No hay nada grave en el hecho de que en 2020, TV3 emita una serie en que se hable catalán y castellano, básicamente porque nadie pone en cuestión que la televisión pública catalana debe emitir en catalán. Aquí el tema está en que TV3 emite esta serie intercambiada con TVE (y pensada para su plataforma digital), porque no tiene dinero. ¿Y por qué no tiene dinero? Pues porque ha ido cayendo la financiación pública y los ingresos de publicidad y por la crisis de la Covid. Este es el debate. Sobre la financiación de la tele, sobre la estructura de la tele y sobre los contenidos de la tele. Dicho así, la tele, porque en Catalunya todo debe ser algo y siempre más que algo. La polémica ha encendido básicamente las redes sociales —que no es un demérito, pero es un lugar donde ya sabes que si entras te tiran la mierda a la cara— y a una consellera de Cultura a quien nadie le habrá explicado de qué va la cosa. Pero, en fin, el nivel de nuestros políticos es tal que incluso un president de la Generalitat llegó a debatir sobre quién debía presentar un programa.

¿Imaginan una España en que todas las lenguas españolas fueran oficiales en toda España? ¿Imaginan un Congreso con debates en castellano, catalán, gallego y euskera? ¿Y imaginan unos medios de comunicación con esta pluralidad y riqueza lingüística?

El caso es que el mismo día, en el Senado español, una ministra, gallega, Yolanda Díaz, se puso a hablar en su lengua, que también es una lengua española. Y la presidenta de la cámara, Pilar Llop, la detuvo porque "no está prevista la intervención en lenguas diferentes del castellano", que también es una lengua española, pero, como muy bien dijo la presidenta, es el castellano, que no el español. Es el castellano de Castilla. Y el castellano es español como el catalán, el gallego o el euskera. Pero, según la Constitución —aún en 2020— sólo el castellano "es la lengua española oficial del Estado". Y todos los españoles tienen el derecho y el deber de utilizarla. En cambio, las otras lenguas españolas sólo son oficiales "en las respectivas comunidades autónomas" y de acuerdo con los estatutos —recortados—, aunque todas estas —y otras— lenguas deben ser objeto "de especial respeto y protección". Pues ya lo vimos ayer en el Senado.

Y ese es el problema. No Drama. El problema es que España no se reconoce a sí misma. El problema es que llevamos 40 años de democracia y ni así se da cuenta el poder del Estado que imponer la España de matriz castellana es una falta de respeto. ¿Imaginan una España en que todas las lenguas españolas fueran oficiales en toda España? ¿Imaginan un Congreso con debates en castellano, catalán, gallego y euskera? ¿Y en occitano, aragonés y asturleonés? ¿Y imaginan unos medios de comunicación con esta pluralidad y riqueza lingüística? ¿Verdad que sería muy diferente todo? Pues no es así. El castellano se impone y el catalán se debe proteger. Sí, con TV3 entre otros instrumentos. Pero sin ser unos talibanes y sin confundir —o limitar— el debate.

El domingo hizo 10 años del recorte del Estatut. Negociado y aprobado por amplia mayoría en el Parlament de Catalunya. Negociado y aprobado en el Congreso y el Senado de España. Votado y aprobado por el pueblo de Catalunya, según dice la Constitución española. Y, sin embargo, recortado por un Tribunal Constitucional con cuatro magistrados con el mandato caducado, uno recusado e incluso uno muerto. El independentismo no nació aquella día. Pero este episodio explica motivos que corremos el riesgo de olvidar. Como los explica el episodio del Senado. Se trata, demasiadas veces, de una simple cuestión de dignidad.