Se muere el Papa o llega la ceremonia de los Óscar y los grandes nombres de periodistas y medios de este país corren hacia Roma y Los Ángeles, interrumpen vacaciones, no duelen recursos y no importa la diferencia horaria, pero en el Baix Ebre nos quemamos y en toda la noche el 3/24 no tuvo narices de hacer una conexión en directo para informar y tranquilizar a la población de su país. Eso de 'tot el que vols saber quan ho vols saber' debe de ser de Tarragona o Sitges para arriba, suponemos. Estuvieron largas horas sin actualizar la realidad de nuestra desgracia. El F5 de la televisión pública —la suya— era un inexplicable bucle de reemisión mientras el hedor de requemado se nos filtraba por el marco de las ventanas cerradas de casa y las alarmas en los móviles nos sobresaltaban.
Hemos quemado en silencio mientras el centralismo dormía y ahora algunos nos diréis que siempre estamos con la misma cancioncilla. A ver si será que nos la hacéis cantar sin nosotros quererlo. Fuentes anónimas explicarán que la cobertura mediática fue la ajustada al caso, que no hace falta ninguna dimisión, pero por nuestra cabeza no puede dejar de sobrevolar esa desgraciada y eterna pregunta: ¿qué habría pasado si el fuego hubiera arrasado Montserrat o Cadaqués? Y no, el comentario no va en contra de los que allí viven, va a favor de cuidar el país. Enterito. Los eslóganes quedan muy bonitos impresos encima de una carpeta o escuchados en un anuncio, pero el Govern de tothom lo tiene que ser de forma efectiva, no solo de palabra, que mientras esa noche TV3 estrenaba la serie Delta a bombo y platillo, justamente en el Ebro sufríamos un apagón informativo inexplicable. Y ese no era de ficción.
Nos sentimos solos y desinformados y no es la primera vez. Tuvimos que recurrir a hablarnos entre nosotros por grupos de WhatsApp de vecinos y familiares (eso si había cobertura), en vídeos caseros, en el bando del pueblo (con los altavoces de toda la vida) o en la cuenta oficial de los bomberos en Twitter: agradecimiento inmenso a la tarea de los efectivos sobre el terreno y al equipo de comunicación en los despachos. No olvidemos, sin embargo, que no todo el mundo tiene redes y que, además, buena parte de la población afectada son personas mayores que no tienen Twitter y sufrieron el desconocimiento de la situación, ellos y sus hijos y nietos, que no sabían cómo contactar con ellos o cómo ayudarlos. Admirable actitud la de los alcaldes y concejales de la zona, llenos de dignidad y de sueño, dando la cara y arremangándose con la piel de gallina bajo la manga y atendiendo amable e incasablemente a la prensa, mucha de la cual solo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena.
Las Terres de l'Ebre volvimos a sentirnos huérfanas y desamparadas. No somos un parque de atracciones que olvidáis en invierno y queréis encontrar bien arregladito en verano. Aquí hablamos siempre en catalán, aunque no nos consideréis lo bastante catalanes. Hemos quemado en silencio mientras el centralismo dormía y el 3/24 no conectaba en directo en toda la noche.
Entre el ruido de los hidroaviones, el ruido de los helicópteros y las sirenas de los vehículos, también hay que resaltar la inmensa labor de la prensa territorial, esa que demasiado a menudo es menospreciada por ser periférica, y que hizo una labor de primera, con periodistas al pie del cañón ofreciendo conexiones y datos que otras corporaciones —con mucho más presupuesto— no asumieron. Orgullo de compañeros. También Gerard Romero, periodista deportivo vilanovés que no dudó en quitarse las legañas y cambiar el tema de su ámbito de trabajo habitual para hacer uno directo de madrugada en su canal de Twitch, dar voz al pueblo, acompañarnos en el dolor y compartir insomnio durante la madrugada crítica. Al día siguiente, la mayoría de programas de medios nacionales generalistas emitían en directo desde aquí abajo, en un despliegue exagerado que parecía más un lavado de cara, conscientes del vergonzoso olvido de la noche anterior. Para nosotros era tarde y ojalá en la comisión de control del Parlament tuvierais que dar explicaciones, que no excusas.
Estaréis cansados de oír, ya lo sabemos, nosotros también de tener que repetíroslo, pero las Terres de l'Ebre nos volvimos a sentir huérfanas y desamparadas, una vez más. Como cuando expresamos que el Delta dice basta y que no lo protegemos lo suficiente. Venga estudios y reuniones hasta que ya no habrá nada que hacer y entonces todo serán llantos: uno, inundado; las otras, las montañas, calcinadas, con planes de protección contra incendios incomprensiblemente no aprobados en décadas. Como cuando nos exclamamos para tener trenes dignos, sanidad decente y un río lleno de vida. Como cuando alzamos la voz por un campo injustamente valorado, para evitar una diáspora ebrense que querría más oportunidades cerca de casa o para frenar un despoblamiento que no ayuda a apagar incendios.
Ahora, a toda prisa, todo son fotos y promesas de inversiones, cuando hasta hace cuatro días algunos todavía esperaban cobrar las ayudas por el temporal Glòria. La semana que viene, cuando aquí el luto por el paisaje asolado siga devastándonos y mucha gente tenga que empezar de cero, la actualidad primará y ya no os acordaréis. No somos un parque de atracciones que olvidáis durante el invierno y que en verano queréis encontrar bien arregladito y sin campanas. Estas montañas y parajes no son un rinconcito donde venir a lucir vuestras zapatillas deportivas nuevas de última moda, cuando a veces ni siquiera sabéis pronunciar bien el nombre de nuestros pueblos y ni con un mapa sabéis ubicarlos. Aquí hablamos siempre en catalán, aunque no nos consideréis lo bastante catalanes. Aquí, con el corazón en un puño, la rabia en la garganta y la sensación —por no decir la certeza— de que no será la última vez que tendremos que poner el grito en el cielo, os decimos que vamos tarde y que viva la tierra y muera el mal gobierno.