La ANC hace años que ha perdido el norte. En las elecciones del 2017 consumó la deriva, el punto de inflexión, trumpista. Entonces, su secretariado llegó a decir que no reconocería el resultado si no se producía lo que ellos deseaban. La llegada de Jordi Sànchez a la presidencia fue la estocada a la transversalidad para consumar la sumisión al dictado del partido entonces comandado por Artur Mas. Con Paluzie se acabó el pluralismo, ya nada ha vuelto a ser igual.

La última escisión que protagonizan siete secretarios nacionales es una consecuencia de esta deriva. Sólo conciben la ANC como un instrumento al servicio de una formación política, en la línea de lo que ya pasó en diciembre del 2017. Se la han cargado como instrumento transversal al servicio de la sociedad catalana. En esta ocasión, los siete dimisionarios, cegados por su furor partidista, no han podido aceptar la decisión de mantener una mínima neutralidad política. Por encima de todo sólo tienen en la cabeza hacer campaña por los postconvergentes renegados, los que reniegan de su pasado quiero decir. Es decir, aquellos que habían militado toda la vida en CDC, pero que ahora, como el ínclito Albert Batet, sufren amnesia cuando son requeridos sobre su trayectoria política. Veremos muy pronto a los protagonistas de la escisión haciendo campaña electoral a las órdenes de Waterloo. Sabemos quiénes son. Tiempo al tiempo.

El secretariado de la ANC es hoy un batiburrillo de egos, controlado por los de Primàries, fuerza extraparlamentaria y que quedó fuera del Ayuntamiento de Barcelona a pesar de los cuantiosos recursos que dedicó la ANC al servicio de la vanidad de otro exconvergente renegado. Son las diferentes familias surgidas de la diáspora convergente las que se pelean en el seno de la ANC. Su irrupción municipal en Barcelona, blandiendo nuevamente la unidad como arma arrojadiza para concurrir a las elecciones, sólo sirvió para dejar a la CUP fuera del consistorio y tirar 30.000 votos a la papelera de la historia y facilitar así la actual coalición gobernante.

Con esta actitud, sembrando la discordia, restan credibilidad al independentismo y nos van haciendo pequeños a base de depuraciones, de una radicalidad estéril que nos aleja de la centralidad de la sociedad catalana

Nunca en nombre de la unidad se había atomizado progresivamente tanto el independentismo. Sólo hay que ver como el autoritarismo caudillista va centrifugando a más y más personas, consumando una confrontación cada día más cainita. Proyectan una política de despropósitos, de verdades sin tapujos, de ruido en las redes, populismo trumpista, en definitiva.

Y, a mí, que se peleen entre sí no me quita el sueño. Lo que nos lo tendría que quitar es que con esta actitud, sembrando la discordia, restan credibilidad al independentismo y nos van haciendo pequeños a base de depuraciones, de una radicalidad estéril que nos aleja de la centralidad de la sociedad catalana. Lo que más me sorprende es que no sean capaces de ver que sólo sumando más y más complicidades saldremos adelante. Da miedo que la radicalización de este neoindependentismo pueda tirar por la borda el trabajo de tantos años. Y lo peor es que no sé si tiene solución, se ha enquistado una posición que nos empuja al extremo, que nos condena a no ser nunca la mayoría política y social que necesitamos para ganar la República. O hace un reset o nos empujan a un laberinto sin salida posible.

Y, para acabar, quiero romper una lanza a favor de todos aquellos que habéis estado, estáis y estaréis. La buena gente que lejos queda de las frikadas de los últimos años. Patriotas de toda la vida que aprecian la ANC. Siempre trabajando por el bien de la entidad, frenando propuestas dignas de psicópatas y que son la sensatez y el futuro de esta entidad. No hace falta que os diga quiénes sois, estáis siempre, siempre preparados para parar la enésima para proteger aquello que tanto nos enseñó Carme Forcadell. Sois los valientes que la habéis mantenido viva. Tenéis todo mi respeto y admiración. Gente de base, gente noble, gente que no veréis pronunciando discursos, siempre en segundo plano. Los discursos de cara a la galería y vacíos de contenido los dejamos a otros, los que todavía empequeñecen más la entidad.

Ahora es vuestra hora. Sólo vosotros podréis liberar la entidad del pasado y aportar frescura al momento que vivimos. Ahora bien, primero, quien tendría que reflexionar es el arcángel que ha sido incapaz de hacer algo útil durante su mandato. El súbdito en lo que le ha pesado demasiado la mochila y que ya le ha pasado la hora. Es el momento de dejar paso a los jóvenes talentos libres de perjuicios.

Sed valientes. No os tengo que decir yo dónde iréis. Sería demasiado fácil. Dejad paso a la buena gente, la que ya sabéis quién es. Marchaos con dignidad, con la cabeza alta. Y hacedlo por el país, pero sobre todo por vuestra dignidad.