España vive una etapa de intensa movilidad migratoria y cambios demográficos acelerados. Como analizábamos ayer (en este vídeo), España se mantiene en cuarto lugar en términos demográficos a nivel europeo gracias a la llegada de población inmigrante. A Europa, según están planteando los expertos, le toca prepararse para poder sostener un sistema que, envejecido y sin natalidad, se ve abocado al colapso. Es necesario incorporar mano de obra, perfiles en edad de trabajar, que coticen y sostengan una sociedad que, más pronto que tarde, verá reducida su base en la pirámide demográfica. La llegada masiva de personas que provienen de otras realidades, muy distintas a la nuestra, supone un reto para una sociedad que tiene que ser consciente de su realidad, y no lo es. 

Cabría preguntarse por qué no hay manera de comprender lo que está pasando. Por qué los discursos políticos se polarizan y son en exceso superficiales. De un lado, el Gobierno y sus aliados, que parecen querer etiquetar a cualquiera que tenga incertidumbre como un racista y xenófobo. Y la oposición, que se empeña en etiquetar a casi todo inmigrante como delincuente potencial. ¿Tan complicado es plantear este asunto en su justa medida, atendiendo y explicando a la realidad que se impone ante nosotros? La conflictividad social relacionada con la inmigración, real o percibida, se ha convertido en un tema central del debate público y político. A pesar de que los datos oficiales no parecen evidenciar que la llegada creciente de inmigración traiga consigo más delincuencia, lo cierto es que existe una cierta percepción por parte de la sociedad, que se muestra alerta. 

Durante las últimas semanas se han vivido episodios de violencia y altercados que han tenido que ver con población inmigrante. En Torre-Pacheco, en Murcia, tras la agresión a un vecino de 68 años, se ha desatado una ola de tensión en las calles, haciendo que grupos de personas hayan tomado “la justicia por su mano”. Las imágenes que han podido verse no son buena señal. Grupos ultras, muchos llegados de fuera del municipio, recorrieron las calles armados con palos, acudieron a domicilios de extranjeros y se produjeron agresiones físicas y persecuciones racistas. La manifestación inicialmente pacífica degeneró en insultos racistas y ataques a personas de origen extranjero, obligando a la intervención de la Guardia Civil y a un refuerzo del dispositivo policía, según la información publicada. Grupos de extrema derecha han convocado "cacerías" para los próximos días, mientras que la ministra Sira Rego y la delegada del Gobierno han condenado los hechos y abierto investigaciones. El municipio, con un 30% de inmigrantes (mayoría marroquí), vive un clima de máxima tensión.

En Alcalá de Henares, una joven fue brutalmente violada, presuntamente por un joven que estaba en un centro de acogida para inmigrantes. Las manifestaciones en las calles han acabado con altercados, disturbios y cargas policiales que terminaron con la detención de algunos de los manifestantes. En El Ejido, Vox ha convocado actos y manifestaciones bajo lemas como "Defiéndete" tras la muerte violenta de varios españoles en incidentes con inmigrantes, reavivando el recuerdo de los disturbios racistas de hace 25 años. El partido ha vinculado la inmigración con la inseguridad y ha pedido la expulsión masiva de inmigrantes, lo que ha contribuido a caldear el ambiente en la localidad. 

Estos han sido durante los últimos días algunos de los episodios que nos pueden servir de alerta. Porque cuando la gente sale a la calle a tomarse la justicia por su mano, tenemos un enorme problema y es momento de pararse a reflexionar. Espero, de hecho, que no sea demasiado tarde para ello. Es fundamental que haya calma. Que no caigamos en el miedo, la intransigencia y seamos capaces de encauzar una situación que se puede ir de las manos con demasiada facilidad. 

El reto que supone la inmigración conlleva una información serena, reconocimiento de los potenciales peligros, e implementación de medidas que generen seguridad. Tratar de acallar las voces que intentan advertir de los fallos del sistema es la peor de las salidas

Y desde la tranquilidad, pero no sin urgencia, es imperante tomar medidas ante lo que estamos viviendo. Y me refiero aquí a la llegada de cientos de miles de personas al continente europeo, que provienen de situaciones impensables para la mayoría de nosotros. Que en muchos casos desconocen el funcionamiento de sistemas basados en Estados democráticos y de Derecho. Es fundamental que las instituciones gubernamentales tomen medidas eficaces para hacer posible una integración eficaz, sin conflictividad social, y que se trabaje, profundamente, el necesario respeto. Tanto hacia las personas que llegan buscando un futuro mejor, como hacia las nativas, que pueden sentir desasosiego ante lo desconocido. 

La gestión de la inmigración es un asunto poliédrico que merece ser abordado de manera abierta, honesta y sin tratar a la población como si fuera menor de edad. Es justo lo contrario a lo que están haciendo desde el gobierno, tanto de España como a nivel europeo. Van tomando medidas, casi siempre sin informarnos correctamente, y tratan de evitar que conozcamos aquellas partes que, con toda lógica, nos puedan preocupar. 

Habrá quien sea un racista, que tenga rechazo y miedo ante quien venga de otro lugar. Eso solamente lo podemos arreglar con mucha paciencia, pedagogía y comprendiendo también los contextos en los que a cada uno nos ha tocado vivir. Solucionarlo todo poniendo denuncias por odio o etiquetas de racismo no nos va a llevar a ningún buen lugar. Y desde luego, si el horizonte a medio y largo plazo va a ser, sí o sí, de inmigración masiva, ya podemos ir preparándonos. Tampoco tiene cabida el discurso del “a por ellos”. No lo ha tenido nunca, en ningún contexto y bajo ninguna justificación. Es importante la intervención urgente de las fuerzas y cuerpos de seguridad para poner orden, sana convivencia y mantener una paz social. Es imprescindible crear una conciencia ciudadana, responsable, madura pero también que señale cualquier punto de irregularidad o riesgo

El reto que supone la inmigración conlleva una información serena, el reconocimiento de los potenciales peligros, y la implementación de medidas que generen seguridad. Tratar de acallar las voces que intentan advertir de los fallos del sistema es, como siempre, la peor de las salidas. Pero parece que el gobierno y sus socios están empeñados en no acertar. La defensa de las pautas que vienen impuestas desde Bruselas, es decir, integrar a cientos de miles de inmigrantes, no puede hacerse desde la estigmatización de cualquier ciudadano que se haga preguntas y sienta incertidumbre. El comportamiento del Gobierno, como en tantas ocasiones, sigue dejando mucho que desear. 

Necesitamos convivir, aprender a respetar a los demás, y ser partícipes de un proyecto conjunto que se sustenta gracias al esfuerzo diario de la clase trabajadora, fundamentalmente. Los inmigrantes, cuando llegan a trabajar, deberían ser ni más ni menos, como todos los demás. Y si se están consintiendo situaciones de un evidente abuso, es urgente y necesario que se aborde con contundencia. Evidentemente, hay que vigilar, prevenir, reforzar medidas para evitar situaciones que nadie quiere que se den. Hay que gestionar con rigurosa pulcritud la llegada de menores no acompañados, y tomar medidas contundentes ante la delincuencia. Provenga de donde provenga. 

Necesitamos entender realmente lo que está pasando y lo que vendrá. Sin paños calientes. Y para ello, necesitamos preparar una sociedad que, hasta ahora, no se había visto ante una situación en la que el cambio viene impuesto por la urgencia y las necesidades imperantes. Pero no por ello hay que dejar pasar la oportunidad de un debate abierto, sereno y sosegado, que nos permita conocer los grandes retos que supone la inmigración masiva. Comprender quiénes son, de dónde vienen, y de qué manera pueden ayudar a contribuir en un sistema que también será para ellos. 

En países de Europa, y también en el ámbito global, la inmigración supone uno de los grandes retos para los gobernantes. Y sobre todo, también para la ciudadanía. El miedo que genera en muchos casos la falta de conocimiento, y las situaciones descontroladas ante la inacción de la administración son fácilmente evitables. Es responsabilidad del gobierno ponerse en marcha de manera ágil, transparente y eficaz para tomar medidas. No hay tiempo para seguir despistando nuestra atención. Regulen, tomen medidas contundentes y, al mismo tiempo, faciliten cauces de convivencia con quienes merecen una oportunidad para salir adelante. 

Todo esto, se supone que debería ser de mero sentido común. Pero estamos ya cansados de comprobar que es el menos común de los sentidos.