Si no eran suficiente las imágenes que ha dejado para la posteridad la no culminación de la Vuelta 2025 —es decir, la falta de llegada de los ciclistas a la meta final—, la disputa mediática de este lunes no deja duda de que España está mucho más encendida de lo que se quiere admitir. Y no por Palestina. Tampoco nos tendría que sorprender porque la escalada verbal, la agresividad entre los dos partidos principales de la escena política española —PP y PSOE—, ha pasado los límites razonables de la confrontación democrática y, por lo tanto, la calle se ha puesto a la altura de la situación. Y encuentro que no lo hemos visto todavía todo.

Con eso no quiero decir que la protesta fuera violenta, a mí no me lo pareció en absoluto, por mucho que se hagan caer vallas. Aunque el relato en los medios se ha hecho en el sentido contrario, desde el primer momento y también desde TV1, del todo desacertados, con el respeto al derecho a la protesta pacífica. Relato que, por otra parte, ¡las y los catalanes conocemos lo bastante bien! En todo caso, ¡fue impagable ver los esfuerzos de dos locutores deportivos para radiar los hechos no deportivos! Y Supongo que pasará a la historia la pifia de la televisión pública española por el error en la previsión de la cobertura de una manifestación prevista y anunciada.

Pero vamos al tema de fondo, sin duda lo que está pasando en Gaza remueve la conciencia de muchísima gente que ni siquiera la sitúa en el mapa, y todavía menos conoce de cerca la historia o las dimensiones geopolíticas del problema; pero es que no hace falta. No hay manera, ninguna buena, de justificar una matanza como la que se está produciendo.

Es más fácil tomar parte desde la seguridad de la lejanía

Ahora bien, salir a la calle por una cuestión como esta, de la manera que se vio en Madrid —y con los precedentes que ya se habían producido en la misma Vuelta en etapas precedentes al identificar a un equipo israelí—, no es solo por el conflicto en Gaza. Es porque la gente necesita ver que las cosas no pasan sin más, que todo vale, está bien, o se puede justificar o no según la conveniencia de cada uno. O de los intereses del momento. Necesitan saber que pueden hacer algo.

Hay un rumor de fondo, un malestar que tiene que ver con cómo de mal va todo, en general, pero especialmente a nuestro alrededor. En el espacio más inmediato, en el mismo Estado español. Aunque parezca mentira, a veces es más fácil explotar por algo lejano que por las desgracias o desastres —y no hablo de fenómenos físicos, sino de cuando interviene la mano del hombre—, que te rodean; a no ser que seas directa y claramente perjudicado por estos. Dejo de lado que siempre, de una manera u otra, los y las afectadas somos todos y todas, no siempre es fácil pensar más allá de la inmediatez más material.

Toda la corrupción que está emergiendo de los partidos, que no es anecdótica, que es estructural y que habla una vez y otra de enriquecimientos ilícitos ante una ciudadanía con cada vez más problemas de bienestar de todo tipo, está en la base de cualquier protesta como la que vimos en la Vuelta.

A veces, nos es más fácil tomar parte desde la seguridad de la lejanía y así identificar, sin implicación personal, buenos y malos; es mucho más fácil no ver aristas o complejidades que hacen dudar de razones y justificaciones. También es más fácil porque así directamente no te implica ni sentimientos, ni afectos, ni trabajo, ni situaciones sociales, ni posesiones, ni amistades… No implica cambios en tu vida. Tendría que ser al revés, pero es mucho más difícil tener que pronunciarte, no digo ya de manifestarte, contra tu partido —o el partido con el cual te has identificado—, aunque sea evidente que hace lo contrario de lo que dice o directamente veas cómo roban; porque forma parte de tu identidad privada y pública y, por lo tanto, te juegas más.