Lleida, 30 de diciembre de 1889. Hace 135 años. Monseñor Josep Messeguer i Costa (Vallibona, País Valencià, 1843) era nombrado obispo de Lleida. Durante su estancia en la mitra de Lleida (1889-1905); monseñor Costa se convertiría en uno de los obispos más importantes de la historia de la diócesis ilerdense. Fundó el Museu Diocesà de Lleida (1893) —actualmente denominado, simplemente, Museu de Lleida— y lo alimentó con piezas procedentes de todas las parroquias de la diócesis (de las catalanas y de las aragonesas) que corrían peligro de desaparición. Bien por el deterioro por falta de conservación; bien porque los rectores parroquiales las vendían a coleccionistas privados para pagar las obras de reparación del templo; o bien porque eran robadas por ladrones profesionales que las "colocaban" en grandes museos europeos y norteamericanos.

El obispo Messeguer no era un ladrón
El obispo Messeguer impidió lo que las administraciones catalana y aragonesa de la época eran incapaces de evitar: la desaparición del arte religioso vulnerable a la acción de rectores despreocupados o de saqueadores profesionales. Messeguer se inspiró en iniciativas previas, como la del Museu Episcopal de Vic; fundado en 1891 por el obispo Morgades. E inspiraría iniciativas inmediatamente posteriores; que —como el obispo Messeguer— crearían espacios en las sedes diocesanas; acondicionados y seguros; para reunir, proteger, restaurar, exponer y crear un relato museográfico en beneficio de la cultura y de la sociedad. El obispo Messeguer no era un ladrón, como lo han catalogado algunos políticos aragoneses actuales. Era un visionario a quien la sociedad contemporánea debe la existencia del patrimonio artístico de la antigua diócesis de Lleida.
El obispo Messeguer salvó un patrimonio en riesgo de desaparición
La cuestión, la única cuestión, es: ¿qué habría pasado con el arte religioso de las parroquias de la diócesis de Lleida (las catalanas y las aragonesas) sin la decidida intervención del obispo Messeguer? Y la respuesta es que, muy probablemente, aquellas piezas habrían acabado dispersas en museos situados a miles de kilómetros de Catalunya y de Aragón; y en colecciones privadas, ocultas a la contemplación del público catalán y aragonés. Eso es lo que, muy probablemente, habría pasado. El obispo Messeguer no solo salvó este patrimonio para la sociedad del territorio (de la antigua diócesis de Lleida); sino que en compensación contribuyó económicamente a las obras de mantenimiento y reparación de los templos parroquiales de procedencia. Monseñor Messeguer no era un ladrón. Digan lo que digan algunos políticos aragoneses.

¿El president Companys ordenó saquear Sijena?
Pero estos políticos aragoneses no pasan de la categoría de peones. Han sido y son, simplemente, los "voceros" de los arquitectos y promotores de la trama. Y este mugriento papel queda patentemente manifiesto cuando se refieren al saqueo del monasterio de Sijena (1936), a inicios de la Guerra Civil española. Estos peones señalan al president Companys y las columnas anarquistas catalanas (que se dirigían al frente de guerra de Aragón) y los acusan, abiertamente, del saqueo del monasterio de Sijena. Y relacionan aquella catástrofe con la salida de las piezas supervivientes hacia Catalunya. Es decir, sostienen y divulgan que el gobierno de la Generalitat ordenó a las columnas de la CNT-FAI el saqueo e incendio del monasterio de Sijena con el propósito de justificar la salida de las piezas de arte hacia Barcelona.
¿Qué pasó, realmente, aquellos días fatídicos en Sijena?
Pero, en cambio, las personas que fueron testigos de primera mano de aquel saqueo e incendio documentaron lo contrario. Por ejemplo, Julio Arribas Salaberri, secretario municipal de Vilanova de Sijena en el momento de los hechos, posteriormente publicaría una Historia de Sijena (1975) donde se señala las "Juventudes Libertarias" del Comité Local de la FAI de Sijena, como las autoras de aquel saqueo e incendio. Arribas dejaría escrito que una importante pieza de madera procedente del monasterio fue utilizada para encender la estufa del despacho de un tal Baldomero, jefe del Comité local anarquista de Sijena. O también, por ejemplo, Miguel Ángel Pascual Ariste, vecino actual del pueblo, que publicó una recopilación de testimonios de aquella catástrofe que se habían transmitido generacionalmente, ¡Arde Sijena! (2011) que confirma la versión de Arribas.

¿Cómo llegó el arte de Sijena al MNAC?
Algunas piezas de Sijena ya habían sido trasladadas al Museo de Lleida en tiempo del gobierno pastoral del obispo Messeguer (finales del siglo XIX). Por ejemplo, el sarcófago de Isabel de Urgell. Pero el resto fueron salvadas por un historiador y arquitecto catalán, Josep Gudiol, que en medio del humo y las brasas del incendio provocado por los anarquistas de Sijena rescató de la destrucción un lote importantísimo de piezas. Gudiol trasladó aquel lote a la retaguardia republicana —en el Museu Nacional d'Art de Catalunya— y de esta forma no solo evitó la pérdida definitiva de aquel lote, sino que además lo situó en una instalación habilitada para restaurar, conservar y exponer a la sociedad aquel importantísimo patrimonio. Gudiol, digan lo que digan algunos políticos aragoneses, no era un ladrón.
¿Cómo se protocolizó la cesión de las piezas "aragonesas" a los museos catalanes?
La sede diocesana de Lleida —el obispado— pagó unas compensaciones económicas a las parroquias que cedieron piezas al Museo. Y el MNAC firmó con la comunidad monástica de Sijena un préstamo indefinido de las obras a cambio de una compensación económica (1960). Posteriormente, la comunidad monástica de Sijena —acomodada a Barcelona por las pésimas condiciones de habitación de su monasterio— manifestó la voluntad de transformar aquel préstamo indefinido en una donación definitiva (1992). Pero los arquitectos de la trama ya habían activado la segunda parte de la maquinaria de espolio. Antes de que la Santa Sede bendijera la donación definitiva; el pontífice Juan Pablo II (vinculado al Opus Dei) mutilaba el territorio de la diócesis de Lleida (1995).

¿Qué relación hay entre el Opus Dei y el núcleo duro del franquismo?
El Opus Dei es el fabricante del nacionalcatolicismo español. Y siempre ha estado muy relacionado con el núcleo duro del poder político, económico, judicial y militar español. Fundado en 1928, tardaría solo un cuarto de siglo en instalarse plenamente en el poder. En 1953 el Opus salió al rescate del régimen franquista y puso todos sus recursos en suavizar la imagen de aquella tétrica España. El Opus, con la bendición del Vaticano y de la Casa Blanca, desplazó a los paramilitares falangistas y los militares africanistas del poder. Y promovió el Concordato con la Santa Sede —que, entre otras cosas, autorizaba la manipulación de los límites históricos de las diócesis— y los Pactos Bilaterales con los Estados Unidos (que también, entre otras cosas, autorizaban la instalación de bases militares norteamericanas). Franco siempre les estaría agradecido.
¿Qué relación hay entre el Opus Dei y el núcleo duro del nacionalismo español?
Pero el cambio de estética de los gobiernos de Franco no alteraría el nervio ideológico del régimen. Los "tecnócratas" del Opus eran tan radicalmente españolistas (tan radicalmente anticomunistas, antirrepublicanos, antisemitas, anticatalanes, antivascos, antigallegos, y tantos otros "anti") como los "camisas viejas" que ellos mismos habían apartado de la primera línea del poder. La mutilación de la diócesis de Lleida (primera parte del "partido") y el espolio de los museos catalanes (segunda parte del "partido") son maniobras planificadas que tienen un doble objetivo. El primero, descatalanizar —"desinfectar"— y españolizar la Franja de Ponent. Se presenta la lengua, la cultura y la historia catalanas como una amenaza a la idea de una España higiénica, disciplinada y confesional; y se crea una frontera hostil a 20 kilómetros escasos de la capital de la Catalunya occidental.

Usurpar la memoria a los catalanes
Y el segundo, usurpar el patrimonio que explica la historia y la proyección de los catalanes. El que puedan. Es decir, ocultar y silenciar a los testigos —el patrimonio histórico y artístico— que revelan el papel de Catalunya como motor indiscutible del edificio político medieval catalanoaragonés y como actor protagonista en el proceso de construcción de la monarquía hispánica moderna. El espolio de los museos catalanes es una maniobra planificada, concebida y ejecutada desde el núcleo duro de este nacionalismo español rabiosamente anticatalán. Solo queda una cuestión: ¿cómo reaccionará el pueblo aragonés cuando tome conciencia de que ha sido utilizado para el beneficio exclusivo de un poder socioideológico dirigido por unos personajes que difícilmente sabrían situar Aragón en el mapa? Sijena, agujero negro del nacionalismo español.
A ver si tienen valor
Y si eso no es cierto, que lo demuestren. Que empiecen, por ejemplo, reclamando el Nacimiento de Cristo (renombrado La Natividad), una bellísima representación pictórica gótica procedente del monasterio de Sijena, que se expone en el Museo del Prado, de Madrid; y que nadie sabe cómo llegó ahí. O, por ejemplo, que prosigan reclamando la gran cantidad de piezas de orfebrería religiosa gótica expuestas en el Museo del Louvre, de París, elaboradas con una técnica magistral que procedían de las parroquias aragonesas que fueron expoliadas por las tropas napoleónicas durante el régimen bonapartista (1808-1814). Que las reclamen. Que demuestren que lo que realmente les preocupa es poner en valor el patrimonio histórico de su territorio. Que lleven a los tribunales a los Estados español y francés. A ver si tienen valor.
