Los comunes siguen vetando a Junts per Catalunya en un acuerdo a cuatro. Y si bien el veto es recíproco, no es menos cierto que la insistencia de los primeros en subordinar todo acuerdo al concurso del PSC es chocante. Lo es porque los votos de Junts (Artadi) sí que han sido buenos para aprobar los presupuestos a Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona. Así como los votos de En Comú Podem (Albiach) también hicieron posible aprobar el último presupuesto del Govern de Catalunya. Por otra parte, Junts y PSC mantienen un idilio en la tercera institución del país y no parece que esta circunstancia haya provocado ningún tipo de incomodidad en los comunes. Y todavía es más gordo —esta es de ir para nota— que Ada Colau gobierne en Barcelona gracias a los votos de la derecha extrema y que Collboni (PSC) se vanagloriara de haber impuesto un cordón sanitario para evitar la presencia de los republicanos en la calle y se negara públicamente a hablar mientras cerraba un acuerdo con la derecha liderada por un xenófobo, lo que fuera para hacer posible la investidura de Colau y cerrarle el paso a Ernest Maragall. Sin olvidar que el PSC se manifestó con la derecha extrema y la extrema derecha, que bendijo la aplicación del 155 y que habla de la ley como un axioma inmutable mientras hay presos políticos, exiliados y miles de personas encausadas.

Que ahora el principal argumento de los comunes sea que Junts es de derechas y que no hay futuro sin ponerse en manos del PSC no se aguanta ni con pinzas. Por si no fuera suficiente, los republicanos —el único partido que puede hacer gobierno— fueron diáfanos. Con el PSC no se puede pactar en unas circunstancias como las actuales. Habrá que hablar con ellos, como recuerdan siempre Jordi Cuixart y Raül Romeva. Pero no se puede gobernar con ellos. También ahora resulta más que evidente la operación propagandística, la farsa, que sustentó la campaña contra los republicanos. "Si pueden, harán un tripartito", nos decían los mismos que sí que se han hecho un hartón de pactar. Tanta hipocresía espanta.

De los comunes depende que haya un Govern más representativo y que bascule más a la izquierda

Vayamos por partes. Ni mucho menos todos los dirigentes de Junts son de derechas. Ni todavía menos los dirigentes del PSC son todos de izquierdas, ni de casualidad. Y todavía menos se han significado por hacer políticas de izquierdas. A Junts hay personas como Josep Rull, un socialdemócrata de la cabeza a los pies, un hombre que claramente se sitúa a la izquierda de los dirigentes del PSC. Antes y ahora. Rull es un tipo íntegro como pocos, leal y un patriota de los de verdad, como diría su amigo Xavier Vendrell. Un hombre, Rull, que hace más de tres años que cumple pena de prisión por comprometerse con un referéndum de autodeterminación y que ha pasado por tres prisiones mientras los dirigentes del PSC silban. Un PSC que no habría dudado en aceptar los votos de Vox si de estos hubiera dependido la investidura. Esta sí que es una certeza que el candidato socialista no quiso ni disipar en campaña.

De los comunes depende que haya un Govern más representativo y que bascule más a la izquierda. Como en Lleida, como en Tarragona, donde gobiernan Junts y comunes. Como en el Sant Vicenç dels Horts de Junqueras. Hoy, los comunes pueden optar entre rol de muleta del PSC y seguir languideciendo electoralmente, elección tras elección, o emanciparse de una tutela que los empequeñece para abrazar una mayoría republicana.