Josep Borrell Fontelles ha sido entrevistado en el programa Hardtalk del canal de noticias de la BBC y la primera pregunta del presentador Stephen Sackur ha sido sobre Catalunya. De hecho, casi toda la entrevista ha sido sobre Catalunya. Qué raro, ¿no? Porque, como es sabido, el caso catalán no interesa en el mundo. Ironías al margen, uno de los grandes éxitos que se debe apuntar el independentismo ciclotímico es haber puesto el caso catalán es en la agenda internacional. En parte gracias a un trabajo activo, pero sobre todo, por la actuación torpe de España, empezando por el 1 de octubre. Seguro que el gobierno español sabía que la policía retirando urnas era una mala imagen. Pero ese día vivimos la fábula de la rana y el escorpión. Fue superior a ellos, vamos. Y, a partir del 1 de octubre, la internacionalización ha llegado de la mano de los presos y exiliados. El "coste que hay que pagar", en palabras de Alfredo Pérez Rubalcaba. Que es como decir con palabras del Estado.

España tiene ahora la pega que, autodeterminación o independencia al margen, el discurso de los derechos civiles y políticos es un discurso ganador. Y también es el Estado quien aquí ha hecho el pase de la muerte. Que el independentismo está ganando la batalla del relato, Borrell no lo hubiera admitido nunca, si no fuera por su ridículo en la BBC. Para intentarse disculpar ha admitido finalmente que la imagen internacional de España ha quedado "seriamente dañada sobre todo en Europa y el mundo anglosajón". Eso sí, no por España, sino por "la propaganda del movimiento independentista catalán con el apoyo activo de las instituciones de la Generalitat", lo que ha obligado a su ministerio a "dedicar parte de su tiempo y energía a corregir este mensaje y recomponer nuestra imagen". No le ha ido muy bien. Ha sido tan torpe como el periodismo de Estado con la Fundación Martin Luther King.

Ustedes ya saben que, en la entrevista de la BBC, Borrell dijo que Catalunya es una "nación", lo que, de hecho, el PSC ha dicho siempre, añadiendo aquello de "cultural". Y también ha dicho que los políticos y activistas catalanes deberían estar fuera de la cárcel. "Hubiera preferido que estuvieran en libertad provisional". En fin. Usted podrá pensar que son dos cosas de sentido común. Pero, ay, la reacción del exministro de Exteriores José Manuel García Margallo no se ha hecho esperar. En un tuit dijo que Borrell ha cometido dos errores: abogar por la liberación de los presos, atentado según él contra el principio de independencia judicial, y reconocer Catalunya como nación, lo que, también según él, puede abrir la puerta a la reclamación de un referéndum de independencia. Correcto, señor Margallo. Usted sabe las mismas cosas de sentido común que Borrell, con la diferencia de que no las puede admitir, porque sería reconocer la evidencia: que Catalunya tiene el derecho a la autodeterminación, porque es una nación. Punto y final.

No afrontar los problemas, como ha ocurrido, los hace más grandes. Si no los afrontas, el miedo se hace más grande, el pánico aumenta

Asustado, el diputado del PSC José Zaragoza ha dicho que él cree que Catalunya es... lo que dice el Estatut. Que no es precisamente que "Catalunya es una nación". Dice, de manera vergonzante, que "el Parlament de Catalunya, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de Catalunya, ha definido Catalunya como nación de una manera ampliamente mayoritaria". Siempre está bien recordar por qué el PP se opuso con uñas y dientes al Estatut. No quería ni este preámbulo rebajado. Porque aquí está la clave. Si Catalunya es una nación, Catalunya tiene el derecho a la autodeterminación. Es la viga maestra.

Ahora Madrid teme que Catalunya haga un double dipping (agradezco el concepto a Núria Jar), ​​lo que en inglés se refiere a los que en una fiesta vuelven a mojar el snack tras morderlo, sean nachos con guacamole o sean zanahorias y hummus. Pero lo que en realidad deberían temer las autoridades españolas es lo que 9 de cada 10 psicólogos les explicarán que les pasa. No afrontar los problemas, como ha ocurrido, los hace más grandes. Si no los afrontas, el miedo se hace más grande, el pánico aumenta. En cambio, si los afrontas, aunque fracases, la confianza y la seguridad en ti mismo aumentan, porque te das cuenta de que lo que te daba tanto miedo, no era tan terrible como pensabas. Como el mago de Oz, que resultó ser mucho menos amenazante de lo que creía el mundo cuando al final salió de detrás de la cortina. El fracaso, los miedos, son menos terribles si se confrontan directamente. Se sufre más por el miedo a una independencia que por una independencia en sí. O se sufre más por el miedo a un referéndum que por un referéndum en sí. Primero, porque lo puedes ganar. Y luego, porque si pierdes, verán que siempre es mejor ser aliados cada uno en su casa que estar durmiendo con el enemigo, como Julia Roberts y Patrick Bergin. O sea, que hagan el favor de pactar un referéndum. Será mejor para ustedes.