incluso pueden retroceder. En tercer lugar, que el escenario más probable es que Pedro Sánchez siga necesitando de la participación del independentismo para ser investido. Y este golpe con una carta menos: la del pacto con Ciudadanos. Sólo el CIS de Tezanos, que cerró la encuesta el día antes de la sentencia, no lo ve así.

Casado resucitado y Rivera hundido

Al día siguiente del 28-A, los focos no apuntaban solo hacia el gran ganador, Pedro Sánchez, sino también hacia el gran perdedor, Pablo Casado, después de perder más de medio grupo parlamentario. No eran pocos dentro del partido los que lo hacían responsable, después de haber calcado el discurso de la extrema derecha de Vox, e incluso pedían su cabeza. Medio año más tarde, el presidente del PP está en una posición muy diferente. Su partido no para de avanzar en las encuestas, en detrimento de Ciudadanos, y la incógnita es hasta dónde llegará. También si al día siguiente del 10-N ofrecerá una gran coalición al PSOE. El discurso de los populares también ha evolucionado: ya no piden aplicar el 155, sino enviar el requerimiento previo del 155 al president Quim Torra. Por contra, Albert Rivera está hundido y no sabe cómo salir del pozo. De intentar hacer el sorpasso al PP a tener que utilizar el embarazo de Inés Arrimadas para arrancar unos votos.