Noche del 27 de agosto. Justo hace dos meses, muy cerca de donde estoy ahora, empezaba el incendio que quemó más de 5.000 hectáreas en La Ribera d'Ebre, El Segrià y Les Garrigues. Ya hace rato que llueve, pero ahora parece que para. Me encuentro en el término de la Torre de l'Espanyol, justo en el camino que pasa por delante de la finca familiar de olivos, almendros y cerezos, el Mas del Ros. A pesar de haber llovido, el olor no es la agradable sensación de tierra húmeda. El olor a quemado sigue siendo penetrante y el paisaje está en duelo permanente, con unos crecientes cumulonimbus que lo agudizan. Las esbeltas siluetas de los pinos y árboles requemados no abandonan la tierra enmascarada. El paso del fuego ha permitido recuperar la silueta de antiguos márgenes de piedra que perimetraban tierras antiguamente trabajadas, pero también me ha permitido descubrir un antiguo parapeto de la Guerra Civil.

Camino hasta llegar a la colina que esconde el parapeto de piedra creado durante la Batalla del Ebro. Los zapatos se hunden entre la tierra blanda y ennegrecida. El paso del agua ha descubierto un peine de balas que el fuego ha hecho estallar. El metal de las balas se ha partido, pero los culotes todavía permanecen dentro de la guía. Unos metros hacia allá descubro un trozo de hierro oxidado que, al cogerlo, casi se me deshace en las manos. Parece el resto del mango de una navaja de algún soldado. Lo que el tiempo y la historia han conservado durante décadas que así lo sigan haciendo. Lo entierro de nuevo.

Encontrar vestigios escondidos entre la tierra que ahora piso no es nada fuera de lo normal. Estas sierras han sido testimonio de la Batalla del Ebro. Estas tierras todavía recuerdan y no olvidan. Esta es la realidad del país donde vivimos, no la que algunos nos quieren hacer creer.

La masía que presidía el Mas del Ros ahora está en el suelo, cayó durante unas fuertes lluvias hará unos 15 o 20 años. Yo todavía la recuerdo de pie. Había que entrar con cuidado, el suelo estaba lleno de agujeros. Las paredes estaban llenas de todo tipo de dibujos e inscripciones. Grabados de soldados que dejaban constancia de su paso y ahora están escondidos bajo los escombros. El Mas del Ros fue uno de los centros de transmisión del Ejército de la República. La abuela me lo explicaba a menudo. Ellos convivían con la dureza de una guerra con los soldados. Mientras los pueblos eran bombardeados por la aviación fascista, civiles y militares compartían vivencias. Hay una historia que tengo grabada y que todavía no ha llegado a su final. La abuela me explicaba que se tuvieron que esconder en las masías, porque los bombardeos en los pueblos eran constantes. En uno de estos, la aviación franquista hirió de muerte a un avión republicano que, poco a poco, entre llamas, fue perdiendo altura, hasta pasar a pocos metros de donde estaban ellos. El piloto pudo saltar con la infortuna de que no se abrió el paracaídas. El piloto murió al impactar con el suelo y allí lo encontraron. Era un chico joven, de piel fina y de veinte y pocos años. Una cosa que me recordaba indignada es que los oficiales republicanos lo querían enterrar sin ropa y que ellos no lo permitieron. Entre los bolsillos salió una cartera de piel oscura que escondía su identificación. Era de Ripoll. Pasados 80 años, la abuela todavía recordaba el sitio donde fue enterrado. Seguramente, su familia todavía lo espera y será así como esta historia acabe muy pronto.

Esta es una de las miles de historias que continúan vivas o enterradas. Otras, sencillamente, se han perdido. Pero el valor de estas historias no las encontrarán capituladas en ningún ministerio ni en su agenda política. Todavía menos la voluntad de recuperar al centenar de miles de desaparecidos que se yacen en miles de fosas. El objetivo del Estado, silenciarlas.

Eso es lo que importa al Estado, los titulares, la tergiversación y las acciones de cara a la galería, sin tener en cuenta que quedan retratados por la evidencia y la verdad

El pasado 24 de agosto, el Twitter del Ministerio de Justicia publicaba: "España tuvo un papel crucial en la liberación de París hace 75 años. Los soldados españoles de La Nueve fueron los primeros al entrar en París y su contribución en este hecho histórico fue fundamental". Una afirmación que manipula la historia y presenta el estado español como el salvador, cuando aquella "España" era un estado fascista y quien ayudó a liberar París fueron unos 150 soldados exiliados republicanos españoles que huían de España, precisamente, por ser víctimas del fascismo. La Nueve fue la primera brigada en entrar en París para liberar la ciudad de los nazis. Estaba formada, casi íntegramente, por soldados republicanos españoles.

Eso es lo que importa al Estado, los titulares, la tergiversación y las acciones de cara a la galería, sin tener en cuenta que quedan retratados por la evidencia y la verdad. La ministra Dolores Delgado asistió a los actos de homenaje a los republicanos españoles de La Nueve. El estado español ha tardado 75 años a rendir homenaje a los republicanos españoles que liberaron París. Así se lo recordaron a la ministra a los representantes de asociaciones e hijos de exiliados del franquismo, entre gritos y con un contundente "No pasarán".

Un año lleno de medias verdades con la exhumación de Franco. Aquello que el mismo Pedro Sánchez definió como una "urgencia democrática" y que era inminente, parece ser que no contaban con la bendición de jueces y magistrados al Caudillo, a quien todavía ven como jefe de estado. Pero eso no acaba aquí. Dentro de la rueda de contactos del presidente en funciones con representantes de la sociedad civil, esta semana se ha reunido con representados de las principales asociaciones que trabajan activamente para recuperar la memoria. A estas alturas todavía no sabemos cuál fue el criterio que siguió el Ejecutivo para seleccionar "aquellas entidades que trabajan activamente...", seguramente el partidista. A nosotros no nos invitaron –Associació del Banc d'ADN i familiars desapareguts a la Guerra Civil–, será que no trabajamos "activamente" por recuperar la memoria.

El negacionismo sigue estando presente en los libros de texto sesgando la realidad sobre la Guerra Civil

Lejos del humo en políticas de memoria del PSOE, la realidad es otra, el reflejo de 80 años de abandono. En el estado español no existe un programa para buscar el centenar de millar de desaparecidos, como tampoco un programa para abrir las miles de fosas. No existe la voluntad de anular los millares de sentencias sumarísimas, entre ellas, la del presidente Lluís Companys. Los impuestos de los contribuyentes del Estado siguen financiando el mantenimiento del mausoleo fascista mayor de Europa. Continúan vigentes los honores y medallas de auténticos criminales de guerra, como es el caso de Billy "el Niño". El negacionismo sigue estando presente en los libros de texto sesgando la realidad sobre la Guerra Civil. Centenares de placas y monumentos continúan de pie para recordar la victoria franquista, sin ir más lejos, en la ciudad de Tortosa. Y con la ayuda de la justicia que se blinda ante toda denuncia contra el franquismo, además del bloqueo permanente de la Querella Argentina, incumpliendo el principio de justicia universal.

Los Juicios de Nuremberg juzgaron a 600 nazis, 22 eran altos cargos, los responsables de la Gestapo, las SS y el partido nazi. El juicio duró 315 días. En el estado español nunca se ha juzgado el franquismo, se lo ha amnistiado, patrocinado, prolongado, perpetuado... con total impunidad.

Acabo con las palabras más dignas que encontrarán en este texto. Son en recuerdo de una mujer valiente, luchadora; toda una vida dedicada a combatir el fascismo, Conxita Grangé, la última superviviente catalana deportada al campo nazi de Ravensbrück.

¡La lucha continúa, no nos silenciarán!