¿Esta comedia va a durar mucho tiempo más? Os lo pregunto a vosotros, políticos, que años lleváis viviendo del independentismo frustrado, de la noble voluntad popular de concordia y conciencia social, de la herida de justicia y de libertad abierta en Catalunya. Os alimenta como a parásitos. ¿Pensáis que seguiréis agotando nuestra paciencia sin más, como si la inmensa mayoría de la nación no hubiera dejado de escucharos? ¿Cómo si vuestras mentiras no tuvieran consecuencias? Os hemos perdido el respeto porque primero os perdisteis el respeto a vosotros mismos. Y, como en un desengaño amoroso, la pasión de antaño ahora tiene la forma del desdén más sordo.

Basta con miraros, grotescos, a todos vosotros, deformes, dirigentes de Esquerra, de Junts, de la CUP, y también a vosotros, los periodistas mercenarios, colaboradores imprescindibles de este colosal engaño, de este experimento de ingeniería social que os ha acabado estallando en las manos. Cada día que pasa os afanáis en maquillar su mueca de terror, vuestra perplejidad de propagandistas que han agotado sus recursos, que se han quedado afónicos. Estáis sobrepasados, desorientados, vuestra insignificancia humana, vuestra vida de escaparate y de grandilocuencia vacía, ha estallado como una pompa de jabón. El pueblo catalán os escupe hoy en la cara.

Es verdad que la política, desde que el mundo es mundo, acoge a no pocas mentiras. Que en todo el mundo las palabras falsas y los engaños más horribles hacen tremolar las más elevadas banderas. Pero son otro tipo de mentiras, mentiras mucho mejor dichas e infinitamente mejor pensadas. Son mentiras de una calidad más elaborada, de una incontestable vigencia. Como los sueños, como las novelas y las películas, como todas las formas del arte, mayor o menor. Son mentiras con las que un pueblo democrático puede convivir sin aguantar una vergüenza insoportable. La monarquía inglesa es un claro ejemplo. O la grandeza de Francia. O el pugilato de Estados Unidos de América por la libertad. O la serenidad inmóvil de Japón. O el esfuerzo de Rusia. Ya lo sabemos, perfectamente, que los políticos mienten. De Pericles al arzobispo-presidente de Chipre Makários III. Pero mentían hasta cierto punto, mentían hasta el límite de insultar a la inteligencia del público. Un punto que los políticos catalanes han sobrepasado desde hace años.

A los políticos no hay que pedirles demasiadas cosas para que no nos decepcionen. Pero sin que lleguen a tomarnos el pelo como los líderes independentistas

En ocasiones hay políticos que pagan con la vida el atrevimiento de creer en cosas que no son reales, como Martin Luther King o Isaac Rabin. Otras veces no se dejan la piel, sino que simplemente son capaces de compartir una buena mentira y de hacerla real, aunque sea algo muy pequeño, como Alcide De Gasperi, Robert Schuman o Václav Havel. Formidables mentirosos, insuperables encantadores de serpientes. Como J. F. Kennedy, como Mijaíl Gorbachov. Como Francesc Macià que se atrevió a imaginar una Catalunya políticamente libre, socialmente justa, económicamente próspera y espiritualmente gloriosa. A los políticos no hay que pedirles demasiadas cosas para que no nos decepcionen, para que no se queden abrumados por tanta responsabilidad histórica. Pero sin que lleguen a tomarnos el pelo como los líderes independentistas.

Así que hemos llegado a un punto de conflictividad política tan grave, tan vergonzosa, que el actual consejo ejecutivo de la Generalitat de Catalunya, presidido por el Muy Honorable señor Pere Aragonès, a lo que más se parece es a una mala copia de la gobernación franquista, concretamente la de las postrimerías de aquel régimen de las mentiras. Existe un parecido evidente. Porque ambos gobiernos están perfectamente desconectados de la sociedad, y simulan que gobiernan un país que se les ha escapado completamente de las manos. Que ya vuela solo y les ha dejado atrás. Con una credibilidad pública de escasa intensidad y un monopolio de la propaganda política que no se traduce en adhesión ni entusiasmo político. Cuanto más se expone en la opinión pública el relato oficial de Esquerra Republicana más animadversión suscita. Los gurús de la comunicación instalados en el palacio de la Generalitat se equivocan del todo. No se trata de repetir, de insistir, una y otra vez, las mentiras que no tragamos, la mesa de diálogo o el gobierno de progreso. ¿Quiénes se creen que somos nosotros?

Lo mismo puede decirse del relato de Junts per Catalunya y de la CUP. Es una colección de excusas, justificaciones, medias mentiras y ninguna verdad nítida, ninguna mentira que pueda ser tomada por una realidad auténtica. Lo veremos el próximo día.