La cuarta temporada de The Crown retrata la relación de la reina Isabel II con Margaret Thatcher y Lady Di. A pesar de la recreación libre de todo, que para eso es una ficción, sí queda perfectamente explicado como la primera ministra utilizó la Guerra de las Malvinas para relanzar su popularidad, muy cuestionada por el paro desatado por sus políticas. De hecho, las Malvinas no fueron más que el tablero de una partida de ajedrez, disciplina que ha vuelto a poner de moda otra serie de Netflix, Gambito de Dama, el mejor estreno de toda la historia de la plataforma, protagonizada, por cierto, también por una mujer. La quinta es Evita Perón.

La Guerra de las Malvinas fue, pues, una mortal partida de ajedrez entre Thatcher y la dictadura argentina, impuesta tras un golpe de Estado contra el gobierno de Isabelita Perón, que 9 años después de la muerte de Evita se había casado con Juan Domingo Perón, el tres veces presidente, fallecido en 1974, y padre del peronismo que desde 1946 ha gobernado Argentina con varias mutaciones, incluida la actual, interrumpidas por tres derrotas electorales y dos golpes de estado. El último, el llamado Proceso de Reorganización Nacional, que después de los gobiernos de Jorge Rafael Videla y Roberto Eduardo Viola quedó en manos de Leopoldo Fortunato Galtieri. Él fue quien, con el régimen cuestionado por sus métodos sanguinarios, ideó una salida de efervescencia nacional con la ocupación del archipiélago. Pero Thatcher fue más hábil y no sólo derrotó a la Junta Militar, sino que se impuso a los críticos de su partido y se ganó a la opinión pública británica. Allí nació el mito de la Dama de Hierro. En 1983 Thatcher volvió a ganar las elecciones. La dictadura militar tuvo que ceder el poder en unas elecciones que ganó Raúl Alfonsín.

Maradona y el peronismo son dispositivos emocionales que funcionan igual. Da igual lo que hagan, están petrificados en los momentos gloriosos, en el mito

Lo que no explica The Crown, sin embargo, es lo que pasó cuatro años después de aquella guerra en la que murieron 649 argentinos. Mundial de fútbol de México. 22 de junio de 1986. Cuartos de final Argentina-Inglaterra. Los argentinos ganan 2 a 1, con dos goles de Diego Armando Maradona. Uno, el gol de siglo, driblando ingleses desde campo propio. El otro, marcado con la mano. La mano de Dios. Si la guerra es la continuación de la política por otros medios, el fútbol fue la continuación de la guerra por otros medios. Argentina terminó ganando el Mundial, pero aquel 22 de junio nace el mito Maradona. Por eso hoy es una religión y se le compara con Evita Perón, fallecida a los 33 años como símbolo de los desfavorecidos, Jefa Espiritual de la Nación y candidata a santa. Tan candidata que su foto a menudo aparece junto a la Virgen de Guadalupe. Bueno, y del Che Guevara, tatuado en uno de los brazos de Maradona, que ya, directamente, es Dios.

Maradona y el peronismo son dispositivos emocionales que funcionan igual. El mismo Maradona admitió que "mi viejo fue peronista, mi vieja adoraba a Evita, y yo fui, soy y seré siempre peronista". Da igual lo que hagan, están petrificados en los momentos gloriosos, en el mito. John Carlin ha llegado a culpar este fenómeno de que Argentina fuera hace un siglo uno de los países más ricos del mundo y ahora no levante la cabeza. No lo sé. Pero sí es verdad que Lionel Messi no será nunca idolatrado como Maradona, porque Messi es Maradona todos los días, como dijo Santi Segurola. No es la picaresca. Es la constancia sin confeti. Siempre despertarán más pasiones Evita, Diana y Maradona. Pero Messi también es un adjetivo, el gran éxito de Thatcher fue Toni Blair y la Reina sigue siendo The Queen.