He visto las imágenes de Ignacio Garriga encarándose a los antifascistas de Badalona y enseguida he pensado en las payasadas de La Sotana y, especialmente, en los tuits de Manel Vidal. Aunque los periódicos no lo destaquen, el partido de Santiago Abascal ha hablado muy poco de inmigración en esta campaña, al menos en Catalunya. Teniendo en cuenta las posibilidades demagógicas que ofrece la situación de Francia o de Italia, o el ruido que Aliança Catalana hace desde Ripoll, puede parecer un poco extraño.

¿Por qué Vox pasa de puntillas sobre un tema que marcará la agenda europea en los próximos años, me preguntaba mientras veía a su fantoche local reclamante "libertad política" como un energúmeno? Si Vox tuviera pretensiones de entrar en el gobierno de España, aprovecharía el clima europeo para habla de inmigración, como lo hizo Meloni para mandar en Italia. El otro día leía, no sé dónde, a un articulista que escribía sorprendido de que Vox no tuviera programa cultural para el conjunto de España, que solo parecía tenerlo para los Països Catalans. Cada día cuesta más leer la prensa sin reírse.

La única función real de Vox es debilitar al nacionalismo catalán, tanto en el Principat como en el resto de países de la antigua corona de Aragón. Vox existe para que los chicos de La Sotana puedan lucirse con su antifascismo de tres al cuarto o para que Joan Burdeus pueda escribir sobre Jurgen Habermas la misma semana en la que el presidente de Rumanía pide protección al ejército alemán. La función de Vox es evitar que Catalunya evolucione al ritmo que lo hacía hace una década. Es decir, que pueda llegar en condiciones de negociar, desde una posición de fuerza, el reparto de papeles que España prepara para superar el trauma del 1 de octubre.

En Catalunya, la inmigración sirve para contener el separatismo y para crear los problemas de autoridad que el Estado español ha potenciado, desde tiempos del bandolerismo, para limitar la conciencia nacional de Barcelona

A la hora de la verdad, Vox no explota el tema de la inmigración porque Madrid es la capital más blanca, más cristiana y culturalmente más homogénea de todo el mundo occidental, con permiso de Roma. Y porque el único lugar de España donde la inmigración podría crear una situación explosiva es en Catalunya. Castilla se puede estar desertizando, pero es uno de los territorios más cohesionados de la vieja Europa. En Catalunya, en cambio, la inmigración sirve para contener el separatismo y para generar los problemas de autoridad que el Estado español ha potenciado, desde tiempos del bandolerismo, para limitar la conciencia nacional de Barcelona.

Ahora que todo el mundo atiza el espantajo de Vox es un buen momento para recordar que el "procés" empezó justo cuando los inmigrantes de tiempos de Franco llegaron a la Generalitat en la persona de José Montilla. Otra cosa que estaría bien analizar es hasta qué punto Madrid ha utilizado los Països Catalans como un territorio de frontera para no tener los problemas que la globalización ha creado en Francia, Inglaterra o Alemania. Nos hartamos de denunciar el expolio fiscal, pero hablamos poco de cómo se hace el dinero que Madrid nos roba, y de qué precio pagamos para tener la economía que tenemos.

Como explica el doctor Sirera, Vox es un partido formado por altos funcionarios que no quieren que los ideales democráticos europeos acaben pasando por encima de la unidad del Estado, como sucedió en Rusia. Si Vox gobernara, lo único que pasaría sería que el PSOE entraría en contradicción, y que la izquierda antirracista evolucionaría hacia un antiespañolismo furibundo. Basta con ver a Martín Blanco tratando a Bernat Dedéu con condescendencia para entender que Vox, igual que Ciudadanos, sirve para introducir los temas que después gestionan el PSOE o el PP.

Me parece, pues, que antes veremos al PSOE regalando los votos de la investidura a Feijóo, igual que ERC se los regaló a Sánchez, que a los chicos de Abascal haciendo de ministros. Si hicieran de ministros tampoco pasaría nada, se vería que el conflicto nacional es el único conflicto español del siglo XX que todavía queda por resolver. Sánchez y Feijóo solo mantendrán sus respectivos liderazgos en la medida en la que sean capaces de obligar a los partidos de obediencia catalana a legitimar la democracia española. España quiere europeizarse sin Catalunya, pero todavía no está lo bastante madura.

De momento, ERC trabaja con los nacionalistas vascos y gallegos para evitar que Madrid intente dejar al país fuera de la democracia europea, igual que en 1714 la dejó fuera de la monarquía. El antiguo espacio de CiU está en crisis porque es subsidiario de las políticas de Junqueras y porque no ha sabido hacer un discurso europeísta que fuera más allá de la estigmatización de España y de Hungría. El día en que algún partido catalán deje de tratar la soberanía como si fuera una ideología, Vox dejará de tener sentido o, justo al contrario, pasará a hacer la competencia de verdad al PP y al PSOE. De momento los chicos de Abascal convienen a todo el mundo, sobre todo a los sectores que necesitan alargar más la comedia.