Sólo hace dos días que salió de la cárcel y sólo dos noches que ha podido volver a dormir en casa después de haber pasado 32 días encerrado a la prisión d'Estremera con los otros cinco consellers, mientras las conselleres estaban en la cárcel de mujeres de Alcalá-Meco. Jordi Turull ha visitado esta mañana en El Món a RAC1, donde ha narrado un emotivo relato de vivencias sobre su encarcelamiento, alejado casi completamente de la realidad y de todo aquello que pasaba en el exterior, incluso de casi todos los planes de su partido porque no podía contactar con ellos.

Con lo cabe en sus compañeros todavía encarcelados, Turull ha querido hacer saber que "si nos prohíben el amarillo, que sepan que hay una bandera catalana que lleva cuatro barras para cada uno que está en la cárcel" porque, además, aunque seis hayan salido, "tenemos un regusto muy malo porque entramos juntos y queríamos salir juntos". Y es que, en la cárcel, "entras en una dimensión desconocida".

Hasta el día antes, día festivo porque era Todos los Santos, no recibió la citación que lo obligaba a viajar a Madrid. De hecho, tanto él como su abogado se enteraron por la prensa antes que por el aviso de la Audiencia Nacional. Aquel 2 de noviembre, él fue el primero a declarar. Tenía que pasar primero al vicepresident Oriol Junqueras, pero no pudo estar porque su abogado estaba en el Tribunal Supremo con los miembros de la Mesa del Parlament porque, ellos, también tenían que declarar aquel mismo día, aunque, finalmente, el juez a Pablo Llarena les dejara una semana más para prepararse la defensa.

No ser escuchado

La jueza Carmen Lamela "miraba el móvil y el ordenador" mientras el abogado les hacía las preguntas, "no escuchaba a nadie", se ha lamentado Turull, al mismo tiempo que ha puesto de relieve, que, aunque intentaban pensar que "no pasaría nada", mientras esperaban "no nos podíamos comunicar con nadie porque no había cobertura" y, para más inri, "nadie nos llevó bebidas ni comida, recogimos monedas y comimos una bolso de patatas, aunque no tienes hambre en momentos así".

También les pareció extraño que, normalmente, en la vistilla hacen pasar a las personas denunciadas de forma individual, pero ellos no lo pudieron hacer así. En una sala en que casi ni cabían, les hicieron entrar en los ocho juntos. Y después llegó el momento: había mucha gente y policía en los pasillos que hacía un rato estaban vacíos y "entonces empezaban a llamar gente, como el vicepresident, y no los veías salir".

Fue en aquel momento que los esposaron, por detrás. "Pedí que por qué no me ponían las esposas delante, pero no hubo discusión al respecto, me las dejaron detrás", ha recordado Turull, que ha explicado visiblemente emocionado que "cuando te ves tú esposado, no impresiona tanto" y que "fue cuando vi Borràs que me quedé impresionado".

Crónica de una realidad desconocida

Es entonces cuando "entras en una dimensión desconocida": "Nos sacaron las gafas y todo para que no te puedas suicidar", ha relatado al conseller, al mismo tiempo que ha asegurado que siempre toman medidas de este tipo aunque en el economato de la cárcel puedas comprar latas de atún —que son más peligrosas— porque, de hecho, "el otro día, cuando fuimos a declarar, no nos dieron ni agua porque no nos suicidáramos con el plástico".

Aquel día, 2 de noviembre, continúa el relato, "en el calabozo es una sensación muy tétrica, cada uno estaba solos y no podías hablar con nadie, pierdes la noción del tiempo". Después de eso, ha explicado que "cuando me entraron en la furgoneta, había el conseller Romeva, donde íbamos era como un camión de los congelados" y, además, "en la furgoneta tampoco nos pusieron las esposas  por delante y si haces un movimiento extraño se estrechan más. No nos podíamos ni rascar la nariz". "Yo hubo un momento que caía contra el conseller Romeva en la furgoneta porque los asientos resbalan y tal como cogen la rotonda y con las esposas detrás no puedes hacer nada", narra el conseller.

Al llegar, finalmente, en Estremera, "nos hicieron la típica foto de las películas y después nos hicieron desnudar". Eso sí, Turull ha confesado que "la primera cara de la cárcel fue un señor muy amable". Después de recorrer diferentes prisiones, cuando llegaron a la que sería por 32 días, se reencontraron con los otros consellers: "El reencuentro en Estremera fue muy emotivo, nos abrazamos todos", explica.

Justamente por eso, ha querido poner especial énfasis en el hecho de que estuvieran juntos y que compartieran celda con otro conseller porque Jordi Sànchez y Jordi Cuixart están separados y "es muy diferente". Ahora bien. También ha querido hacer saber que "al principio no nos soltaban a misa para vernos entre nosotros" —todo y que sí que ha dicho que estas dos últimas semanas sí que los dejaron—, así como que "no nos dejaban hacer actividades fuera del módulo para que nos encontráramos todos" porque "no querían que hicieran la foto".

Por todo ello, Turull ha pedido que "la gente envíen cartas en los que todavía están en la cárcel" porque "cinco cartas te arreglan toda una tarde, eso allí es muchísimo, te hace sacar del aislamiento", mientras ha explicado que "las cartas las abren delante tuyo". Eso sí. También ha querido dejar claro que "la desintoxicación del móvil es tan bestia, que ahora pasas mucho rato sin mirar el móvil y hoy todavía no he mirado diarios".

13 horas al día

La vida en la cárcel funciona con otros ritmos. "La familia te puede ingresar todo el dinero que quiera, pero tú sólo te puedes gastar 100 euros a la semana" y no sólo eso. Aparte que sólo podían hacer 10 llamadas de 5 minutos a la semana, "tenías que acreditar que aquel teléfono corresponden a aquellas personas" y "saberte el teléfono de memoria", vivían 13 horas al día en la celda.

"En las 7.45 hacen recuento y tenemos que estar visibles los dos: yo me duchaba antes del recuento y Rull después", relata Turull, que añade que, además, "la gente come muy rápido, en las 8.30 bajábamos y en las 13.30 volvías a subir a la celda". "Estábamos 13 horas al día en la celda: en las 16.30 volvías a bajar y en las 19.30 volvías hasta el día siguiente a la celda".

Allí, miraban la televisión. Ahora bien. El conseller ha puntualizado que "para Rull y para mí mirar la tele era el doble de condena porque sólo vemos ciertos canales que decían lo que decían", aunque ha querido dejar bien claro que "la relación con los compañeros de módulo acabó siendo excelente" porque, además, "la gente relación con los compañeros de módulo acabó siendo excelente".

A modo de anécdota, ha querido sacar una sonrisa de los oyentes relatando cómo "pregunté para planchar la camisa para cuándo fuéramos a declarar y los presos se rieron", pero, después, "me enseñaron tácticas para planchar la camisa porque la gente se acaba espabilando".