El 7 de diciembre de 1982, el Consejo de Ministros presidido por Felipe González ―que había ganado las elecciones el 28 de octubre anterior― designó a José María Calviño como nuevo director general de RTVE. José Luis Balbín sería el director de informativos. Gracias a su mayoría absoluta, el PSOE controlaba el consejo de administración con ocho miembros, entre los cuales Eugeni Giral, cinco eran de AP y uno de CiU, Pere Artigas.

El caso es que Calviño era apadrinado por el nuevo vicepresidente Alfonso Guerra. Que era guerrista, vaya. Dicen las crónicas que le ganó la partida a Juan Luis Cebrián, el felipista que aspiraba al cargo. Ni que decir tiene que en el PSOE se le acusó de poner la tele a su servicio, no sé si les suena. Y no era poca cosa. Ahora no lo recordamos, pero hay que hacer un ejercicio de imaginación: TVE era la única tele que existía, es decir, que el poder de influencia era inmenso. Era la época de La clave, Hermida, Mercedes Milá o Fernando G. Tola con su Si yo fuera presidente, La bola de cristal, el impulso de la Movida, Dinastía o Falcon Crest. Un intento a ratos exitoso de televisión pública de calidad, pero que tuvo la otra cara en el control de la información política, con desencuentros con Balbín incluidos, sustituido por los más dúctiles Enrique Vázquez y Enric Sopena. En 1986, el felipismo ganó el pulso y llegó Pilar Miró.

TV3 no se ha dedicado a adoctrinar, pero como en cualquier país normal, sin la tele y la escuela, el imaginario colectivo y la realidad serían muy diferentes

El caso es que la etapa de Calviño fue coetánea con el nacimiento de TV3. Y el hombre manifestó que estaba a favor de que Catalunya, en el mejor de los casos, llegara a tener una tele "complementaria" y "antropológica". Es decir sumisa y folklorizante. Y es evidente que haber hecho lo contrario fue decisivo para la construcción nacional de Catalunya. TV3 no se ha dedicado a adoctrinar, pero como en cualquier país normal, sin la tele y la escuela, el imaginario colectivo y la realidad serían muy diferentes. Y esto incluye la lengua, ahora motivo de polémica por si TV3 ha roto con uno de sus motivos fundacionales.

La historia de José María Calviño viene a cuento porque esta semana hemos oído a una vicepresidenta decir que "el Gobierno está absolutamente comprometido con la protección de las lenguas cooficiales" y "va a ser escrupulosamente respetuoso con las competencias de las comunidades autónomas". La vicepresidenta se llama Nadia Calviño, es hija del ex director general de RTVE, y hablaba de la futura ley general de comunicación audiovisual, que ella coordina, y que por el momento se pasa por el arco de triunfo las demandas del Govern de la Generalitat y de la industria audiovisual catalana.

En el proyecto, que ahora ha sido chutado para adelante, no se contemplaba ningún tipo de protección del catalán a la hora de exigir cuotas de producción y difusión en el catálogo en España de las diferentes plataformas digitales. El diablo está en los detalles. Plataformas como Netflix deberían reservar el 30% de cuota a obras europeas, la mitad de las cuales en la lengua oficial del Estado "o" en alguna de las lenguas oficiales de las comunidades autónomas. La trampa estaba en la "o". Es decir, al igual que el padre no se oponía a TV3, sino que debía ser complementaria y folklórica, la hija no se opone a que el catalán figure en la ley, pero si es de manera complementaria y folklórica. Y cuidado, que el momento es tan decisivo como en 1983.