Los datos estadísticos relativos a la afluencia turística en nuestro país en lo que va de 2022 confirman que estamos donde estábamos antes de la pandemia. En el mismo sitio en número de visitantes, en el mismo sitio en el perfil de turismo internacional que nos visita si se mide en mercados de origen y destinos turísticos preferidos. En el mismo sitio después de dos años de crisis, confirmando que el imperio del sol y playa no afloja, ni siquiera en el tórrido verano que nos está tocando vivir a los que más bien sufrimos con el calor.

Hasta qué punto el turismo vuelve a ser protagonista económico, que la recuperación del 2022 en buena parte descansa en este sector, impulsado por una demanda interna e internacional que, harta de restricciones a la movilidad y las relaciones sociales, en estos momentos va desbocada, talmente como si el mundo se acabara. Es en este contexto que los últimos datos de demanda señalan, entre otros indicadores, niveles de ocupación hotelera muy altos, crecimientos altísimos del nivel de gasto de los turistas extranjeros y precios hoteleros que se han disparado (en julio en Catalunya, un 25% más que hace un año). A remolque de eso, la rentabilidad del sector también va la mar de bien después de dos años de estar hundida. Desde la perspectiva del empleo, en el segundo semestre el sector daba trabajo a 454.649 personas, un 7,1% más que el mismo trimestre del año anterior. Por zonas de atracción en Catalunya, en julio Barcelona está al frente, con 1.825.000 pernoctaciones, Lloret con 690.000 y Salou con 645.000.

Es una opinión generalizada que se trata de buenas noticias. No seré yo quien agüe la fiesta, sin embargo, la euforia turística actual sirve en bandeja un debate recurrente sobre el modelo de atracción de visitantes en el que nos hemos especializado tanto en Catalunya como en el conjunto del Estado español. Una de las dimensiones de este modelo nos la dan dos aspectos del mercado de trabajo de este sector, que me parece oportuno destacar en este artículo.

El primero es el de los salarios que se pagan en el sector turístico. El coste laboral mensual por trabajador en Catalunya en el primer trimestre de este año era de 2.140 €, que comparado con otros sectores es bajo: por ejemplo, un 37% inferior al de la industria, un 28% inferior al de la construcción y un 52% inferior a los de los empleados en el sector TIC. Estos porcentajes con datos trimestrales medios de los últimos 7 años, son sustancialmente parecidos.

Si operamos con datos de coste laboral por hora efectiva, los valores que se obtienen corrigen un poco los datos anteriores, pero siguen situando el sector en el lado bajo retributivo: en el primer trimestre de este año, el coste por hora efectiva fue de 18,2 €, un 22% menos que en la industria, un 10% menos que en la construcción y un 37% menos que en las TIC. Los datos medios de los últimos 7 años, como pasaba antes, son sustancialmente parecidos.

Por lo tanto, el dinamismo del sector turístico en términos de demanda, de actividad empresarial y de generación de ocupación sigue descansando con respecto al trabajo en salarios relativamente bajos. Para entendernos, los trabajadores del sector industrial de Olot y de Valls se ganan bastante mejor la vida que los que trabajan en el monocultivo turístico de Lloret o de Salou. Lo mismo se puede decir, con mucha mayor diferencia, con respecto a los que trabajan en las TIC en la ciudad de Barcelona.

El segundo aspecto que quiero destacar está en parte relacionado con el anterior y también con los niveles competenciales profesionales que se piden en el turismo. Una parte importante de los trabajos que se hacen no requieren calificaciones específicas. La suma de salarios relativamente bajos y de bajas exigencias de calificación hacen del sector un destino adecuado para personas inmigradas. Los datos de afiliación extranjera en la Seguridad Social a junio de 2022 ponen de relieve que un 33,6% de los 293.000 afiliados al sector de la Hostelería son extranjeros (98.000 personas, de las cuales 77.000 de fuera la UE). Seis años antes (junio de 2016), en la Hostelería catalana los afiliados que eran extranjeros significaban el 29,2% de un total de 268.500 personas, es decir 78.300 personas, de las cuales 57.800 eran de fuera la UE.

Tanto un aspecto como el otro de los que acabo de citar son detalles de un sector que probablemente se ha hecho demasiado grande para los recursos de todo tipo que tiene el país. Quizás tendríamos que pensar, como sociedad, si realmente el modelo turístico que tenemos, al que no paramos de dar continuidad, es el que más nos conviene.

Modest Guinjoan, economista