Joan Vall Clara, Xavier Melero, Tura Soler, Anna Grau, Jordi Bianciotto, Salvador Sostres, Arcadi Espada, Mayka Navarro, Ernesto Ekaizer, Nacho Martín Blanco, Sergi Vicente, Xavier Rius, Oriol Ribet y Carlos Carrizosa son los nombres de quienes, al conocerse las acusaciones de agresión sexual contra Saül Gordillo por parte de dos trabajadoras de El Principal, o bien se pusieron de perfil de forma sospechosa o bien, descaradamente, contribuyeron a construir un relato que desacreditara a las víctimas de entrada. Haciendo más o menos equilibrios, parte del ecosistema periodístico del país empujó este relato a la conversación pública desde sus altavoces para hacerlo mayoritario, pero no acabó de conseguirlo. El caso de Saül Gordillo es paradigmático de un cambio social que todavía no se ha traducido del todo en una forma de hacer diferente en las redacciones catalanas. Hay un decalaje, y en ese decalaje hay un contraste: Gordillo admitió ayer la agresión sexual a la segunda periodista en cuestión y aceptó un año y medio de cárcel en consecuencia, y todos los artículos y las intervenciones a medios proferidas por la retahíla de nombres con los que he iniciado la columna quedaron en entredicho. Si es que ya no habían quedado antes, claro: Saül Gordillo ya había sido condenado a un año de cárcel por agredir a la periodista Mar Bermúdez.
El director de El Punt Avui fue, posiblemente, una de las muestras más fachendas de este repliegue
El caso es paradigmático porque muestra con crudeza un sistema que se repliega para protegerse. Esta vez, sin embargo, sin mucho éxito. Bueno, sin un éxito final: replegarse para protegerse seguro que tuvo consecuencias para las denunciantes. "¿Qué haré con Saül? No haré nada" de Joan Vall Clara, el director de El Punt Avui fue, posiblemente, una de las muestras más fachendas de este repliegue. El comentario en cuestión fue publicado un día después de la primera condena de Gordillo, agarrándose al lenguaje jurídico y a las zonas grises —si es que quedaba alguna— para no tener que asumir las consecuencias que, también para el diario que en ese momento estaba amparando a Gordillo, podía tener la condena. Ayer, 2 de septiembre, tras la admisión de Gordillo, Joan Vall Clara volvió a publicar un comentario de opinión agarrándose a la literalidad de los titulares que lo habían anunciado y a una escrupulosidad jurídica inaudita para utilizarlas de escudo. Joan Vall Clara no quiere ser el director de diario que protegió a Saül Gordillo y lo mantuvo como columnista —en contra de la plantilla del mismo diario, por cierto—, pero si no quiere serlo, en vez de buscar rendijas y excusas que hagan el caso menos grande, quizás debe aceptar lo que la justicia ya ha sentenciado y que Gordillo ha admitido. Y atenderse a las consecuencias que se deriven de ello.
El caso de Vall Clara es el que más despunta porque es director de El Punt Avui —y también porque tiene los argumentos más torpes, diría—, pero hay otros igual de explicativos y que se encargaron de poner el foco sobre las víctimas. Tura Soler escribió "He visto las imágenes. Se ven a las denunciantes (que se escudan tras el velo de víctimas) y al denunciante de fiesta en una discoteca todos contentos, bailando, bebiendo, haciendo y dejándose hacer tocamientos. Escenas nocturnas típicas y tópicas y algo ridículas, sí, pero ya se apañarán ellos, que todos son mayores. Yo no veo noticia. Ya veremos si los jueces ven delito por algún lado". Dejando a un lado el ánimo de caricaturizar —o, incluso, culpabilizar— quién sale de fiesta y excusar todo lo que pueda pasar mientras se sale de fiesta en la mayoría de edad, el hecho es que, para ser una columna hecha con el ánimo de condenar el supuesto juicio público que Gordillo sufría, o para condenar aquellos juicios que no están hechos por el poder judicial, Tura Soler también venía con su propio juicio hecho de casa. Salvador Sostres —claro, Salvador Sostres— escribió directamente que “las cámaras de seguridad de la discoteca demuestran que las acusaciones de agresión sexual contra Saül Gordillo no son ciertas”. También escribió una publicación en su blog, Les Nines, que ha borrado como borra todo el resto de publicaciones que hace allí. Cuesta mucho pensar que no es cobardía. Mayka Navarro explicó en El Suplement que había visto las imágenes —todo el mundo vio las imágenes, aparentemente— y que el delito en cuestión se trataba de una interpretación, de cómo la víctima en cuestión se había sentido. Y que "sin las imágenes, seguramente Gordillo ya estaría compartiendo celda con Dani Alves". Bueno, no hace falta añadir mucho más.
Mi abuela decía que "cada uno queda como es". En este caso, quienes forman parte de esta retahíla de nombres han demostrado que, más que periodistas, son gente con altavoz encargada de reproducir el relato de la defensa para que, dentro del sistema periodístico, determinadas cosas puedan ser como consideran que han sido siempre. Que ya les va bien. El silencio es menos atrevido y no siempre es sinónimo de neutralidad, pero tiene un reproche más corto. Cada uno queda como es y todos ellos han quedado retratados, porque queriendo calcular y realizar equilibrios no supieron medir la fuerza que tendrían en la opinión pública. Ni el descrédito que les supondría extender reiteradamente una tela de duda y de vergüenza sobre las víctimas. Y porque quisieron proteger a Gordillo para proteger sus cuotas de poder. Igual que la gente vinculada a Esquerra salió en tromba a condenar a Gordillo —que había estado “informalmente” vinculado al partido— para mantener sus cuotas de poder y marcar distancia, hay que decirlo. El caso de Gordillo es paradigmático porque expone de una manera especialmente lúcida cómo funciona el sistema de medios cuando quiere protegerse, que normalmente es protegiendo al presunto agresor. Y así lo expone, con este grado de lucidez, porque la justicia ha acabado dando la razón a las víctimas y ha permitido exponer hasta qué punto hay periodistas dispuestos a hacer de defensa a cambio de no tener que asumir las consecuencias laborales —o personales— que un caso como el de Gordillo pueda tener. Retratados.