En 2023 parece que será un año de récord de turistas en el que se superará la sacudida de la covid-19 que nos dejó inmóviles en casa, o casi. La reacción social una vez superada la pandemia ha sido una especie de rebote acentuado que se hace notar prácticamente en todos los destinos turísticos. Desconozco si la recuperación turística es fruto solo del rebote, aprovechando que las familias ahorraron dinero y ahora se gastan el que no se gastaron entonces (como pasa con celebraciones de bodas y otros motivos), o bien si nos estamos instalando en una nueva actitud del tipo carpe diem, que en términos coloquiales nos viene a decir "aprovecha hoy que estamos, que el mañana está por ver". En cualquier caso, a la vista del repunte del turismo, uno tiene la sensación de que nos invade una oleada consumista en este ámbito, que talmente parece que el mundo se acabe.

Vamos a algunos datos relativos a Catalunya, que muy probablemente registrarán una dinámica parecida en el conjunto del estado español, con una singularidad que quiero destacar al final. Nuestro país recibió en 2022 la cifra de 20,1 millones de visitantes de fuera, repartidos en 5,3 provenientes del resto del Estado y 14,9 millones del extranjero. Con respecto al 2021 la recuperación fue espectacular en el caso del turismo extranjero, con un salto del 156%. Sin embargo, el número de visitantes todavía quedó lejos del récord del último año normal, en 2019, cuando vinieron más de 19 millones. Su gasto total, de 16.500 millones de euros, todavía quedó lejos (un 22% menos) que el de 2019.

Con respecto a los visitantes del resto del Estado, en razón de proximidad y de un "efecto sustitución" de viajar al extranjero, en 2022 ya se superaron los registros de 2019, tanto en visitantes (un 8% más) como en gasto (un 22% más). También en razón de proximidad, el turismo interior de los catalanes en la propia Catalunya se recuperó más rápido, de modo que en 2022 ya solo era un 3% inferior al de 2019 y el gasto ya se situó un 13% por encima.

En el balance agregado del 2022 estos registros tuvieron su traducción en mejoras en la ocupación, reducción del paro del sector y aumento de la rentabilidad hotelera y de otros tipos de establecimientos, que habían quedado muy tocados por la crisis de la pandemia.

Salarios bajos, sobreexplotación del territorio, gentrificación, masificación, problemas de seguridad y un largo etcétera recomendarían dejar la cantidad y primar la calidad, como se ha dicho tantas veces

Situados en 2023, todas las previsiones apuntan hacia una recuperación total de los niveles de 2019 con gran probabilidad de que se batan todos los récords. Un indicador fiable como es el gasto en tarjetas muestra entre enero y abril de este año porcentajes de aumento sobre el 30% con respecto al año anterior. Y ¡ojo!, los registros más dinámicos del sector son tanto de los visitantes extranjeros como de gasto de catalanes en el extranjero. Veremos qué pasa en verano, pero la cosa parece que va disparada, si no, que se lo pregunten a los señores de Aena, que están encantados con la recuperación del tráfico aéreo y vuelven a poner por enésima vez sobre la mesa la ampliación de El Prat.

Llegados en este punto, uno se pregunta si la recuperación del sector turístico de masas (propio de Catalunya) es una cosa buena o no lo es tanto. Citaré dos indicadores que pueden ayudar a entender el problema:

  1. El sector turístico tiene un peso que, a los ojos de muchos es excesivo. Con datos del primer trimestre de 2023, representa más del 12% de la población ocupada, unas 425.000 personas, más de la mitad de las cuales corresponden a servicios de comida y bebidas. Y también, un 60% de los contratos firmados son camareros asalariados y personal de limpieza, oficinas, hoteles y otros. Salarios bajos, sobreexplotación del territorio, gentrificación, masificación, problemas de seguridad y un largo etcétera recomendarían dejar la cantidad y primar la calidad, como se ha dicho tantas veces.
  2. Un sector tan dinámico tiene déficit de personal, y como hay avalancha de demanda y la población catalana tiene poco interés en trabajar ahí, el turismo es un imán para la mano de obra extranjera. De hecho, ahora ya representa al 31% de los afiliados en la Seguridad Social.

Sobre lo que nos espera más allá de 2023 no se puede ser muy optimista, porque las presiones privadas para crecer en este sector no paran y la ductilidad política es un buen conductor. Por ejemplo, Barcelona tiene tanto poder de atracción que hace que la ciudad esté cerca de morir de éxito. Sumen la explosión de cruceros, de conciertos multitudinarios, de acontecimientos como la Copa América. El sector hotelero, encantado. Los que queremos una ciudad más tranquila, pensada para los residentes y orientada a actividades productivas más sólidas y consistentes, lo estamos menos. Incluso los cruceristas opinan que es una ciudad colapsada. Ahora pongan una ampliación del aeropuerto que nos traiga más millones de turistas transoceánicos.

En Catalunya, en la lista de espera, hay proyectos dudosos como el macrocasino Hard Rock y, bien reciente, la propuesta del sector del golf Ryder Cup en 2031. Alimentando a la bestia y orientándonos hacia el modelo balear. ¿Es esto lo que necesita el país?