Ocurre a menudo que hay asuntos que se investigan, que se trabajan, que incluso se publican, y no consiguen obtener la rabia e indignación, ni siquiera el interés que se merecen. Pasan, sin más. Uno puede haberlos visto en la portada de algún diario, pero transcurren, como pasajeros anónimos de un vagón que pasa ante nosotros. 

Sucede que, pasado el tiempo, resulta que estallan, porque llega su "momentum". Puede ser cuestión de meses, de años o incluso décadas. 

Se puede decir que la clave no es el hecho en sí mismo, sino el clima en el que la sociedad está preparada para asimilarlo. La diferencia de la percepción no depende únicamente de la verdad objetiva, del hecho en sí mismo, sino de cómo y cuando se instala en el imaginario colectivo. 

¿Cómo sucede este cambio? ¿Por qué de pronto algo ocupa titulares, telediarios, se comenta en todas las tertulias cuando hace un tiempo el simple hecho de ponerlo sobre la mesa generaba desconfianza y silencio?

Existen mecanismos deliberados y estructurales que permiten que determinadas informaciones permanezcan bajo la etiqueta de "conspiración" hasta que dejan de serlo. 

Por ejemplo, el control del relato. El poder político, judicial, mediático, decide la relevancia de los hechos, clasificando ciertos temas como marginales, incluso ridiculizándolos, archivándolos en falso, y dejándolos pasar desapercibidos. 

La estigmatización del que pretenda denunciarlo, ponerlo en evidencia, mostrarlo al mundo es otra de las estrategias. "Teórico de la conspiración", "conspiranoico", "difusor de bulos" son las categorías que se le dedican a quien pretenda adelantarse a la narrativa oficial, adentrarse en la madriguera o pretender abrir la boca más de lo debido. Aniquilado el mensajero, despojado de toda credibilidad, lo que diga pasará automáticamente a ser archivado en el "cajón de las mentiras" de nuestra memoria. Y dará lo mismo que nos muestre pruebas, que nos presente evidencias. Así funciona la mente proclive a etiquetar al personal por conveniencia. 

Cuando el contexto cambia, cuando la cosa en sí es demasiado peligrosa, o cuando interesa, se gestiona el momentum. Puede ser debido a un cambio político, a presiones internacionales, a aparición de pruebas demasiado contundentes, a filtraciones, a guerras internas que se ganan... y es cuando emerge la oportunidad para legitimar y visibilizar la información antes ignorada. De hecho, en ese momento, habrá un giro argumentativo del que, sorprendentemente, muy pocos se darán cuenta. Pero será radical. Y los mensajeros "oficiales" lo harán sin despeinarse. Es como lo de "poner la mano en el fuego por el señor equis el martes" para decir el viernes "que ese señor ya no milita en este partido". 

Será cuando se dé el paso de la revalorización selectiva: aquello que antes era mentira, ridículo, absurdo, inverosímil, pasa a ser la cosa más obvia, evidente, y terrible del mundo. De hecho, hasta puede convertirse en algo urgente a combatir. 

Vivimos cabalgando relatos, estigmatizaciones, gestiones de distintos momentums, y revalorizaciones selectivas. La mayoría de las veces no nos damos cuenta. Y muchas de ellas no suceden ante nuestros ojos. Esas que conocemos, son parte de un enorme engranaje de manipulación, gestión del odio y mentiras bien aliñadas. 

Está sucediendo en todas partes. No es solamente producto nacional. 

Si usted siente caos y confusión mental, es lógico que a veces se deje caer en la comodidad de la brocha gorda

Si usted siente caos y confusión mental, es lógico que a veces se deje caer en la comodidad de la brocha gorda. Esa más sencilla y gratificante que le ubica en un bando y le da carta blanca para insultar y señalar a los de en frente. Si elige esta opción, no será necesario que se preocupe demasiado. Bastará con repetir lo que tal o cual personaje que usted elija aplaudir vaya diciendo. Ahora toca "sí", ahora toca "no". Ahora toca un "no" con cara de enfadado. Y mañana será un "no" mientras uno se rasga las vestiduras. Cuando la semana que viene sea un "sí" de nuevo, ya se le habrá olvidado lo que haya dicho en estos días. No se preocupe. Si se entrena bien, debería plantearse afiliarse a un partido. Cada vez necesitan más palmeros. 

Como decía, esto no es Cosa Nostra, nada más. 

En Estados Unidos tienen una muy interesante respecto a esto de la gestión, la conspiración, el relato y el momentum: el caso Epstein. 

Durante años, la historia del millonario y la pederastia, las redes de poder y los abusos a niños ha circulado como una simple conspiración. Aunque pueda tener trazas que suenen verosímiles, hay siempre un tope que genera escepticismo y desconfianza. Hasta el punto en el que ya nadie sabe exactamente lo que hay de cierto y lo que hay de falso. Se confunden los relatos, las condenas, y unos dicen para desdecirse después. 

El caso Epstein ilustra perfectamente como asuntos tachados de "teorías conspirativas" pueden con el paso del tiempo, y el giro de la coyuntura necesario, terminar reclamando su espacio en la agenda pública y forzando respuestas institucionales, aunque lleguen rodeadas de ambigüedad, polémica y fragmentación de la opinión. 

Cuando el asunto se resuelva, seguramente, se gestione de tal manera que quede como una nube en la opinión pública, sin tener muy claro quién era quién y qué fue lo que realmente pasó. 

Podemos recordar a Snowden, el Watergate, operación Gladio, 23F, 11M, 17A, COVID-19 y tantos otros en los que el tiempo pasa y las verdades aparecen diluidas cuando ya a nadie le importan

Tenía esta sensación al ver una interesante entrevista sobre el caso de Kote Cabezudo. Algo brutal y escandaloso que ha sucedido sin pena ni gloria entre nosotros. 

Pero tengo la sensación de que ya va llegando su momentum.