Carles Puigdemont volverá y será un estruendo. El president exiliado ha anunciado su candidatura a las elecciones del 12 de mayo advirtiendo que volverá si puede ser investido president. Para ser investido tendrá que ganar las elecciones por mayoría absoluta o encabezar la minoría mayoritaria y encontrar suficientes apoyos de otros partidos. Y además, que los jueces españoles le apliquen la amnistía, que es una duda aún superior a las dos anteriores.

Puigdemont sólo puede ser "restituido" como president por la misma mayoría independentista que le eligió si sus componentes siguen pensando que Puigdemont fue destituido mediante un abuso de poder del Estado contra la voluntad de los catalanes democráticamente expresada que hay que restablecer. Sin embargo, por ahora, las encuestas no aseguran la mayoría independentista ni la victoria de Junts per Catalunya. ¿Quiere decir esto que si no es para ser president, Puigdemont no volverá? Volverá porque no tendrá más remedio.

Si el resultado electoral no le es propicio, Puigdemont tendrá que decidir si toma posesión de su escaño en el Parlament. Si lo hace, perdería automáticamente la condición de eurodiputado, que es su principal protección, la inmunidad europea que le permite circular por toda Europa sin que le detengan, salvo en el Reino de España, donde permanece en situación de búsqueda y captura. En este caso, lo más probable es que la justicia española lo vuelva a reclamar. En cambio, mientras no tome posesión del escaño en el Parlament, puede mantener la inmunidad europea, porque no decae con las elecciones al Parlamento de Estrasburgo, sino que se mantiene hasta que los nuevos eurodiputados tomen posesión y esto puede alargarse hasta bien entrado el mes de julio. La previsión es que por esas fechas la ley de amnistía esté aprobada y comenzada a aplicar. Será, pues, en junio o julio cuando Puigdemont podrá volver protegido todavía por la inmunidad europea y, eventualmente, por la ley de amnistía. Podrá volver y dependerá del resultado electoral y de los pactos poselectorales si está en condiciones de someterse a la investidura. Si se produce el acuerdo político que le permite ser elegido president, deberá tomar posesión del escaño, perderá la condición de eurodiputado y serán los jueces quienes decidirán, en pleno proceso para elegirlo president, si le aplican la amnistía o le detienen bajo cualquier acusación para impedir la “restitución”. En ambos casos, tanto si es president restituido como si se vuelve a alterar la voluntad democráticamente expresada por los catalanes, asistiríamos a un estruendo político sin precedentes.

Independientemente del resultado electoral, tarde o temprano, Puigdemont no tendrá más remedio que volver a casa y si los jueces siguen empeñados en acusarle de delitos que no ha cometido, el estado de derecho se tambaleará y la política española estallará

También puede ocurrir que el resultado electoral no haga políticamente viable la investidura de Puigdemont como president. La alternativa más factible es el tripartito de izquierdas, siempre y cuando lo lidere el candidato socialista, Salvador Illa. Los socialistas pueden llegar a acuerdos con los independentistas, como ahora en el ayuntamiento de Barcelona, pero nunca podrán permitirse hacer president de Catalunya a un candidato que dice que quiere romper España.

En este caso, el líder de Junts per Catalunya podría demorar su regreso del exilio, pero tampoco por mucho tiempo. Habiendo renunciado a presentarse a las elecciones europeas y aprobándose la amnistía que él mismo ha forzado, prolongar indefinidamente el exilio sin ningún tipo de protección ni referencia institucional correría el riesgo de sufrir la condena del olvido.

Así que tarde o temprano, Puigdemont volverá a casa y si los jueces siguen empeñados en acusarle de delitos que no ha cometido, el estado de derecho se tambaleará y la política española estallará. No hay que olvidar que lo determinante siempre es el poder del Estado y se mire como se mire, para bien o para mal, Puigdemont es un asunto de estado. Lo acaba de describir Emiliano García-Page, el presidente socialista de Castilla-La Mancha. “Puigdemont —ha dicho— es una amenaza para el conjunto de España”.

En la obra La disputa: Voltaire contra Rousseau, de Jean-François Prévand, que magistralmente representan estos días en el Romea Josep Maria Flotats y Pep Planas, con brillante traducción de Salvador Oliva, Voltaire/Flotats avisa que “en cualquier proceso, conviene conocer el dossier del adversario”.