Catalunya tiene un Govern que lucha desesperadamente para que no se hable nunca del Govern. En eso hay que decir que Pere Aragonès y Cía. son de una eficacia prácticamente franquista; en Catalunya, desde hace tiempo, nadie habla de política y la conversación pública gira únicamente en torno a los partidos. El president 132 se afanaba por conseguir un país tan aburrido que repeliera cualquier contingencia de la actualidad (aquello que en otros tiempos denominábamos "noticias"), y a fe de Dios que lo ha conseguido. Actualmente, diría que no existe ni un solo catalán que pueda identificar más de cinco miembros de los quince integrantes del Consell Executiu que comanda a la Generalitat. De hecho, incluso para los enfermos de la política como servidor y buena parte de sus lectores, la pregunta que encabeza este artículo implica la coda de un silencio sepulcral; guste o no, la mayoría de ciudadanos no sabe qué narices hacen los consellers del Govern.

De entre todos los comandantes de la res pública catalana, tengo que confesar que siento una especial predilección por la consellera de mi ramo, Natàlia Garriga. Si no fuera por la inestimable ayuda de nuestros enemigos (el TSJC juzgará a la consellera por desobediencia a raíz de los preparativos del 1-O cuando era jefa de Serveis de Vicepresidència, Economia i Hisenda en el 2017), a la republicana prácticamente ni le habríamos oído la voz. Había un tiempo en que la muerte de una gloria nacional, especialmente si caía en la órbita de la poesía, implicaba necesariamente un panegírico de la más alta instancia cultural del país: pero el silencio de Garriga desafía incluso a nuestro Panteón de RIP. Utilizad Google, viajad a YouTube, buscad la web de la conselleria o preguntad a la gente del sector. Nada, silencio. Garriga es un espectro que aparece de vez en cuando en los openings y se desvanece de noche.

El único factor que no ha calculado toda esta élite de políticos que viven literalmente de no tener ninguna iniciativa palpable es que en Catalunya se vuelva a hablar de política y que la abstención tenga bastante peso para favorecer una renovación de la clase política que configure una oposición democrática civilizada al autoritarismo español. Primero hará falta que los ciudadanos también hagamos nuestra parte de trabajo, y no solo pongamos nombre a los consellers sino que pasemos revista de su inexistente trabajo

La metáfora de la humareda no es exclusiva en la cosa de los literatos. Catalunya tiene un vicepresidente (sí, sí; un-vi-ce-pre-si-dente) de Polítiques Digitals i Territori de quien tampoco se conoce ninguna obra. Hace un cierto tiempo, el desdichado ingeniero viajó a Nueva York para asegurar la cosa del catalán en los mass media y el pobre chico no pasó de una visita turística absurda a Times Square con un eslogan en inglés mal escrito. Dicen los niños de Junts que Puigneró es la garantía de tener un Metaverse más catalán; pues bien, si la cosa acaba como los subtítulos de Netflix ya podemos rezar para que nos dejen decir "bona nit i bona sort". Por lo que se ve, también tenemos una consellera de Justícia: se llama Lourdes Ciuró. Hola, Lourdes, tanto gusto. Y también una señora que se dedica a las Universitats; Gemma Geis. Eh, Gemma, ¿qué tal? Visitad las webs de los respectivos departamentos, os lo ruego: ni una sola iniciativa de peso.

Hay que decir que a Aragonès ya le va bien, todo esto. El único conseller que le ha causado cierto alboroto ha sido Josep Gonzàlez-Cambray, pero ya se sabe que la cosa de los maestros siempre acostumbra a traer problemas. Por lo demás, el equipo de ERC funciona como una máquina. Después de enseñarnos a decir totis, Tània Verge ha desaparecido del mapa con una discreción proverbial. A Teresa Jordà la sacan poco; hace pocos días tuvo una breve aparición en un documental sobre el campesinado en La Nostra y tuvimos bastante con un minutito para entender por qué a los comunicadores de Esquerra ya les va bien que no hable mucho o nada. ¿Y Roger Torrent, qué se explica? Con Roger todo es más fácil: él simplemente vive para cobrar y se pone con una gestualidad tan admirable, con un ademán tan zen, que te entran ganas de invitarlo a un aperitivo. Sé que hace llorar, pero mejor morirse de risa y salvar el día.

El único factor que no ha calculado toda esta élite de políticos que viven literalmente de no tener ninguna iniciativa palpable es que en Catalunya se vuelva a hablar de política y que la abstención, como escribía mi amigo Enric Vila, tenga bastante peso para favorecer una renovación de la clase política que configure una oposición democrática civilizada al autoritarismo español. Primero hará falta que los ciudadanos también hagamos nuestra parte de trabajo, y no solo pongamos nombre a los consellers, sino que pasemos revista de su inexistente trabajo. Que te despiertes de la siesta y los identifiques, créeme, hará que se caguen de miedo. Hazlo, que todavía queda mucho partido.