No sé si soy la única que tiene la sensación de que cada vez hay más gente agotada, desencantada y desilusionada; triste, en definitiva. Supongo que descubrir un nuevo escándalo de corrupción todos los días no ayuda mucho. Supongo que pasarse el día trabajando para pagar a tocateja todos los impuestos religiosamente y ver que hay algunos que se los fuman en un prostíbulo tampoco ayuda mucho. Vivimos en una época de infinitas posibilidades, con más acceso a la información que nunca —quizás demasiado, estamos saturados de información (o desinformación)—, con cientos de actividades diarias para entretenernos, estamos hiperconectados 24 horas al día y 365 días al año, lo tenemos todo al alcance y, a pesar de ello, estamos desencantados y nos sentimos solos.
¿De dónde viene esta sensación de estar atrapados en la película Groundhog Day ('El día de la marmota') que la mayoría de nosotros compartimos? Tenemos cientos de series para elegir en las plataformas; tantas redes sociales como queramos para distraernos y estar en contacto con gente de todo el mundo; estanterías de supermercado llenas de alimentos eco o rellenos de glutamato, si lo preferimos; aplicaciones que nos prometen encontrar el amor de nuestras vidas o nuestro trabajo ideal con solo un clic…, e incluso así, estamos mustios y vamos cabizbajos. Nos vendieron la moto de que esta abundancia sería una bendición y se ha convertido en nuestra peor pesadilla. Cuantas más opciones tenemos, más dudamos, más nos preocupa haber escogido mal. Nos damos cuenta de que no podemos hacerlo todo porque no hay suficientes horas al día y nos aparece lo que se conoce como FOMO (fear of missing out), que es el miedo a perderse algo importante, de no llegar a todo, y nos angustiamos. No disfrutamos de nada de lo que hacemos porque ya estamos pensando en lo que haremos después y nos angustiamos por no tener tiempo de hacerlo. Nunca vivimos el momento presente, siempre estamos lamentándonos por lo que pudo ser y apuntando en la agenda lo que tampoco disfrutaremos en un futuro. Es como si, al quererlo todo, nos quedáramos con la sensación de que nada es suficiente. Idealizamos el futuro y todo lo que vendrá y cuando lo tenemos en las manos nos decepciona y nos apresuramos a buscar otras trescientas actividades antes de caer en el pozo de la desesperación. Y así ad infinitum. Hasta que nos morimos sin haber disfrutado ni un solo minuto de nuestra vida.
Estamos tan centrados en nosotros mismos y en nuestro bienestar que nos olvidamos de la gente que tenemos a nuestro alrededor; por eso las redes sociales tienen tanto éxito, porque no hay un compromiso real, es todo apariencia y solo necesitas bloquear a alguien para sacarlo de tu vida, no necesitas hacer el esfuerzo de mirarlo a los ojos y explicarle cómo te sientes, de ser “vulnerable”. Lo que se conoce como ghosting (acabar una relación personal repentinamente, sin explicación alguna, y cortar todos los canales de comunicación), una actitud de inmadurez, de no afrontar tu responsabilidad efectiva hacia los demás, de seguir siendo una criatura mimada. A eso lo llaman ser una persona independiente. Yo lo llamo ser un maleducado incapaz de afrontar la edad adulta con madurez y siendo responsable de tus actos.
Nunca había habido una sociedad tan egocéntrica (en el mal sentido de la palabra) ni vaga como ahora
Estamos ante una nueva ley del mínimo esfuerzo que está en manos de personas que solo ser miran el ombligo. Nunca había habido una sociedad tan egocéntrica (en el mal sentido de la palabra) ni vaga como ahora. Hemos confundido la libertad con el pasotismo y el narcisismo, y no hay nada más esclavizante y aburrido que estar pendiente de un mismo día y noche. El día que descubramos que ayudar a los demás, escucharlos, estar ahí cuando nos necesitan, nos hace mucho más felices, quizás ya sea demasiado tarde para revertirlo. Ponemos de excusa que las redes sociales son las responsables de todos nuestros males, pero los traumas ya venían de serie. Las redes sociales no hacen nada más que hacer de espejo de lo que ya somos. Las redes sociales somos nosotros.