Este jueves, el Govern anunció que las faltas de ortografía solo restarían en las materias de lengua de las PAU (selectividad). Unas horas más tarde, viendo el alboroto general desencadenado, el Govern retrocedió y anunció que, finalmente, las faltas de ortografía restarían puntos en todas las asignaturas evaluadas. Esta manera de gobernar, esta prueba y error en función de la oposición que determinadas decisiones instiguen, es una muestra bastante reveladora de uno de los problemas de fondo que arrastra el país: no hay nadie dispuesto a rehacer el modelo educativo de arriba a abajo para enmendar todos y cada uno de los problemas que, a su vez, arrastra el modelo educativo. Prueba y error porque tener una idea fuerte sobre cómo tienen que ser educados —académicamente— los niños y jóvenes exige una severidad y una fortaleza de espíritu que hoy no es nada común, y menos en política.
Ante esto, la alternativa es idear un modelo de evaluación adaptado a los problemas —y no sobreponiéndose a ellos— con la intención de desproblematizarlos. Prueba y error, pues, porque desde el Govern se tantea cuál es el grado de aceptación social que puede recibir la siguiente medida de turno ideada para esconder la mierda debajo de la alfombra. De ello se resiente, sobre todo, la exigencia. Y se resienten de ello, en consecuencia, los jóvenes que dentro de diez años serán los biólogos, los físicos, los médicos, los profesores o los filólogos de Catalunya. Es una manera de normalizar la rendición ante todo aquello que, a priori, requeriría un poco de dedicación. Si además el argumento es que se ha adecuado la corrección de la ortografía a "cómo lo hacen el resto de comunidades autónomas", se resiente de ello el país. Supongo que la idiotización programada por la vida de la españolización la tendríamos que haber visto venir.
Un patrón de evaluación hecho para que la clase política no tenga que ajustar las cuentas ni encarar frontalmente los problemas del modelo educativo es un patrón de evaluación que, a buen seguro, preparará peor a los alumnos: es un modelo que se prioriza en vez de priorizarlos a ellos. Escribir es una competencia básica en la transmisión de cualquier tipo de conocimiento. Saber escribir de manera más o menos ordenada una batería de ideas es una competencia troncal para un abanico de trabajos nada despreciable. Escribir obliga a ordenar la cabeza. Entender cuáles son las ideas que integran un texto, también. Saber escribir y saber leer son la base para poder acceder a cualquier trabajo que requiera un cierto trabajo del pensamiento. Hoy, los problemas de escritura al por mayor —no solo con respecto a la ortografía— y de comprensión lectora que presentan los alumnos del país están en boca de cualquiera que haya estado más o menos cerca de una escuela, un instituto, una universidad o un centro de formación profesional.
Un patrón de evaluación hecho para que la clase política no tenga que ajustar las cuentas ni encarar frontalmente los problemas del modelo educativo es un patrón de evaluación que, a buen seguro, preparará peor a los alumnos
Bajar el nivel y modelar la evaluación para enmascararlo es el atajo perfecto para preparar peor a nuestros jóvenes. Trucar el sistema para no tener que pagar el precio político de los malos resultados académicos es condenar a los alumnos a la incompetencia. Desgraciadamente, y gobierno tras gobierno, y resintiéndose de ello, también, el estado de la lengua catalana, la manera de operar del Departament d'Educació y de Recerca i Universitats hace tiempo que es esta. Reducir la evaluación ortográfica a las asignaturas de lengua también reduce la comprensión de lo esencial que es escribir bien en cualquier ámbito, y cuesta pensar que, valga la redundancia, en eso nadie pensó. Que el Departament de Recerca i Universitats juegue al tanteo con materias de este aspecto, revela de manera diáfana sus intenciones.
Es feo que ponga a los profesores en el ojo del huracán, pero uno de los problemas más difíciles de resolver es que este analfabetismo programado cuenta con cómplices dentro del sistema. En la otra cara de la moneda hay profesores que, por muy dispuestos que estén a hacer bien su trabajo, chocan frontalmente con un modelo que no los ampara o que, incluso, los boicotea. Esta crisis académica es el centro de muchas otras crisis pretéritas —política, intelectual, moral—, pero también será el quid de muchas otras crisis futuras. El trato que tenemos con el saber funciona como una rueda, y formar de manera deficiente hoy desembocará en una formación todavía más deficiente dentro de, pongamos, diez años vista. Cuando eso pase, no será suficiente con parches oportunistas para disfrazar los malos resultados. De hecho, solo hay que estar un poco interesado en la actualidad, un poco despierto intelectualmente y un poquito preocupado por el país, para darse cuenta de que ya no hay lo suficiente hoy.