Estimado Sr. Cambray,

Soy Marta S., auditora de profesión, votante de su partido y madre por vocación de dos hijos encantadores en plena adolescencia. He sido miembro de la AFA del centro y colaboro con la escuela siempre que puedo: Halloweens, Navidades, Carnavales en pijama, Sant Jordis y fiestas americanas de graduación... Dado que el año que viene, usted, que nos dice que ha venido para trabajar, impulsa tantos cambios educativos, he procurado estar bien informada y por eso escucho varias voces: maestros, profesoras de secundaria y bachillerato, psicopedagogas e, incluso, ¡¡leo el ARA!! Creo que me preocupo por la educación de mis hijos y, últimamente, empiezo a no entender mucha cosa; por lo tanto, he pensado que quién mejor que usted para resolver mis dudas e inquietudes. El más pequeño, Nil, el próximo año hará 1.º de ESO y la grande, Laia, 1.º de bachillerato.

Nil es un buen chico, bastante listo y se ha pasado la primaria muy feliz haciendo álbumes de proyectos sobre los insectos, el mar, los mamíferos y sobre todo trencadissos de Gaudí (¡qué le vamos a hacer!). Pero a mí no se me escapa que tiene dificultades evidentes en lenguas (¡no le he visto nunca coger un libro ni que lo maten!), pero en la escuela dicen que "progresa adecuadamente" y que cada niño tiene su ritmo de aprendizaje que se tiene que respetar (¿?). Es la tercera Jornada de Puertas Abiertas a la que asisto y aguzo el oído atentamente. En todas me explican que en 1.º de ESO se fomentará especialmente el trabajo colaborativo con herramientas tecnológicas, el aprendizaje entre iguales y los proyectos, y que 1050 horas del curso (un 20% del total) serán decisión de la junta directiva de cada escuela. Y me pregunto: ¿qué harán? ¿Con qué criterios se decidirá todo esto? ¿Quién auditará la pertinencia y la calidad de estos contenidos (o como ustedes dicen, "competencias") que se trabajarán?

Debo confesar que yo tenía la esperanza de que el cambio en el instituto implicaría subir un poco el nivel de exigencia, pero empiezo a sospechar que seguiremos igual, ¿verdad Sr. Cambray? Y es que a veces me pongo de los nervios cuando veo que la compañera espabilada del grupo le resuelve la papeleta a Nil cuando él no hace su trabajo. Pero resulta que además me dicen en todas las Jornadas que los chiquillos practicarán "la evaluación entre iguales", porque eso de que la profesora ponga las notas parece que es "castrador" (¿?). De manera que la evaluación la harán los mismos compañeros con un artefacto que se llama "rúbrica" y que nadie sabe explicarme con claridad en qué consiste, pero que, según parece, da muy buenos resultados porque de "la consecución notable" no se baja nunca y eso les sube mucho la autoestima. Para añadirme más confusión, me ha parecido entender que ya no habrá notas trimestrales, sino unos "informes anuales" (¿"cualitativos"?) donde la anotación menos benévola será un "en proceso de consecución". Y le pregunto, Sr. Cambray, ¿qué quiere decir eso? ¿Cómo sabré si Nil amplía sus competencias en lenguas y por fin consolida las estructuras lingüísticas? ¿Hasta cuándo tendré que esperar? ¿Cómo lo quieren conseguir cuando también me han dicho que ya no hacen falta especialistas en las materias porque estas se diluyen en ámbitos que las engloban? ¿No impedirá eso que una verdadera especialista ayude a Nil a superar sus dificultades?

Me imagino, Sr. Cambray, que usted como conseller lleva a cabo todos estos cambios educativos (que a mí me hacen bailar tanto la cabeza) a partir de estudios estadísticos serios que demuestran sus bondades. ¿Le importaría divulgarlos? Porque, por pura deformación profesional, me gustaría contrastar los resultados objetivos que avalan la eficacia de los cambios hechos hasta ahora y de los que parece que hace falta implementar con tanta urgencia en el futuro. Perdone que sea tan quisquillosa, pero mi trabajo me ha acostumbrado.

Y ahora vamos a Laia, la deportista de la familia, admiradora de Alexia Putellas y, como todas las adolescentes, adicta al móvil y a las redes sociales. Con ella tenemos un drama porque, después de dos cursos con pandemia que han llevado a una relajación de los criterios, todavía no ve claro si decantarse por los ciclos formativos o hacer un bachillerato. Para ayudarla, iremos de nuevo a las Jornadas de Puertas Abiertas de los centros cuando se hagan. Ahora bien, en el instituto ya le han anticipado que se iniciará un nuevo "Bachillerato General" que a Laia le ha parecido de lo más atractivo. Me explica la misma Laia que podrá diseñar su currículum como si fuera un vestido hecho a medida, mezclando modalidades y escogiendo optativas. Y es feliz (¡!) porque eso le permite, por ejemplo, esquivar el latín, el griego, las literaturas, la física, la química o el dibujo técnico presentes en otras modalidades. ¿De verdad, señor Cambray? También me dice que si no hay suficiente profesorado o alumnado en el centro para que se organice una materia, las podrá acabar haciendo online en el IOC con un tutor virtual que la atenderá de vez en cuando. Yo la escucho entre la angustia y el escepticismo. ¿De verdad, Sr. Cambray, aprenderán alguna cosa? ¿Estarán preparados para aprobar una selectividad? Pero Laia me dice que no me preocupe tanto, que podrá pasar de curso con 3 asignaturas suspendidas y que cuando llegue a la selectividad ya la habrán cambiado para hacerla más "competencial y facilitadora" (¿?).

Perdone, Sr. Cambray, pero me siento un poco estafada. Yo quiero mucho a mis hijos, pero no quiero que les pongan las cosas tan fáciles, porque me gustaría que aprendieran a valorar los resultados de su esfuerzo. He llegado a ser auditora trabajando mucho, y en el mundo laboral nunca nadie me ha regalado nada. No sé si una educación tan distendida preparará a Nil y a Laia para una realidad tan dura y competitiva. El mercado no perdona a los frágiles ni hace feliz a nadie. ¿Lo sabe esto Sr. Cambray?

Quedo a la espera, expectante, de sus respuestas.

Cordialmente,

Marta S.