Ya hace días que cogí entrada para ir a ver a La Polla Records en el Palau Sant Jordi, este otoño. Evaristo, un fenómeno de la naturaleza, líder e icono de uno de los grupos más transgresores que conocimos aquellos años ochenta de crisis, heroína en las calles y reconversión industrial, vuelve después de algunas aventuras musicales más o menos exitosas. La última, Gatillazo. La Polla presenta nuevo disco, Ni descanso, ni paz!, un repertorio de los tres primeros discos grabado de nuevo, un concierto que seguro será un repaso a todos los clásicos de la banda. Hacía ni más ni menos que 16 años del último concierto de La Polla Records, 16, como si nada.

Recuerdo cuando sentí aquello de "somos los nietos de los que perdieron la Guerra Civil', del No somos nada, el tercer disco de la banda. Demoledor. Me sentí tan identificado que lo escuchaba a todas horas. Si vienes de una estirpe republicana, que cuenta ausencias por desapariciones y presencias por sufrimiento y campos de exterminación, es lógico que te llegue hasta el fondo del alma una letra tan contundente como elocuente, que cantaba verdades como puños, con un ritmo frenético y melodías pegadizas. Evocaba la república en un momento de consolidación de la monarquía borbónica restaurada en la figura de Joan Carles I, sucesor de Franco designado a dedo por el mismo Franco, después de haber matado de un tiro a su hermano, un episodio oscuro de la biografía del sucesor de Franco y padre del actual Rey.

A pesar de su acentuado carácter ácrata, La Polla Records fue uno de los grupos destacados de lo que etiquetaron como rock radical vasco, unas formaciones que poco o mucho formaban parte de aquella agitación política que se respiraba en Euskal Herria y que tenía en la sigilosa serpiente y la cortante hacha un brutal brazo ejecutor con vida propia que condicionaba toda la política que se hacía en Euskadi y en buena medida en el resto del Estado. Años de sangre y plomo. Pero La Polla, así la llamábamos todos, tuvo tanto o más recorrido en el conjunto del Estado que a Euskal Herria. De hecho, sólo hay que ver que visitan cuatro únicas ciudades, Barcelona, Madrid, Valencia y Bilbao, este último es el único concierto en Euskadi. En Barcelona y Bilbao por partida doble después de que las entradas se agotaran enseguida. Después, a hacer las Américas.

La Polla ha tenido gran predicamento en todo el Estado gracias a unas letras corrosivas, de fuerte crítica social, subversivas, insolentes delante de los poderosos. El punkarra Evaristo, alavés de Agurain, ha cantado siempre en castellano, siempre. Va por libre y había escrito canciones como "Odio a los partidos, fuego a las banderas". Pero eso nunca le ha impedido festejar la izquierda abertzale cuando puntualmente lo ha considerado. La última vez que públicamente pidió el voto fue en unas europeas, y lo hizo por EH Bildu. De hecho, cuando Herri Batasuna se transformó en Euskal Herritarrok, Evaristo participó en la presentación pública de esta marca de la izquierda abertzale.

Evaristo y su música, aunque él nunca ha tocado ningún instrumento, han conectado con un público muy amplio y políticamente con gente de izquierdas de sensibilidades diversas, con todo el mundo republicano del Estado. Porque las suyas eran unas letras muy alejadas conceptualmente del nacionalismo. De hecho, muy pronto hizo un tema que tenía por estribillo "un patriota, un idiota", con una voz de trueno que sorprende porque a menudo encima del escenario sólo veías a un alfiler.

Es sintomático que la izquierda española, al menos la oficial, no haya tenido ningún tipo de voluntad efectiva de recuperar la memoria historia. En el Congreso quien lo ha liderado a siempre ha sido Joan Tardà, con una derecha hostil y una izquierda miedica en el extremo. Y hoy Gabriel Rufián. Ni el centroderecha vasco ni catalán han destacado por reivindicar el legado republicano, ni se han significado en memoria histórica. Su relación con la república ha sido siempre de desconfianza, lógica, ciertamente si te sientes víctima o heredero de aquellos que sufrieron los excesos de la facción más radical del anarcosindicalismo.

La medida de la incomodidad del PSOE con los republicanos hace patente una anécdota que me recordaba Juli Fernández, primer alcalde republicano de Sabadell desde 1939. En el 2008, Juli participó en un acto en Mauthausen. Con él había republicanos, supervivientes del campo de exterminio, exhibiendo banderas republicanas. Cuando llegó la delegación oficial española, les exigieron que retiraran la bandera tricolor republicana porque la bandera española era otra. Los republicanos, los hijos de los supervivientes, se negaron. Y uno de ellos respondió: "no me la quitaron los que me quisieron matar, no me la vas a quitar tú". Acto seguido, los supervivientes se marcharon, acompañados de Juli, a quien agradecieron el gesto: "tú sí tienes cojones. No como estos", en referencia al hecho de que fue el único representante oficial que se largó ante aquella exigencia. El abuelo de Juli también había luchado contra los fascistas, como el abuelo de Zapatero, que fue fusilado por un pelotón franquista. Pues bien, aquella era la delegación española del gobierno de Zapatero, del PSOE. Habeas Corpus, en Las cosas por su nombre, cantaba "la bandera española, la bandera fascista". Queda todo dicho. Lisa y llanamente.

Precisamente hoy hace dos años que Oriol Junqueras y Raül Romeva fueron a Prats de Lluçanès a presentar el Plan de fosas y a visitar los trabajos hechos en Prats, municipio pionero, con un alcalde, Isaac Peraire, que predicó con el ejemplo. También fue Peraire el primer alcalde de todo el país que, para desvanecer dudas, puso el Ayuntamiento al servicio del 1 de Octubre.

La renuncia de la izquierda oficialista española no ya a reivindicar la República frente el alzamiento fascista sino a reparar moralmente a los represaliados, sus descendientes, poraquella dictadura criminal, contrasta con la exigencia del republicanismo catalán, el único actor que se ha significado en este ámbito. El republicanismo catalán tiene la obligación, hoy, de redoblar los esfuerzos para sacar del ostracismo a aquellos que lo perdieron todo ante la barbarie fascista. Porque es un acto de justicia, porque no lo hará nadie más, para tejer alianzas y establecer complicidades con los republicanos de todo el Estado y porque al mismo tiempo esta clamorosa y vergonzante omisión es el mayor talón de Aquiles de una izquierda española miedosa e insensible.