Teruel inauguró en septiembre de 2005 el Museo de los Amantes, que habla, nadie lo diría, de los amantes de Teruel. Teruel Existe ha entrado en el Congreso y ya ha anunciado que apoyará el enamoramiento más rápido de la historia, el de Pedro y Pablo, Pablo y Pedro, que se dieron un abrazo que ni Mata Amritanandamayi y que seguro que hace muy feliz a Sebastià Serrano. Ya sabíamos, gracias a Xavier Domènech, que Pablo Iglesias besa bien, ahora también sabemos que es el político que mejor abraza. Seguro que tan bien como Sandro Rosell o Joan Laporta, con efecto incorporado, como le gusta describir a Sergi Pàmies.

Es curioso que el anterior preacuerdo al que llegó Sánchez con un partido también se conociera como el pacto del abrazo. O, mejor dicho, de El Abrazo, una pintura de Juan Genovés que representa a los abogados de Atocha asesinados por la extrema derecha, situada en la sala Constitucional del Congreso, lugar elegido por Sánchez y Albert Rivera en febrero de 2016 para presentar su preacuerdo "de progreso y reformista". Es sabido que ese pacto nunca fue una realidad y tres años y medio después las cosas han cambiado mucho. Paradójicamente, a Albert Rivera lo ha liquidado políticamente la extrema derecha que él mismo ha alimentado con su discurso del odio. Y a Pedro Sánchez su militancia le dijo "con Rivera no" en las elecciones que ganó, por primera vez, en abril. No haré ningún resumen de todo lo que ha pasado en España y en Catalunya entre El Abrazo y el abrazo, porque todos lo conocen. Pero sí que hay que analizar el escenario que ha quedado y el que se abre.

De como Pedro Sánchez sea capaz de combatir a Vox culturalmente, asumir parte del programa de Podemos y entender de una vez el mapa de España, dependerá el éxito de la legislatura

El pacto Sánchez-Iglesias, el sorpasso de Vox a Ciudadanos y la victoria independentista en Catalunya, en un Congreso más atomizado que nunca, con 16 partidos, muchos de ellos con la cuestión territorial en el frontispicio, dibujan el escenario de confrontación cultural que se abre para los próximos años, y que es la misma que vemos en buena parte de Europa, pero también en Estados Unidos y en el mundo en general, con las particularidades hispánicas. Una guerra por la hegemonía que nace en el mismo momento: la crisis de 2008. Y que ha tenido respuestas diferentes. El populismo de derecha extrema que tiene en Steve Bannon al principal ideólogo y de la que ha bebido Vox, por un lado; y la nueva izquierda que nace de las plazas con la crisis económica y que tiene como uno de los principales referentes a Yanis Varoufakis, por el otro. En medio, las corrientes clásicas del liberalismo y la socialdemocracia, la crisis de las cuales ha propiciado las nuevas corrientes. El fin del bipartidismo del PSOE y el PP se debe esto, pero también a las particularidades hispánicas, que hacen que cada vez más territorios se sientan agraviados por este Madrid político que ya dijo Pasqual Maragall que se había ido. Y, especialmente, por el caso de Catalunya, donde está la tercera gran hegemonía cultural que está en juego. Eje ideológico y eje nacional. Ideología y modelo de Estado.

De como Pedro Sánchez sea capaz de combatir a Vox culturalmente, asumir parte del programa de Podemos y entender de una vez el mapa de España, dependerá el éxito de la legislatura. Pero dependerá mucho más que eso. Dependerá la convivencia y la salud democrática de España.